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el interior de las cosas / OPINIÓN

Los cometas del amanecer

6/07/2020 - 

 Cuentan las enciclopedias que los cometas son cuerpos celestes constituidos por hielo, polvo y rocas que se mueven alrededor del Sol, siguiendo diferentes trayectorias elípticas, parabólicas o hiperbólicas. Forman parte del sistema solar y la mayoría describen órbitas elípticas de gran excentricidad. Los cometas se consideran en muchas culturas símbolos de cataclismos, calamidades, también de suerte y buenos augurios. Por la comarca de Els Ports ha pasado un cometa, el  C/2020 F3, un cuerpo celeste retrógrado de largo período descubierto el pasado mes de marzo por el telescopio espacial NEOWISE. El fotógrafo morellano Rafa Ruiz Martínez ha vuelto a deleitarnos con una imagen maravillosa, captada en el amanecer de este domingo desde la ciudad amurallada. El cometa ha surcado el cielo castellonense con su estela efímera, con ese alumbramiento que sobrecoge. Las estrellas fugaces también son cometas, según afirmó Newton y reafirmó Halley, cuyo nombre bautizó un cometa que buscamos durante horas por el cielo y que no vimos una noche de verano en lo más alto del castillo de Morella en 1986, cogiendo la pequeña mano de un hijo tan inquieto como curioso. La noche nos deja los silencios que perseguimos y la fascinación por el cielo, ese espacio gigante al que volamos para sentir la existencia, la solemnidad y la libertad que no sentimos habitualmente. 

"Hoy los pequeños municipios, las pequeñas ciudades, son protagonistas, son capaces de aglutinar los  deseos y necesidades ciudadanas".

Mientras les escribo, la mañana de este domingo, en la ciudad de Castelló, es espléndida entre estas calles de ventanas y balcones, de personas que no veranean ni tienen segunda residencia. Los sonidos dominicales son especiales. Es el único día de la semana que sube el volumen a las diversas músicas que amenizan el barrio. Pasodobles, coplas, rock, jazz, música ochentera, bachatas y merengues. Y el rap, que me gusta, qué suena duro y cercano, ritmos que son crónica real de lo que estamos viviendo. Casas abiertas, gentes sensibles, solas, sin vistas a una enorme playa pero con la calidez precisa para que los domingos no sean días atípicos. 

Entre estas canciones suena El Relicario, interpretado por Sara Montiel y, mientras escucho, la radio tiembla con voces destacadas del periodismo que rinden homenaje al querido amigo José Martí Gómez, el periodista morellano que pasó por Mediterráneo, que estuvo a punto de quedarse en Castelló, que acabó volando alto por diferentes ciudades y países, y que ahora se jubila de la radio a sus 83 años. José Martí es lo más estimado del periodismo porque él, precisamente, es el periodismo, uno de los mejores reporteros, investigadores y entrevistadores de este país. Cuando te sientas en la terraza del bar Canyero de Morella, en la silla que lleva su nombre, cuando puedes verle, tocarle, abrazarle, cuando expande su cariño a Olga y a quienes le acompañamos, esta profesión maltrecha cobra todo su sentido, y el corazón se ensancha ante una buena persona, que es lo que debe ser un periodista. En esas tertulias, además, miras a Elena, su compañera de vida, y descubres muchas respuestas a una trayectoria maravillosa, anclada en la vida real, gozando de la complicidad y el amor de quienes caminan codo a codo. 

"Desde Castelló se vive y se siente de otra manera, afortunadamente. Las ciudades, sus Ayuntamientos, tan invisibilizados en esta crisis y en todo, saben relacionarse con todas las situaciones".

Martí Gómez maldice el acomodamiento periodístico, también la vulnerabilidad, las jodidas  malditas empresas, y lo hace con la solidaridad y defensa del periodismo joven, esa esperanza puesta en que renazca esta profesión olvidada. Con él no dejas de aprender, es un privilegio, posee esa mirada diferente, crítica, certera, tan necesaria en estos tiempos difíciles. Y también maldice la  mediocridad, la deriva política, las formas frívolas y efímeras de las acciones que acaban con buenos políticos. Es un referente de la vida sana de este país. 

Caminamos en esta ruta incierta del coronavirus, con la incertidumbre a cuestas, en el contexto de nuevos casos, rebrotes del virus, de lo que parece que no vamos a poder detener. Nuevos tiempos para los que debemos prepararnos. Hay una peligrosa confianza ciudadana, -irresponsable-, nos despreocupamos con facilidad de las adversidades que se sitúan en la esfera de lo pasajero, y acabamos olvidando que hemos pasado varios meses de confinamiento, que han muerto decenas, centenares, miles, cientos de miles de personas, que nuestros seres queridos siguen siendo población de riesgo. Este virus parece ser un cometa efímero que sobrecoge, desconcierta, que nos afecta profundamente pero que no deja de ser efímero. Las cifras de víctimas en EEUU y en los países de América Latina son estremecedoras. Las consecuencias de esta crisis sanitaria en el resto del mundo, en Europa, son desoladoras. Y nadie vislumbra la salida de este agujero negro. 

"Cada día, en cada ciudad y cada pueblo, alguien se despierta con una suficiente carga de empatía hacia sus vecinas y vecinos, porque es uno de ellos". 

La capacidad de gestión de los distintos gobiernos se está poniendo a prueba. Desde la globalidad, los gobiernos no han logrado una confluencia óptima para compartir los problemas de este mundo, ni siquiera en esta casa común que es Europa. Sientes que somos espectadores de un relato que habíamos imaginado o nos lo está contando una distopía televisiva o cinematográfica, la historia de una sociedad indeseable en sí misma. La experiencia de estos meses no está sirviendo de mucho. Regresamos a las estrategias caducas de modelos políticos, económicos y sociales que no conectan con las personas. Aplaudimos visitas locales de la monarquía, nos ponemos descaradamente en la primera línea de las fotos, mientras cuentan, y es verdad,  que han regalado millones de euros al placer, han pagado “lunas de miel”, y han recibido comisiones de proyectos de envergadura. Y no dedicamos el mismo fervor a la honesta cercanía, a quienes se dejan la piel porque cada día sea una nueva oportunidad de economía circular y cercana. Hay marcas que no convienen. Nos exhibimos  tristemente como participantes en un juego de tronos y olvidamos que la vida ciudadana y real es el auténtico relato de esta pandemia, del resto de las pandemia que nos azotan como sociedad. 

Desde Castelló se vive y se siente de otra manera, afortunadamente. Las ciudades, sus Ayuntamientos, tan invisibilizados en esta crisis y en todo, saben relacionarse con cualquier crisis porque son una instituciones vecinales, cada alcaldesa, alcalde, concejala, concejal, forman parte del tejido ciudadano. Son momentos difíciles, enmarcados en un pesimismo nada prometedor. Pero cada día, en cada ciudad y cada pueblo, alguien se despierta con una suficiente carga de empatía hacia sus vecinas y vecinos, porque es uno de ellos. 

"La capacidad de gestión de los distintos gobiernos se está poniendo a prueba. Desde la globalidad, los gobiernos no han logrado una confluencia óptima para compartir los problemas de este mundo."

Hay mucha vida, demasiada y destacada, más allá del Cap i Casal valenciano. Las comarcas se mueven sin retorno, -afortunadamente-, avanzan, convenian y confluyen. Las ciudades, también. Castelló acaba de ser elegida como ciudad piloto del estado español para el desarrollo de la Agenda Urbana 2030. La Unión Europea acaba de seleccionarla como Ciudad Inteligente en la red Challenger. No son cuestiones banales, ni noticias de segunda fila, ni de páginas par de los periódicos. Hay ciudades que están construyendo un futuro impensable en otras esferas políticas e institucionales. En esta actualidad donde se van diluyendo valores, ética y derechos humanos, los pequeños espacios urbanos son la salida. Europa no está dando todas las respuestas a los desafíos qué tanto anhelamos las personas, sintiéndonos desprotegidas y huérfanas de aquello que unió a los estados europeos, aquella excelencia justa e igualdad. Hoy los pequeños municipios, las pequeñas ciudades, son protagonistas, son capaces de aglutinar aquellos deseos y necesidades. Establecer redes de solidaridad, generosidad y comprensión ante los nuevos desafíos, la Agenda 2030, está en la agenda de la municipalidad, la gestión política más cercana y empatiza con las personas. 

Sigamos la vida del verano, ese ciclo en el que regresamos a los recuerdos, a la ingenuidad y curiosidad de la infancia, ese espacio en el que desaparece el tormento y el estrés, en el que nos sentimos libres sin serlo. Este verano queremos que sea igual a los anteriores, regresaremos a los paraísos particulares, a la sombra de la higuera, bajo la parra que plantara nuestra abuela, al bullicio de nuestros pequeños, a ese jazmín que pronto empezará a estallar en aromas. No dejemos de sentir la libertad de lanzarnos a nadar al río, de corretear por pinares y absorber el aroma de la resina, de dejarnos llevar por el paso de las nubes, de buscar las formas de nuestros deseos. Que nadie nos utilice, que nadie paralice nuestros sueños, que nadie impida nuestra felicidad. 

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