VALÈNCIA. En una era marcada por los avances digitales una “herramienta” avanza a mucha más velocidad que sus hermanas: la Inteligencia Artificial (IA). Este software comprende un conjunto de algoritmos informáticos que llevan a cabo acciones que imitan las humanas como pueden ser dibujar, grabar voces en off e incluso generar complejos vídeos sin necesitar ni siquiera una cámara.
Esta imitación se está volviendo cada vez más indistinguible, generando una confusión insalvable para saber si lo que consumimos lo ha creado una persona o una máquina. En la ilustración, esta “copia” viene dada de la base de información que existe en las redes, por lo que -dejando de lado el trazo y la emocionalidad- puede resultar muy difícil diferenciar el trabajo de un artista de carne y hueso con el que podría copiar la IA. Pero, si un trazo ya deja de ser único, ¿qué pasa con la voz? Y en el caso concreto del doblaje, ¿puede una máquina tener nociones de interpretación?
La IA ha avanzado tanto que ha aprendido a imitar sonidos: con una sola copia de voz puede generar entonaciones similares y pronunciar palabras que esa persona jamás ha dicho. Esto se complica más aún si se fusiona con la lectura de la imagen en movimiento, haciendo que la IA sea capaz de adecuar textos generados a través de ordenador a la dicción de su imagen. Hace semanas, Daniel González, actor de doblaje, recibió un vídeo en WhatsApp con un anuncio con su voz que él no reconocía haber grabado. Jamás había dicho esas frases, pero sin duda su voz sonaba en la locución.
Otro ejemplo reciente: la cantante Aitana visitó El Hormiguero, y con una herramienta de Inteligencia Artificial (IA) le pudieron cambiar su voz a varios idiomas de forma simultánea mientras ella respondía a las preguntas en castellano. Esta “broma” trasladada al mundo de la televisión, el cine y las series puede suponer un enorme riesgo para los actores y actrices de doblaje, que rezan por una legislación que les proteja. Un derecho de propiedad intelectual que depende de muchos factores, y cuya regulación es compleja porque los avances de la IA van mucho más rápidos que los de la ley. José Mora, abogado especialista en propiedad intelectual, explica que el peligro de la IA en este sector es similar al que ocurre con otros trabajos, poniendo en valor como lo más grave es el peligro de no saber diferenciar cuándo un contenido ha sido generado por IA o creado por personas algo que “sin duda puede afectar a la fiabilidad o a la valoración de esos contenidos e incluso a la responsabilidad sobre los mismos”.
De esta misma manera comprende que, aunque la voz está protegida como parte del derecho de imagen de las personas -y también por la propiedad intelectual al interpretar los textos, como pasa con actores y actrices-, la IA es -en según qué casos- manejada por ciertos productores que pueden decidir emplearla en sus trabajos, algo que hace complicada la limitación de esta “herramienta” en según qué casos: “El derecho originario a autorizar el doblaje pertenece al guionista y al actor o a la actriz (doblaje suele ir unido a traducción) pero es uno de los derechos que se cede al productor”, explica Mora sobre este caso.
Para combatirlo recomienda actuar de manera organizada: “Otra cosa es, como ha ocurrido con los guionistas en Hollywood, cierta protección se consiga, no a través de la propiedad intelectual, sino mediante la negociación colectiva. Trasladado a los dobladores, sería plantear que, si quieren trabajar con ellos, han de aceptar determinadas condiciones entre las que se encontrarían ciertos límites o requisitos para utilizar la IA”.
Desde el Col·lectiu de Professionals del Doblatge de València se está luchando por conseguir proteger su voz de estas copias y seguir abogando por la autenticidad de la actuación y los recursos sonoros que funcionan a través de las cuerdas vocales, algo que jamás conseguirá una máquina. Josema Soler, presidente del Col·lectiu, explica que actualmente están trabajando en luchar contra las imitaciones: “Al final nosotros somos intérpretes de voz, trabajamos emociones y actuamos bien. Una cosa es poner a un actor de broma a hablar en diferentes idiomas, donde muchas veces el movimiento de boca es casi perfecto, pero otro caso es traducir sonoramente su manera de hablar, la cadencia y la manera de decir eso. Es cuestión de tiempo que esta inteligencia artificial pueda hacerlo”. De momento hay softwares capaces de sincronizar labiales, copiar, ejecutar y repetir de una manera casi perfecta la voz: “Si tienen tu voz, pueden hacerte sonar como quieran”.
Soler aclara que también que hay grandes corporaciones internacionales -generalmente de Estados Unidos- que incluyen en sus contratos leoninos la posibilidad de que clonen la voz del firmante sin necesidad de su aprobación, e incluso a que esta sirva para entrenar a la Inteligencia Artificial.
El Col·lectiu se ha unido a otros grupos para crear PASAVE, la Plataforma de Asociaciones y Sindicatos de artistas de Voz en España, que agrupa la mayoría de asociaciones y sindicatos del estado español: “Es algo histórico trabajar de esta forma conjunta, pero la erupción de la IA ha supuesto un terremoto y amenaza enormemente nuestro trabajo”, explica Soler.
González explica que uno de los primeros pasos que se está haciendo desde PASAVE es intentar firmar una cláusula específica en la que se especifique que la voz no va a entrenar a una IA: “Somos conscientes de que muchas veces pueden hacer lo que quieran, pero ahora estamos intentando trabajar a nivel estatal para que no vuelva a suceder”.
El debate que se establece sobre este caso es similar a lo que sucede con las imágenes y obras generadas con IA, se tendría que poder etiquetar de alguna manera para no engañar al consumidor. Se está empezando a valorar cómo se podría etiquetar la voz para diferenciar la labor humana de la de la máquina, algo que para González sería clave: “El problema es que empieza a haber estafadores con aplicaciones que imitan la voz de una persona conocida e intentan engañar a otras… esto se va a comenzar a ir de las manos”.