Uno de los principales problemas que tenemos los políticos (me niego a llamarnos clase) es que, a vista de los ciudadanos, siempre prometemos muchas cosas y, cuando estamos en el poder, hacemos otras bien diferentes. De ahí el distanciamiento y hasta aversión que mucha parte de la sociedad siente hacia los que no somos más que servidores públicos.
Entre nosotros, creo que a veces tienen razón. Basta solo con ver al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. La lista de sus contradicciones es más larga que un día sin pan. Empezó prometiendo luchar contra la presunta corrupción del Gobierno de Rajoy y va a terminar reduciendo el delito de malversación para salvar a sus socios de ERC. Los mismos que en 2018 habían cometido un “clarísimo” delito de rebelión y cuatro años después están en la calle por un indulto aprobado por el Gobierno
Y Pedro Sánchez duerme como un lirón, aunque dijo que no pegaría un ojo si compartiera Ejecutivo con Podemos. Y ahí tenemos los resultados. Sí es sí, querido Pedro. Sí te has saltado tus promesas; sí has hecho todo lo que dijiste que no harías y sí, los españoles con hijas no pueden dormir por la chapuza legislativa de tus socios que has permitido.
Hasta cuatro jueces hay en el Consejo de Ministros que ha aprobado la nueva ley que revisará a la baja la condena de violadores. Estoy segura de que saben de leyes, lo que da más pavor todavía. A pesar de que eran conscientes de lo que iba a ocurrir, dieron su visto bueno a la ley porque era lo que le interesaba a su jefe.
En este ambiente se ha celebrado este año el 25-N, Día Internacional contra la Violencia contra la Mujer. Con una pesadumbre generalizada porque, precisamente, los que venían a salvar a las mujeres. Eso decían. El resultado es que se han pasado cuatro años chupipandi viajando around the world a cuenta del erario público, con Falcon, coche oficial y dietas. Todo mientras los demás veíamos sus ‘selfies’ en plan superguay, tía.
Nunca jamás he visto un caso similar al de este presidente del Gobierno. Solo es comparable al de su antecesor socialista en el cargo, José Luis Rodríguez Zapatero. Otro de los que entró con una sonrisa afilada y terminó por ordenar congelar las pensiones en nuestro país.
Creo que este símil ya lo utilizó, poco más o menos, el presidente del PPCV, Carlos Mazón, el otro día en Villena, en la presentación del próximo alcalde Miguel Ángel Salguero y que contó con la presencia del expresidente Mariano Rajoy.
Zapatero cogió un país próspero, con vocación de liderazgo mundial, que le dejó José María Aznar. Solo le bastaron ocho años para dejarlo quebrado, que es como se lo encontró Mariano Rajoy.
No fue fácil. Con tesón, trabajo y credibilidad consiguió doblegar la famosa prima de riesgo y devolver España a la senda de la riqueza y creación de empleo.
Pero solo los socialistas son capaces de superarse a sí mismos. Pedro Sánchez entró de rebote en la Moncloa en 2018 y no hace falta que les cuente cómo está ahora mismo el país.
De nada me vale decir que ha afrontado una pandemia, una guerra europea y una crisis inflacionista. En realidad, todo el mundo lo ha sufrido. La diferencia está que España es la que más ha retrocedido de Europa y la que más le cuesta recuperarse.
La historia está ahí para repetirse. Otro gallego, Alberto Núñez Feijóo espera su turno para recoger un país roto, pobre y desencantado para llevarlo hasta la élite europea. El Partido Popular vuelve a tener la difícil misión de recuperar muchas cosas que la avaricia de Sánchez ha roto.
No soy nadie para darle lecciones a Feijóo, pero si me escuchara le pediría que uno de sus primeros esfuerzos fuera dedicado a que los ciudadanos volvieran a confiar en sus instituciones, que tuvieran la certeza de que el Gobierno y su presidente están ahí para velar por el interés general de España, y no el particular del inquilino de la Moncloa.
En este sentido, hay muchos pasos que dar atrás. Organismos como el CIS, la Fiscalía General del Estado o hasta Correos merecen tener profesionales cualificados y de confianza, alejados del partidismo de sus actuales representantes. Con este panorama, no parece confiable meterse a negociar el CGPJ con Sánchez mientras reduce las condenas por secesión por mantenerse unos meses más a bordo del avión oficial.
Estos cambios supondrían una señal muy importante para recuperar la confianza de esos ciudadanos ahora perdidos para el ejercicio de la democracia. Indispensable para, después, acometer las reformas estructurales que necesita España
Misión difícil tenemos los políticos por delante. Menos mal que podemos contar con el PP.