VALÈNCIA. Sylvia Plath era vertical, pero hubiera preferido ser horizontal (“I Am Vertical / But I would rather be horizontal”.). El personaje creado por Ottessa Moshfegh en Mi año de descanso y relajación (Alfaguara, 2018) busca un dormir extremo para solventar todos su malestar psicológico. Acude a un combinado extremo de fármacos inductores del sueño. “No es que me estuviese suicidando; de hecho, era lo contrario al suicidio. Mi hibernación era cuestión de supervivencia. Creía que me iba a salvar la vida”.
Estamos en los albores de septiembre, pero el uniforme del nuevo curso escolar sigue siendo pantalón corto, tirantes y una pátina de sudor que perla los rostros. Por la noche, el calor y la humedad invitan a los mosquitos y un parásito más punzante: el insomnio.
En Guerra y paz, Lev Tolstói, le atribuía a uno de sus personajes la ansiada paz mental, y para referirse a ello, le dejaba dormir a pierna suelta pese al ambiente bélico. El propio Tolstói practicaba una serie de hábitos de higiene moral y del sueño: no consumir alimentos con azúcar añadido, que las siestas y cabezadas no superasen las dos horas al día, acostarse a las diez de la noche y despertarse a las cinco de la madrugada.
La editorial Acantilado recoge en varios volúmenes los diarios del escritor ruso. Un impecable trabajo de edición y traducción a cargo de Selma Ancira que presenta la lucha que mantuvo Tolstói consigo mismo y con su entorno, en la búsqueda incesante de su plenitud como hombre y como escritor. Entre sus preceptos de vida, también figuran no tener en cuenta ninguna opinión que no esté basada en la razón y no acudir al burdel más de dos veces al mes.
“Siempre he dormido mal. Este es uno de los hechos fundamentales de mi vida”. De esta forma comienza El mal dormir. Un ensayo sobre el sueño, la vigilia y el cansancio, libro de David Jiménez Torres editado por Libros del Asteroide con motivo de su I Premio No Ficción Libros del Asteroide.
El ensayo publicado en enero de este año versa sobre “la experiencia de quienes, como el autor, tienen problemas de sueño. No se trata aquí el insomnio extremo, sino más bien esa persistente dificultad para dormir que, si bien permite llevar una vida razonablemente normal, marca nuestra relación con la noche, con el día, con el trabajo, con las personas que nos rodean, y nos aboca a sentimientos de soledad, fracaso y frustración”.
“Apoyándose en la historia social y cultural del sueño, así como en vivencias propias y ajenas, David Jiménez Torres retrata la experiencia cotidiana del maldurmiente en una sociedad acelerada. ¿Es cierto que hoy dormimos peor que nunca? ¿Somos víctimas de los modernos horarios de trabajo, de un «capitalismo 24/7» y de las pantallas de nuestros móviles?
El mal dormir es una luminosa meditación sobre un trastorno tan corriente como misterioso, que pretende mostrar un aspecto desconocido de la existencia a quienes no tengan problemas de sueño y ofrecer a quienes sí los tienen el tenue alivio del reconocimiento”, explican desde la editorial.
Entre las publicaciones recientes sobre la enfermedad que es la falta de sueño, o el sueño interrumpido, agitado y débil, destaca Un malestar indefinido. Un año sin dormir (Anagrama Argumentos, 2022). Su autora, la profesora de Escritura Creativa Samantha Harvey, se lanza a explorar el insomnio y, a través de él, de la condición humana, la memoria, los miedos, el lenguaje, la creatividad. “Me tumbo en la cama. La cabeza sobre la almohada. Salgo de la cama; movida por la superstición, recojo la ropa desparramada por el suelo, la doblo, la amontono y la retiro; una de las innumerables pequeñas rutinas que llevo a cabo para evitar una noche en blanco. Una de las innumerables pequeñas rutinas tachadas de superstición, en la supersticiosa creencia de que los actos supersticiosos solo contribuirán a reducir las posibilidades de dormirme, pero que al final me es imposible ignorar. Son del todo necesarias. Ya hace mucho que conciliar el sueño dejó de ser un acto natural y se ha convertido en un acto de magia negra”.
En Ficciones, del escritor argentino Jorge Luis Borges, encontramos el cuento Funes el memorioso, según Borges este relato es “una larga metáfora del insomnio” en la que el protagonista sufre de hipermnesia, un fenómeno por el cual al no dormir, no se produce una depuración de recuerdos y por tanto, no tenemos la capacidad de olvidar memorias que nos impiden una vida satisfactoria. En palabras del escritor, “Entre las obras que no he escrito ni escribiré (pero que de alguna manera me justifican, siquiera misteriosa y rudimental) hay un relato de unos ocho o diez páginas cuyo profuso borrador se titula "Funes el memorioso"... Del compadrito mágico de mi cuento cabe afirmar que es un precursor de los superhombres, un Zaratustra suburbano y parcial; lo indiscutible es que es un monstruo. Lo he recordado porque la consecutiva y recta lectura de las cuatrocientas mil palabras de Ulises exigiría monstruos análogos”. El insomnio es una insurrección de la memoria que no atiende a la tregua de la oscuridad / sueño.
En el top of mind de películas sobre el dormir agitado —o no dormir—, figura la manida Pesadilla en Elm Street, película slasher de 1984 dirigida por Wes Craven, y por supuesto, el film en el que encontramos la frase “Cuando tienes insomnio nunca estás del todo dormido ni despierto del todo”, es decir, El club de la lucha, pieza audiovisual firmada por David Fincher que, llevada a la actualidad, parece propia de crypto bros y otros especímenes forococheros.
Hay más: Uno de los nuestros, (Martin Scorsese, 1990) en su fase final, cuando la cocaína produce un insomnio deseado. Aparte del insomnio de categoría anfetamínica, el universo vampírico nos ha dejado obras como El placer de los extraños, película de 1990 con Paul Schrader en la dirección y Harold Pinter como guionista basada en la novela de Ian McEwan. En The Machinist, Christian Bale es Trevor Reznik, un operario de fábrica que no puede dormir desde hace un año.
“Son las tres de la mañana / y ya no puedo dormir / con un libro abierto / y muchas ganas de sufrir / voy a ver qué hay dentro / de la parálisis del sueño / no puedes ir hacia atrás / donde no existe el tiempo / mis amigos son vampiros / no descansan los domingos”. Ghouljaboy y Depresión Sonora nos regalaron a los insomnes hace un año el tema desorden del sueño, canción que podría ir en una playlist junto a Insomnio de Leonora Post Punk: “Las voces se destienden / Cuando la luna aclara / Llegan a mis oídos / Como riegos en el césped / Tan sólo quiero dormir / Tan sólo quiero soñar”. Otros que no pueden dormir y lo achacan a la ciudad son La Plata, que en 2017, en el tema Esta ciudad, cantaban: “Estoy cansado y no puedo dormir, no tengo sueño / Creo que es por esta ciudad, le tengo asco / Quiero cerrar los ojos y entra luz por la ventana”.
Aún faltan veintitrés días para que comience el otoño.