el billete / OPINIÓN

Literalmente

30/06/2024 - 

Cuando la alcaldesa de València explica que no pone la bandera LGTBI+ en el balcón municipal porque en su día —noviembre de 2023— el Consistorio de PP y Vox decidió no poner ninguna bandera, y dice literalmente: "El Ayuntamiento de València no pone banderas en el balcón, pero no por el día del Orgullo; no lo pone el día de la ELA ni el día del Alzhéimer ni el día del Cáncer", solo los necios y los malintencionados entienden que está comparando ser homosexual con padecer una enfermedad.

Como los enfermos de ELA, de Alzhéimer y de cáncer no son necios ni insidiosos, no se han ofendido porque se ponga a la misma altura la gravísima enfermedad que padecen con una reivindicación social, ya que saben que lo que estaba haciendo María José Catalá era, simplemente, poner ejemplos de banderas o pancartas que ya no se cuelgan en el balcón municipal con motivo del día internacional de turno. Fue una explicación bastante básica, no hacía falta tener una gran capacidad cognitiva para entender lo que quería decir.

Dirás que no puso los mejores ejemplos, que debería haber elegido otros como el día de la Mujer o el día contra la Violencia de Género. Pues es verdad, debería haber tenido en cuenta que la sociedad camina desde hace tiempo hacia la estulticia, la simpleza y el coger el rábano por las hojas para despellejar a quien sea, aprovechando las redes sociales. Como era de esperar, los memos de las redes fecales fueron los primeros en estallar contra Catalá con graves insultos, amenazas y maldiciones.

De un tiempo a esta parte, se han popularizado entre la gente joven las coletillas "literal" y "literalmente", colocadas junto a todo tipo de palabras y expresiones dichas en sentido figurado y por tanto, no literal. A modo de ejemplo: "la despellejaron, literalmente". Esta confusión ha coincidido con el creciente fenómeno de la literalidad, la tendencia a interpretar las palabras en su sentido más estricto sin atender a su posible empleo figurado, al contexto, a los matices y, lo que es más importante, a lo que el hablante ha querido decir. De esta forma, no importa lo que has querido decir, sino lo que yo he entendido o he querido entender.

Íñigo Errejón es una persona inteligente que no llamaría al 112 si oyera a alguien decir "me muero de amor", pero debió de pensar que sus seguidores no son tan listos, o que no iban a pararse a escuchar la frase de Catalá o sus explicaciones porque les bastaba con su burda tergiversación —la de Errejón—, que fue la siguiente: "La alcaldesa de València dice que no pone la bandera del Orgullo en el balcón del ayuntamiento porque no pone la de otras enfermedades. Ahí lo que tiene es un lapsus y lo que dice es que, en su opinión, ser LGTBI es una enfermedad". A continuación, el líder de Más Madrid pidió a Catalá que rectificara "si tiene algo de coraje, dignidad y decencia", cosa que la alcaldesa no hizo porque no había dicho eso.

A la ministra de Igualdad, Ana Redondo, también le da igual lo que quiso decir la alcaldesa. Está tan horrorizada, que ha puesto a su equipo jurídico a estudiar la posibilidad de emprender "acciones penales". Le auguro el mismo recorrido —archivo inmediato— que aquella denuncia de Vox contra Irene Montero por, supuestamente, incitar a los menores a tener relaciones sexuales, en una declaraciones que los necios del otro costado tomaron al pie de la letra cuando era evidente el sentido de sus palabras. No obstante, con lo entregado que está el Fiscal General del Estado, no podemos descartar que la alcaldesa acabe imputada por no sabemos qué.

Con todo, lo más preocupante no son las redes sociales, especialmente el lodazal de X (antigua Twitter), a las que hay que dar por perdidas; ni los políticos que aprovechan cualquier ocasión para atacar al contrario bordeando los límites del fair play.

Lo más grave es que la televisión pública estatal y medios de comunicación líderes se desentiendan de la verdad y alimenten la polémica en sus tertulias y entrevistas ocultando información, de manera que sus audiencias ahora mismo piensan que el Ayuntamiento de València no ha celebrado el día del Orgullo y que su alcaldesa dice que la homosexualidad es una enfermedad. Es lamentable que tertulianos desinformados de Madrid y Cataluña continúen hablando de oídas hasta tres días después de estallar la polémica, y que los medios serios sigan bebiendo de las redes sociales haciéndose eco de polémicas inventadas.

Es muy preocupante que den igual las explicaciones posteriores de Catalá porque no interesa mostrarlas, incluso habiendo mandado a un periodista con una cámara al Ayuntamiento a recogerlas. O que se diga que València no ha puesto la bandera, pero se oculte, porque no encaja con la "homofobia" de su alcaldesa, que iluminó el edificio municipal con la bandera LGTBI+ y utilizó los paneles digitales para mostrar mensajes del día del Orgullo.

Este artículo no va de la decisión de no poner la bandera en el balcón, que es discutible, criticable, tildable de homófoba y, si le parece a la ministra, querellable. Esto va de la obligación que tienen los periodistas de analizar las declaraciones en su verdadero contexto, a riesgo de quedarse sin polémica del día para la tertulia. En definitiva, de no hacer lo mismo que los pseudomedios. Luego nos quejamos de Alvise.

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