VALÈNCIA. La gala de los Premios Max 2023 se acerca, y como cada año, toca dar un abrazo simbólico a todas las candidaturas valencianas. Los premios concedidos por la SGAE sirven, además, como la fotografía de un momento, como el escaparate que, más allá de los informes y las citas, sirve al sector para contar qué sensaciones y qué preocupaciones tiene.
En València, por ejemplo, tal y como señalaba un artículo publicado a raíz de la publicación de las nominaciones, las preocupaciones son muchas y profundas: la muerte, el suicidio o las enfermedades mentales inundan las propuestas que viajarán hasta Cádiz el próximo 17 de abril. “Tal vez sea un reflejo de un momento de inseguridad social, del miedo ante el futuro, y eso nos hace plantearnos qué va a pasar con nosotros, con nuestro trabajo. Tal vez queramos tratar estos temas porque tampoco es nuestro mejor momento como sociedad”, proponía Rodolf Sirera, autor y miembro de la Junta de la Academia de las Artes Escénicas de España, que moderó un encuentro con los nominados en la Sala SGAE.
“Aunque hablemos de la muerte o la locura, no se trata de ser pesimista o triste, sino que estamos intentando poner luz a temas dolorosos, con el objetivo de entenderlos y que hablen de la vida”, replicaba recogiendo el guante Paula Llorens. Y es que si a todas las producciones les cosía esa “tristeza”, todas han defendido querer ser una reflexión eminentemente vital. “En realidad, son temas dolorosos porque aún son temás tabú, porque la sociedad aún no se ha animado tanto a hablar sobre ello”, añade Pau Pons. “Continua siéndolo, aunque como dice mi osteópata, las casualidades no existen, y tal vez la pandemia de la que venimos ha sido un clic para decir: vamos a hablar de ello”, incorpora su compañero en El Pont Flotant, Jesús Muñoz. “Con nuestras obras no pretendemos ser ejemplo de nada. Somos un altavoz, y nuestra mirada va más allá de mostrar estos temas, sino que queremos ser resilientes con nuestra labor”, remató Sergio Caballero.
Así, L’abraçada dels cucs, de la compañía Cactus Teatre (Caballero y Llorens), y La caja. Donde la realidad pierde sus límites, de Teatro de La Catrina competirán en la categoría Mejor Espectáculo Revelación. Desirée Belmonte también ha sido nominada en la categoría de Mejor Autoría Revelación. Por otra parte, El Pont Flotant (Jesús Muñoz y Pau Pons) opta al premio por Autoría Teatral gracias a Eclipse total.
Quien llegará mucho más relajado a la gala será Sergio Claramunt, responsable de Payasospital, que recibirá un premio honorífico por su labor en el hospital de La Fe. Él también tiene mucho que contar al hablar de temas “tristes”. “La muerte es parte de la vida. Vemos contínuamente niños que se van con tres meses o cinco años… Y piensas en cuántas veces podrías haber muerto tú. Es entonces cuando dices: pues voy a vivir, y además voy a hacer el tonto, que es lo que sé hacer”, comentaba ayer.
La pregunta del millón que parece que nunca dejará de serlo: ¿ser de la periferia es un problema para llegar con fuerza a los Premios Max? Risas con algo de nervios. Quién responde. “Ser de la periferia no es un problema porque cada uno estará feliz con el lugar donde se ha establecido, pero está claro que a las producciones que tienen menos presencia en Madrid les cuesta mucho más pasar el filtro de ser candidatura a nominación”, resumía lúcidamente Jesús Muñoz.
Rodolf Sirera recordaba una frase de Lola Herrera en la presentación de un documental el pasado viernes que dice resumir el punto de inflexión del sector: “antes hacíamos temporadas, y ahora bolos”, en relación a lo poco que duran las obras en cartel, que difícilmente aguantan un fin de semana completo.
En ese punto de inflexión, la pandemia fue el golpe definitivo que lo provocó. ¿Ha sido el sector valenciano resiliente? “La resiliencia nos es inherente porque hemos sufrido dos crisis seguidas, la de 2008 y la del coronavirus. Es cierto que salimos más fuertes de ellas, pero me pregunto, ¿la próxima crisis cuándo será? ¿Aguantaremos tres crisis? Somos la generación de la procrastinación, y no abordar ciertas cuestiones nos precariza. O damos un salto y vamos todos a una con la institución o lo pasaremos mal”; también Muñoz.
Llegan las elecciones y precisamente el sector del teatro ha sido uno de los más combativos con las instituciones “del cambio”. Las tres compañías de las obras nominadas pertenecen a la misma asociación, Comité Escèniques, pero aún así resumen un malestar general. Preguntados por los deberes que le ponen a las administraciones, primero recelan de contestar y más tarde se arrancan: “No voy a decir nada que no hayamos dicho desde hace tanto tiempo. La gestión de ayudas es surrealista. Salen tarde durante el año, y cuando te las conceden, puede pasar más de un año para cobrarlas, cuando a lo mejor ya te has arruinado. Por otra parte, apostamos por que se atienda a la diversidad creativa de las compañías valencianas”, resumía Paula Llorens. “A las instituciones se le tiene que pedir tiempo. Las ayudas no pueden salir en octubre y resolverse en dos meses. Los proyectos tienen que meditarse y presentarse con tiempo. Con una previsión de dos años y no dos meses. El problema de las instituciones son principalmente administrativos, pero nos impiden que podamos hacer las cosas con normalidad”, añadía Rodolf Sirera.
Problemas con las ayudas tiene incluso Payasospital. Sergio Claramunt aprovechó para recordar que, hasta que no les dieron el premio honorífico en los Premis de les Arts Escèniques, Cultura nunca les ha reconocido como tal para cobrar subvenciones, que siempre tenían que pedir a Sanitat. En todo caso, agradeció el cambio de idea y la ayuda actual.
Más allá de las peticiones clásicas, también salieron otras preocupaciones, como los públicos. “La institución no siempre lo hace mal. Por ejemplo, las propuestas de mediación en el Rialto. En iniciativas como esa está el futuro y la clave para que la gente venga al teatro. El otro día nos preguntábamos una programadora y yo por qué la gente joven no viene al teatro. Como compañías y creadores, pero también desde las instituciones habría que preguntarse si se sienten interpelados por el teatro. Si mira mucho a la infancia, pero ¿y a la adolescencia?”, planteó Jesús Muñoz, de El Pont Flotant.
En este sentido, Sergio Caballero también puso el foco en la educación: “Más allá de que se tendría que blindar la profesión artística, también se debería potenciar el libre pensamiento artístico desde las aulas. No solo por los futuros creadores, sino también para crear futuros espectadores, para que puedan convivir y vivir de esto. Cuando, después de las funciones de L’abraçada dels cucs, hacemos coloquios con jóvenes, los razonamientos que pueden llegar a hacer son interesantísimos. El trabajo del teatro es proponer debates, y así hablar de la muerte, de la salud mental, del sexo, o de las identidades de una manera sana”.