VALÈNCIA. Crear desde las entrañas, con el corazón en la mano y con honestidad, también mostrarse siempre “abierto a explorar". Son tan solo algunas de las claves de la creadora y dramaturga María Velasco, para generar sus textos y sus obras. Consejos que le han servido para crear piezas como Primera sangre, que este año le ha valido el Premio Nacional de Literatura Dramática y que podrá verse en València los próximos 29 y 30 de noviembre en el Teatre El Musical. Una obra a la que ha dedicado más de cuatro años de su vida y que se convierte en un buen ejemplo de la constancia y la disciplina de la creadora: “El teatro es como una carrera de fondo, no depende tanto del talento sino de la constancia y la resistencia”, apunta.
Este es uno de los consejos que les da a sus alumnos del encuentro Creadores, que asisten a su taller Dramaturgia con D de deseo, en el que enseña a 13 personas de esta residencia artística a superar “los bloqueos y retos de los procesos creativos”, ayudándoles a “organizar los materiales escénicos” para salir de su parón creativo. Con un grupo con mucha diversidad “tanto geográficas como profesional” Velasco aprovecha para escuchar a todas las voces del teatro: “Es muy enriquecedor para las artes escénicas, que parece que a veces tienden a cierta endogamia. Creo que este programa ayuda a que los creadores puedan concentrarse y encontrar su espacio en una residencia”, señala la dramaturga.
Para la Premio Nacional este espacio es crucial en el momento en el que vivimos, donde “todo va tan rápido” y parece que no hay mucho espacio para la concentración y la creación. Ella misma, para crear sus obras Talaré a los hombres de sobre la faz de la tierra (Premio Max 2022 a Mejor autoría teatral) y Primera sangre (Premio Nacional de Literatura Dramática 2024) se sirvió de mucho tiempo a solas para poder generar sus textos desde la autoexploración. Otra de las claves que explica a sus alumnos es comprender el hábito de la reescritura como si fuera “una gimnasia para la mente”, o un acto más parecido a “la meditación, la oración o el entrenamiento”, un trabajo que va por capas con el que ella es capaz de llegar a la idea primera de sus proyectos.
Volviendo a su pieza Primera sangre, un relato basado en la historia de una niña secuestrada y asesinada en los años 90, se centra en el miedo, la violación y los abusos a través de una autoficción que va a ritmo de thriller. Para generar este texto, Velasco se centra en sus propios consejos para darle una relectura única a esta tragedia, como hacían en la época grecolatina: “El teatro siempre se ha fijado en los aspectos más controversiales de la sociedad: en la guerra, en la opresión, la desobediencia civil… El arte siempre pone la mirada donde la sociedad lo evita”, apunta.
Apelando a la sensibilidad con sus discursos, es capaz de traducir conceptos universales a un lenguaje común que se expresa sobre la escena: “El arte lo admite todo. Tiene un rol de activismo, también ayuda a reafirmarse en el derecho de reunión y en la libertad de expresión”. Es por ello que en sus trabajos intenta trasladar al público su mensaje para que lo traduzcan en sus cabezas, como decía dramaturgo y poeta alemán Bertolt Brecht: “Ser capaces de pensar con el corazón y sentir con el cerebro”. Así justamente es como Velasco intenta adaptar sus textos: “Considero que en el teatro primero apelamos a las sensaciones y no tanto a la comprensión, pero muchas veces de la emoción vamos directamente al intelecto”.
Sobre las tablas ahora se refiere a un público renovado que muchas veces se compone por gente joven, algo que le hace pensar que tras la crisis de la pandemia ha alentado a que otras generaciones comprendan el teatro como un espacio de encuentro social: “Creo que el teatro tiene algo de evento social y de encuentro. Veo como la obra sigue después de que se baje el telón y como la conversación que generamos suscita a la reflexión”, destaca la creadora, quien contempla que entre ese público también ve las caras conocidas de sus “fieles”.
En todos ellos observa la expresión de sorpresa al ver piezas como Primera sangre, una obra que “aborda el tema de la violencia sin añadir más a esta” y que, de alguna manera, se adelanta a la realidad que vivimos: “El arte tiene esa capacidad no solo retroactiva de leer la historia, sino la prospectiva de observar las hipótesis de futuro”.