VALÈNCIA. Parece que València se va sacudiendo de encima los fantasmas de La Ruta del Bakalao, el movimiento musical más importante de la historia de la ciudad. En los últimos años, la publicación de libros, una exposición en el IVAM, la grabación de una serie y otras iniciativas han ido rehaciendo el relato arrollador en el que acabó degenerando el ecosistema de discotecas del área metropolitana a partir de los 90. Pero además de todo aquello que rodea la música, también la escena musical electrónica ha vivido un cambio. De hecho, vive uno de los momentos más estimulantes de los últimos años. La post-Ruta ha llegado a la ciudad, el público reivindica la vuelta a los orígenes: música de vanguardia, mezclada con otras disciplinas artísticas, en un ambiente hedonista y diverso. Spook y Barraca, pero también colectivos como Gordo, Sons o Impuls —que actúan también en otras salas más pequeñas—, y una larga lista de DJs conforman esta nueva red.
El festival Volumens quiere reivindicar a los pioneros de esta post-Ruta, Le Club, que cumplió en 2020 20 años desde su creación. Lo hará en la clausura del festival, el 1 de octubre, con una fiesta en la que se resucitará el club en la Sala Canal. Los DJs residentes de la antigua discoteca de La Font (Vladimir Dynamo, Dioni Sánchez, H4L 9000, Nacho Marco y Fran Campos), pincharán junto a JASSS, Miss Tra, Lucía Gea y Sergi Palau. Le Club vuelve, solo por un día. Esta celebración de los 22 años no será un acto nostálgico simplemente, sino que se está preparando a consciencia, recreando también esa mezlca de disciplinas artísticas que se juntaban en el Le Club original. Será un túnel del tiempo que viajará hasta el presente, con las sesiones de los DJs emergentes.
Le Club se recuerda porque, en los seis años de vida en los que funcionó como discoteca, preparó a la ciudad para todo lo que vendría después. Corría la década de los 90 y a La Ruta del Bakalao le había comido su era Destroy. La masificación de las discotecas y la homogeneidad musical se apoderó del movimiento cultural, rebajando las expectativas de aquellos que empezaron a vivirla. “Estábamos decepcionados con La Ruta, la vivimos pero hubo una generación que nos contó un relato de ella que había degenerado tanto que ya no estaba. De ahí nació el germen de Le Club”, explica Dioni Sánchez, uno de los DJs residentes.
Un grupo de personas se empezó a fijar en otras escenas musicales, como Madrid o Barcelona (Dioni califica su viaje al Sónar del 95 como determinante), y en la música de vanguardia que se hacía en otras capitales europeas. El ensimismamiento de València actuaba como “un muro”, que decidieron ir derribando.
De ahí surgieron primero diferentes colectivos, como el Colectivo de Apoyo al Movimiento Techno, que después derivó en la promotora UHF, que fueron haciendo diferentes fiestas puntuales en salas de València. Una de ellas, La Font, se acabó convirtiendo en su refugio.
El local, con un equipo de sonido preparado para otro tipo de música y un mobiliario heredado de la década de los 70 empezó humildemente para “normalizar y darle continuidad a un proyecto musical que pusiera la vanguardia europea en el centro”, tal y como cuenta Jesús Ortega, que fue director de la sala. De manera natural, el marco estaba claro: crear un ambiente paralelo, inédito en ese momento en València, de un público al que le interesaba la electrónica avanzada y no encontraba su lugar en el ecosistema destroy. Al igual que la primera etapa de La Ruta, los primeros en llegar fueron las diferentes tribus urbanas de la ciudad, expulsadas naturalmente de otros lugares, que hicieron de Le Club un refugio musical. A los post-ruteros se les unió la comunidad LGTB, “el ambiente gay” que se decía en la época, que también hizo de Le Club su lugar. La música se convirtió en una palanca para crear un espacio seguro en ese rincón de La Fonteta.
Durante seis años, el proyecto fue creciendo y encontrando su lugar. Mientras La Ruta moría, se ponían las primeras piedras de la nueva concepción de la escena electrónica valenciana. “El público volvió a encontrar un lugar en el que dar rienda suelta a la libertad y al hedonismo sin ningún tipo de prejuicio”, resume Dioni Sánchez.