Aquellos años se desató una verdadera pasión por Guns. Cuando se anunció su concierto en el Vicente Calderón, finalmente suspendido por la aluminosis del estadio, hubo patrullas callejeras de fans que arrancaban el logotipo del grupo de los carteles que anunciaban la fecha. Toda la ciudad estaba llena de carteles con un círculo vacío en el medio. También hubo una invasión de camisetas como pocas veces se ha visto. Hasta tal punto de que yo, siendo entonces un advenedizo, ya preferí comprarme una blanca con la portada censurada del Appetite para no ir igual que todo el mundo.
Pero es raro tanto en la historia del pop como en la del rock que no se reproduzca una y otra vez una máxima: Lo que entra rápido, sale rápido. Pasa con las canciones que enamoran a la primera escucha y con los grupos o artistas con los que se produce una neurosis colectiva desde el momento de su aparición. Acaban aborrecidos. El caso de Guns N'Roses fue manifiesto. Tras lanzar un disco cuadruple que sonó por todas partes y que contenía temas para su público más duro y para el más convencional, incluidas las adolescentes sentimentales, un verdadero proyecto take-it-all, acabaron siendo un hazmerreír. Sin duda tuvo que ver que se desinflaron ellos mismos y desde el álbum de versiones de 1993 y otra versión para la BSO de Entrevista con el vampiro en 1994, no volvió a saberse de ellos. Momento en el que su recuerdo fue comido por las ratas y quedó, para los anales, como un grupo ridículo pese a su extraordinaria calidad.
Ahora no, el paso del tiempo cura más que la penicilina. Vuelven a verse camisetas por las calles, suenan sus hits en las radiofórmulas e incluso te los puedes encontrar sonando cuando compras ropa, un espacio en el que no se pincha al azar. El recuerdo les ha absuelto, vuelven a ser algo entrañable y, recientemente, han metido buena cantidad de público en su última visita a España. No obstante, lo que hubo entre 1988 y 1991/92 fue un delirio colectivo con un grupo que había cogido un género más que saturado, el hard rock, e imprimiéndole una ejecución propia de un grupo de punk del 77, e incluso, por momentos, la velocidad del hardcore californiano, le había entrado a todo el mundo por las venas. Eran lo que necesitaban los encorsetados 80, rockeramente hablando.
Una prueba de ello fue que el primer número de la colección Rock and roll Comics de Revolutionary Comics, aparecido en 1989, fue dedicado a ellos. En la serie, que duró pocos años, aparecieron los grandes grupos anglosajones del momento, como Metallica, y muchos clásicos. Al principio, al editor, Todd Loren, le costó mucho encontrar dibujantes. Según confesó, acudió a la Comicon de San Diego de 1986 con esta idea y se rieron de él en la cara. Lo cierto es que el mundo de la viñeta es así, mucho más cerrado y de mentes más cuadriculadas que lo que pueda parecer, solo se puede sacar algo novedoso con determinación heroica. Fue el caso de Loren, que insistió durante tres años hasta que logró lanzar la serie gracias a los lápices de Larry Naldolsky.
Empezaron Guns N'Roses, lo que fue todo un éxito para la editorial. Unos cómics que apenas costaban dos dólares, a poco menos de un mes se estaban vendiendo de segunda mano por cincuenta. Colocaron 10.000 ejemplares en pocas semanas. La noticia de la salida del cómic fue recogida por el LA Times News Service, de modo que rápidamente estaba en un centenar de periódicos. De ahí, la MTV anunció su aparición en Music News y, en mayo, Rolling Stone (con preciosa portada de Black Crowes, aspirantes a sucederlos en un trono que, sencillamente, desapareció) los reseñó. No había Internet, pero el impacto de este cómic solo puede calificarse como viral.
Lo que llama la atención de estas páginas es que, en la primera historia sobre el grupo, la que cuenta su origen, no aparecen los maltratos que sufrió Axl en su infancia por parte de su padrastro. Una experiencia que puede explicar su personalidad posterior, del miedo escénico insuperable a los delirios megalómanos cuando llegó el éxito. Posiblemente, en aquellas fechas estaba escrita la historia, pero no publicitada. El resto es la bio canónica, se cuenta cómo Slash fue rechazado por Poison por no encajar en su imagen, o cómo llegó Axl a ellos cuando estaba en LA Guns.
La segunda aventura es mucho mejor, el dibujo es más gamberro y menos realista, y cuenta cómo el grupo acude a la mansión de PlayBoy. Infame lugar, según el documental que apareció el año pasado. La gracia en viñetas es que, precisamente allí, se encuentran con Poison, un enfrentamiento que sin duda se magnificó en la época por la presencia que se le da aquí.
En 1990, volvieron a dedicarle otro volumen dentro de la colección. Las primeras páginas volvían sobre lo mismo, la historia de cómo se reunió el grupo. Lo relevante ahora era que, en una escena muy poco exportable hoy, el pueblerino Axl, nada más aterrizar en Los Angeles, era atacado por un afroamericano que le decía la famosa frase de "You are in the jungle, you are gonna die". Esas tres viñetas eran el cebo para presentar las polémicas que se sucedieron a la publicación de GNR Lies, álbum en el que la canción One in a million contenía insultos homófobos y racistas de este calibre:
Immigrants and faggots
They make no sense to me
They come to our country
And think they'll do as they please
Like start some mini-Iran
Or spread some fucking disease
And they talk so many goddamn ways
It's all Greek to me
La defensa que hizo el grupo en su día y lo que recoge este tebeo no fue muy afortunado. Es mejor, a mi juicio, reconocer que ya no eres la persona que pronunció esas palabras. No obstante, la intención del cómic era reflejar todos los escándalos que seguían al grupo por dondequiera que fuese, como la pelea de Axl con Bowie o la de Vince Neil con Izzy Stradlin.
En 1992, todavía hubo una entrega más. Era ya el número 43 de la colección. Si los números anteriores se habían centrado en escándalos, este ya abría citando la canción Get in the ring en la que patéticamente, aunque con encanto, Axl se ofrecía para enfrentarse al mundo entero. De hecho, con la propia colección de cómics también había tenido problemas, sus abogados les amenazaron por usar su nombre e imagen sin aprobación. Ahora a nadie se le ocurriría, porque las leyes controlan hasta el último detalle de la explotación comercial del arte popular profesional, pero entonces todavía no estaba todo tan controlado. De hecho, Loren ignoró las misivas y siguió sacando números.
En la introducción de este último, se preguntaba cómo es que Axl se peleaba con revistas como Hit Parader o Circus. Dos revistas que antes de pasarse al metal a mitad de los 80 eran de teen idols (como la Super Pop aquí) y necesitaban que la carrera de Guns funcionase para garantizarse también que tiraba su negocio. Incluso dice que se arriesgaron a seguir en su línea, porque entre 1990 y 1991 hubo un bajón del metal en las listas. En estas páginas, apareció la más gorda que montaron, que fue la pelea multitudinaria en Riverport, al lado de St. Louis. El incidente no pudo ser más metafórico de Get in the ring, Axl saltó a pelearse con el público tal cual.
La colección siguió hasta el número 65, en 1993, un especial sobre rock progresivo. En ese momento, hacía ya tiempo que el padre de la serie había dejado de respirar. Todd Loren, cuyo verdadero nombre era Stuart Saphiro, fue asesinado en junio de 1992 a puñaladas. Un documental de Ilko Davidov de 2005, Unauthorized: The Story of Rock 'N' Roll Comics, contó toda la historia. La Corte Suprema de California desechó las demandas que recibió de New Kids on the block o Bon Jovi (otros grupos, como Grateful Dead o Pink Floyd, por el contrario, admiraron su trabajo). Realmente, recibió decenas de denuncias y requerimientos, también de deportistas famosos, y de colaboradores con los que no cumplió económicamente. Sin embargo, la hipótesis de esta investigación sobre su muerte es que pudo ser causada por Andrew Cunanan, el asesino de Versace y varias personas más, al que habría conocido en los ambientes gay de San Diego que frecuentaba.
Pese a su trágico final, la vida de Loren fue fascinante. Empezó pirateando merchandising de grupos, camisetas, llaveros, etc... durante los 80. Luego tuvo una idea visionaria, la de unir cómics y rock, algo que, como él mismo explicó en un editorial, ya se había hecho en varias ocasiones y, en el caso de KISS, había sido un superventas. A él le pasó lo mismo. Con la histeria desatada por Guns N'Roses, su editorial empezó a amasar grandes cantidades de dinero. Al contrario de lo que pudiera parecer, nunca le tuvo miedo a los departamentos legales de las discográficas que iban a por él. Consideraba que los medios de rock eran un circo complaciente con los grupos, o las empresas, mejor dicho, y que no hacían periodismo. Algo a lo que sí que se atrevía él, o eso creía, contando las historias de los grupos con veracidad (algo que logró de forma muy parcial, en el mejor de los casos).
Lo que sí es cierto es que un juez le dio la razón. Sentenció que las librerías están llenas de biografías no autorizadas y que ese ejercicio no se podía censurar. Más difícil lo tuvo con los logos, las marcas registradas no podían reproducirse y eso afectó a su distribución. El mundo del cómic no le apoyó, precisamente. Se le tachó en editoriales de paranoico y se le acusó de estafar a colaboradores. Tampoco estaban satisfechas otras editoriales que sí habían pagado por los derechos de grupos para lanzar historietas, como Kitchen Sink Press con Grateful Dead. Al mismo tiempo, también muchas estrellas, como Zappa o Gene Simmons apreciaron su trabajo. Y lo más importante, llegó a utilizarse como material escolar.
Cuando fue asesinado, Gary Groth de Fantagraphics dio su teoría: "No creo que nadie en nuestra industria lo odiara lo suficiente como para matarlo... pero no me sorprendería que alguien en la industria de la música lo hiciera. Hay mucho más dinero en juego en el negocio de la música, y él estaba publicar todas esas biografías sin licencia". El crimen sigue sin resolverse.