No había exposición de tractores en la Fira de Morella. Este domingo, de la mano de mis tres nietos, recorrí el espacio ferial buscando estos vehículos, tan atractivos para los más pequeños. En el camino de la Alameda íbamos comentando las funciones de los tractores, remolques, cosechadoras, trilladoras y su papel indispensable para el mundo rural. ¿Para qué sirve un tractor o una cosechadora? Pero no había tractores. En esta ocasión, tras dos años sin Fira de Morella, los vehículos protagonistas eran los relacionados con la construcción y obras de viales.
El mundo rural de las comarcas castellonenses, aragonesas y catalanas suele reunirse en torno a la Fira de Morella, la más antigua del país valenciano. Jaume I otorgó este privilegio a la ciudad de Els Ports en 1257. Se trata de un evento que se convierte en escaparate del sector primario. Una feria agrícola y ganadera, un acontecimiento que, además, marcaba el cambio de un ciclo, la despedida del verano y los veraneantes, la ruta del otoño, la vuelta al colegio, el sosiego de las piedras de las calles morellanas y el estreno de las chimeneas y otras formas de calefacción.
Este pasado fin de semana, las amigas y amigos hemos recordado que en tiempos de Fira el clima ya mostraba los primeros fríos. Ayer, domingo, la temperatura era de unos 30 grados. Mis nietos caminaron entre la multitud y el calor, esperando que sus abuelas y abuelos cumpliéramos con la tradición de feriar a los más pequeños de la casa, como el resto de niñas y niños morellanos. Una costumbre que hemos recibido de nuestros mayores y que se ha convertido en una verdadera ilusión.
Y mientras mis pequeños Aimar y Biel transitaban por el recorrido ferial experimentas un entrañable reencuentro ciudadano, y compartes con ellos, como lo hicieras con tus hijos, la emoción de los animales, de los perros pastores rodeando y guardando los rebaños de ovejas, siguiendo los silbidos del pastor. Los caballos, luciendo bajo un potente y anómalo sol de un segundo fin de semana de septiembre. Vacas, toros y cabras han tenido también su espacio predominante junto al polideportivo, así como la producción artesanal y agroalimentaria de estos pueblos. Productos de alta calidad, pequeñas empresas que han llegado a tocar el cielo de la excelencia con sus quesos y embutidos, entre otras elaboraciones. Manjares del sector primario que han calado de lleno en el escaparate de la atracción turística.
Los pueblos del interior siguen trabajando de lleno, codo a codo, para sobrevivir en el horizonte de incertidumbre que sentimos
Los pueblos del interior siguen trabajando de lleno, codo a codo, para sobrevivir en el horizonte de incertidumbre que sentimos. Hay iniciativas, emprendimiento, ilusiones y los sueños de muchas personas que se despiertan cada día para mantener viva esta tierra. No es tarea fácil luchar contra casi todo. La realidad no acaba de recibir la respuesta precisa, las soluciones y las ayudas precisas.
Las mujeres y los hombres de los pequeños pueblos de Els Ports, y de la Tinença de Benifassà, atraviesan momentos de muchas dificultades. El despoblamiento no remite, y la economía, la micro y la macro, no cuenta con esta ciudadanía. El turismo rural no es suficiente. La llegada de nuevas y nuevos vecinos a lugares como Coratxar, Boixar, Fredes… tampoco es suficiente. El mapa de los pueblos del interior castellonense es el mismo de los pueblos de otras comarcas interiores de este pequeño país mediterráneo que habitamos. Además, muchos de ellos lo han perdido todo tras los devastadores incendios de Bejís y Vall d'Ebo. La fotografía fija es demoledora.
Morella es un importante motor dinamizador de la comarca. Este domingo sus calles estaban llenas de visitantes que hacían colas en sus magníficos comercios, disfrutando de su excelente oferta hotelera y de sus viviendas rurales, de su gastronomía y de su belleza ambiental. Un fin de semana que deslumbra. Pero no es suficiente.
El espíritu combativo de esta comarca es fundamental para seguir adelante. Pero necesitan un mayor compromiso institucional, porque es urgente que las ideas y anuncios se conviertan en historias reales, eficaces y eficientes.
Mientras una pequeña mano de Aimar se adhería a la mía y la otra al carro de mi otro pequeño Biel, paseamos por la Alameda, mirando de cerca las diferentes paradas de productos, deteniéndonos en esos puestos de ferretería, con sus navajas para buscar rovellons, cuchillos, con sus increíbles aparatos culinarios, tornillos y tuercas, destornilladores, tijeras, coladores de cualquier tamaño. Hay una atracción indescriptible hacia estos escaparates rebosantes de objetos que sirven para todo. Han sido paseos melancólicos por el devenir de un sector primario maltratado. Morella, espléndida con su Fira, recordaba que nos adentramos en una hoja de ruta de escasa luminosidad. Pero nadie pierde las esperanzas.
El mundo parece desmoronarse. La pasada semana recordé con todo detalle la fabulosa serie británica Years and Years, dirigida por Russell T. Davies, Simon Cellan y Lisa Mulcahy, un trabajo emocionante y riguroso que recorre la vida de una familia británica entre 2019 y 2033. Una brutal distopía que se está cumpliendo a medida que nos adentramos en los años y en las circunstancias. Obviamente, en esta serie, que se traslada al futuro, ya no vivía la reciente fallecida reina Isabel II. El gobierno británico estaba en manos de los peores populismos, la situación de las personas migrantes es aterradora y el mundo se estaba desbordando en el dibujo de su propia locura.
La sociedad británica acaba de perder el mejor de sus símbolos, un icono que marcaba su diferencia, a pesar de ser una monarquía rancia, despótica y apabulladora. El momento que atravesamos, de tantísimo desasosiego y angustia, está despidiendo a personas relevantes y protagonistas de la historia del pasado siglo. La muerte de Gorbachov y de Isabel II, suman dos motivos más para la intranquilidad de unas sociedades ancladas en la dependencia de contar con simbologías casi centenarias. Pero el mundo no se acaba, ni mucho menos, aunque los informativos de este país nos estén machacando con funerales de estado y proclamas de un nuevo rey que no merece serlo, “con el dolor de un pueblo que se ha quedado huérfano”. La realidad en la que residimos es otra historia, afortunadamente.
Hoy es su aniversario, el cumpleaños de un niño que creció de mi mano y la de una redacción periodística
Y la vida gira, el mundo gira. Hace unos cuantos años, ingresé en el Hospital General de Castelló con dolores de parto. No eran graves siendo primeriza, pero recuerdo el desconocimiento y el miedo. En pocas horas nació mi primer hijo. Hoy es su aniversario, el cumpleaños de un niño que creció de mi mano y la de una redacción periodística. El primer hijo, -aquello fue mágico-, que abrió sus enormes ojos a mi mirada, que sonreía y que comenzó a caminar entre teletipos, -se volvía loco con las campanillas de las alertas-, el ruido de las máquinas de escribir y el olor a tinta de la vieja rotativa de Mediterráneo, en la avenida del Mar de Castelló. La vida nos regala lo mejor, lo que nunca hubiéramos soñado ni sentido.
Ayer caminaba a su lado, junto a su pareja y su hijo, mi pequeño Biel. Y sentía que el mundo ha girado un montón de veces, transportándonos vertiginosamente a espacios felices y no tan felices, a vidas vividas y soñadas, a instantes inesperados y deseados. Hoy compartimos el placer de la palabra escrita, de la belleza de este maltrecho oficio periodístico. El paso del tiempo me recuerda hoy, asimismo, que mañana, martes, cumple su primer año uno de mis nietos, Quim, el pequeñín, que aún no camina y es con quién quiero volver a recorrer infinitas veces, de su mano, la Fira de Morella.