El cielo castellonense, desde hace varios días, está cargado de tristeza, arrojando una gama cromática de escarlatas, ese rojo intenso qué estremece. El fuego del #IFVillanuevadeViver es una tragedia, una más para los pueblos del interior y para nuestro medio natural, un patrimonio ambiental que deberíamos estimar y proteger más. En menos de un año el mapa forestal de Castelló ha sido castigado duramente por el fuego, por esos incendios de generación 6, capaces de devorar sin control el territorio, capaces de retroalimentar las llamas y crecerse. Es devastador.
El grave cambio climático, las elevadas temperaturas, la sequía, el estrés hídrico, además de las condiciones de montes sin gestión forestal, cambios en el uso del suelo, con escasa actividad ganadera y agrícola, se están convirtiendo en armas de destrucción masiva, además de las varias teorías de prevención ante las que casi nadie está de acuerdo, sobre todo, los habitantes de estos municipios que cada vez suman más motivos para su despoblamiento.
El cielo castellonense está triste, con un silencio que solo interrumpe el paso de los medios aéreos que están luchando contra el fuego, venidos de otras autonomías para sumar, para cooperar con las brigadas forestales y bomberos castellonenses, con todos los profesionales que desde el pasado jueves se están dejando la piel en primera línea del incendio. Ellas y ellos con los héroes de esta tierra.
Estos incendios forestales son las otras guerras que azotan a la humanidad, como las sequías, como el hambre. Estos comienzos del siglo XXI están mostrando la crueldad que vamos a sufrir en los próximos años y décadas si no se remedia el calentamiento del planeta. Incendios voraces que afectan a todo el mundo, provocados por el cambio climático y provocando el abandono de la población de las zonas rurales. Es el fuego exterminador que nos cae encima como una de las plagas divinas, y ante el que no ponen remedio las potencias internacionales. Porque no es sólo un problema de nuestro país, es una gravedad y urgencia global.
Mi vecina ha regresado de Cuenca porque tenía cuestiones ‘de papeles’ que resolver en Castelló, pero vuelve a viajar a la bella ciudad en Semana Santa. Llegó el pasado jueves, y con transbordos porque desde Castelló no se puede viajar ni llegar en trenes de bajo coste. Debemos ir a València para viajar en estas ventajosas condiciones. Aquí seguimos siendo un lugar aparte, como si no fuéramos nadie.
Mientras escribía por la mañana este artículo, con toda la tristeza encima, vuelo a destacar los olores de los patios interiores de mi casa. Y no eran, precisamente, de mi vecina. Otra vivienda ha cocinado una sepia encebollada con azafrán, lo he captado totalmente y he preguntado, porque mi abuela Pepica de Gavarda cocía esa sepia a fuego lento durante casi dos horas, y el azafrán era lo más impactante. Una receta que gracias a la memoria prodigiosa de mi prima MaríaAntonia he recuperado y que cocino de vez en cuando.
Mi vecina me ha traído de Cuenca un buen recipiente de ajoarriero de bacalao, elaborado por su prima, un manjar espectacular. Alucinante esta mezcla saludable de sabores. Pero, además, preparó ayer una Olleta de La Plana para calmar el destemple de nuestros cuerpos, a pesar del calor primaveral. Ella sostiene que la ponentá nunca trae nada bueno. Qué nos pille bien comidas y confortables, porque, después, vamos a seguir rabiando y reivindicando.
Tras el puchero, donde habitan, mayoritariamente, las verduras y legumbres (y una manita de cerdo que devoré con toda la gula) nos dedicamos a bendecir los sabores del ajoarriero conquense, un plato que une nuestras memorias familiares y que nos convierte en un gran comando afectivo de Cuenca. Acabamos con mis torrijas madrileñas. Sin tiempo para cocinar y con la semana santa encima, no se me ocurre otra opción que cocinar torrijas al por mayor y al por menor.
Ramón Tamames tiene casi la misma edad que mi vecina, una mujer a punto de ser nonagenaria que ha sentido vergüenza infinita por el papelón, en el Congreso, del antiguo militante comunista, preso político y, ahora, rendido al fascismo y la ultraderecha. Me ha comentado que ella, cuando era joven, en Madrid, votó a Tamames como candidato a la alcaldía. Una decisión ante la que optaron muchas y muchos jóvenes en aquellos finales de los años setenta del pasado siglo
Me cuenta que se convirtió “en un señorito dentro del comunismo”, que decepcionó a muchos en unos momentos convulsos y decisivos, en los que la izquierda comunista parecía perderse en los protocolos del poder. No todos se perdieron, pero Tamames era una especie conservadora y muy extraña. Y arruinó mucho los ideales de miles y miles de personas.
Mi vecina ha vivido diversas evoluciones políticas. Demasiadas. Hoy ha recuperado la esencia de un espíritu rebelde. Llegamos a la conclusión de un momento gravísimo, del uso y banalización de las Instituciones Públicas. A veces, los golpes de estado no son rotundos ni armados, pueden ser un goteo de desprestigio y frivolidad contra la democracia y sus instituciones.
Ayer volvimos a brindar con esas copitas diminutas, talladas delicadamente, llenas de la absenta Segarra de Xert. Lo hicimos por la memoria democrática, por la decencia, la ética y el compromiso de las buenas personas que se dedican a la política.
…Y pensando en la ponentà, tan terrible y maliciosa, recordamos a nuestra añorada Almudena Grandes y aquel libro que tanto nos marcó: Los aires difíciles. Vivimos inmersas en el ojo de los aires difíciles, que nos arrastran y marcan el devenir de los días….