Lecciones de Galicia para el PSPV

Semana intensa de actualidad. Las elecciones gallegas parece que fueron hace más de una semana, pero fue el domingo pasado cuando el PSOE cosechó su peor resultado. No conozco la realidad gallega, y por tanto, desconozco en detalle cuáles son las circunstancias que han llevado al PSG a sacar 9 escaños (que pueden ser 10 si el resultado del voto exterior les otorga otro asiento más por Ourense). Pero sí que hay unas conclusiones básicas, algunas de ellas íntrinsecas de la propia Galicia, pero otras más generales, que sí debe tener aquí en cuenta el futuro PSPV de Diana Morant si de verdad quiere ser alternativa al Gobierno valenciano de PP-Vox.

Desde la distancia, sí que parece que se ha demostrado que el ecosistema gallego es diferente, con una distribución de diputados que beneficiada a las provincias menos pobladas, y por tanto, beneficia al más votado en provincias como Ourense y Lugo frente a Pontevera y A Coruña. Algo parecido a lo que pasa en Cataluña con Lleida, Girona y Tarragona frente a Barcelona.

Después, claro está, no hay que olvidar la hegemonía histórica del PP en Galicía, con 5 mayorías absolutas, con un voto muy fiel, casi clientelar en algunas zonas. Y otro elemento, como ha apuntado a algún que otro análisis, y que posiblemente elevó la participación en favor del PP fue la agitación del miedo a un Gobierno liderado por el BNG, y las posibles similitudes a situaciones como las de Cataluña o la hipotética irrupción de Bildu en Euskadi como opción de gobierno. Desde luego, los resulados obvian que pesó eso más que los bandazos de Núñez Feijóo sobre futuros indultos, amnistías y conversaciones con Junts.

Ya en el plano de la izquierda también hay otras conclusiones: los buenos resultados del BNG no son casualidad. Ana Pontón se presentaban por tercera vez y ha logrado visualizar el trabajo de oposición realizado durante estos últimos años, frente a un PSOE, que ha cambiado de líder no sólo en las tres consultas a las que concurrió la propia Pontón, sino en las dos anteriores. Es decir, los gallegos, y sobre todo, las nuevas generaciones vieron al BNG como mejor opción frente a un PSOE que nunca salir del perfil de comparsa en un hipotético bipartito. 

¿El error fue nacionalizar las gallegas o que la gallegos votaran en clave regional para que Feijóo luciera el éxito gallego a nivel nacional? Está claro que ha sido más lo segundo, y que lo primero, de ahí que muchos analistas atribuyan a Pedro Sánchez -además de la propia estrategia del PSG- el error de nacionalizar las gallegas, algo que Feijóo hizo involutariamente -en la semana de la campaña- pero que al final le salió bien.

¿Qué conclusiones deja esto para la Comunitat Valenciana? ¿Y para el PSPV? Más allá de las tendencias nacionales, que a veces sí que influyen, está claro que el electorado también valora si detrás de un candidato de oposición hay un trabajo y un proyecto. De ahí el resultado de Pontón y el fracaso de Gómez Besteiro. Tampoco viene de nuevas. Los nacionalistas ya adelantaron al PSG en las elecciones de 2020 y empataron otras tantas veces. Y con la fragmentación de la izquierda, en 2016, el PSG también fue superado por las Mareas.

Y eso es lo que debe replantearse el PSOE en general, y especialmente Diana Morant: los candidatos deben madurar, debe conocer el terreno, empatizar con los problemas y ofertas alternativas creíbles y diferenciadas sobre el terreno. Y ese debe ser el objetivo primordial de la ministra de Innovación a nivel interno: primero, convencer a los suyos -a las bases socialistas- de que es su secretaria general y candidata; después, empatizar con los problemas de todas las comarcas y tercero, tener una alternativa al Gobierno de la Generalitat.

A nivel externo, no caer en el error del PSG: mantener y afianzar el liderazgo dentro de la izquierda. En estos momentos, Compromís no le amenaza, pero tampoco le conviene que se deshinche. Y, por último, aprovechar los errores del oponente, que se darán. 

Tiempo, y estructura, tiene; la cuestión es saber hasta cuándo puede (o debe) compaginar esfuerzos a sabiendas que su objetivo está en la Comunitat Valenciana. Su objetivo ahora deben ser las sedes, las agrupaciones y agujeros negros del mapa. En otros sitios le dirán que no deben asustar a los empresarios; pero sus objetivos están en el territorio. Dos ejemplos: Ibi y Alicante. En el primero, el PSOE ha logrado volver a la Alcaldía casi 20 años después. Sergio Carrasco es hoy alcalde en lo que era ya un feudo del PP por su persistencia y porque tiene un socio que creció lo suficiente para que dieran los números. En Alicante, no ha repetido ningún candidato en los últimos 16 años y lleva ya varios sin rascar bola (si exceptuamos los tres años del tripartito de izquierdas). Y la cosa no pinta mejor. Las historias de éxito metidas con calzador son excepcionales. 

Respecto a Vox y Sumar: la conclusión es clara, más allá de las especificidades de Galicia, donde nunca se ha consolidado ningun proyecto externo. Ni UPyD, ni Ciudadanos, ni Podemos entonces; ni Vox ni Sumar ahora. Solo las mareas, con el fenómeno Podemos en su interior, lograron tener representación durante un mandato y por la división del voto nacionalista, con lo cual, la conclusión es clara: sin estructura política propia en los territorios, los proyectos son efímeros. Y ese debe ser el mensaje que capten aquellos que persisten en convertir a Sumar en un instrumento perenne: en la mayoría de los territorios, las estructuras locales están claras y sólo crecen o decrecen dependiendo de las circunstancias y de los momentos puntuales.  Y la plataforma Sumar solo tiene su fin de ser en agrupar todo el voto a la izquierda del PSOE en unas elecciones generales. Las autonómicas, más allá de las tendencias nacionales, que las hay e influeyen -ahí está el 28M como ejemplo-, son 17 realidades diferentes (electoralmente). Como lo son las de cada municipio. Y si no que se lo pregunten a Abel Caballero. Pero al final lo que lo sustenta todo son la fortaleza de las estructuras internas.