CASTELLÓ. “Tú acabas de empezar y quizá eres demasiado joven…” fue lo que me dijo una editora que espero que nunca lea este artículo. Soy joven, pero no entiendo por qué eso parece que a algunas personas les vaya de la mano con parecer imbécil. Hay veces que la gente se piensa que los jóvenes somos imbéciles y por ello creen que pueden sacar provecho de todo y desde su situación de superioridad decirnos lo que quieran. Cuesta mucho ser joven, porque todos te piden una experiencia que no tienes y cuando la consigues la juventud se te ha ido. Muchos de mis conocidos en la moda empezaron siendo “niños” –y a pesar de que todavía lo son–, han crecido y siguen haciendo lo mismo, en su línea, pero diferente.
Es lo que siento cada vez que visito a Moisés Nieto. Moisés tiene cara de sabio, nombre de profeta y liberador del cuerpo femenino a través de su moda. Él y su equipo son luz entre las tinieblas que pueden ser la moda. Moisés es de esas personas que apetece abrazar. Olaya, divertida y creativa, siempre te acoge. Ceci, sobrina del diseñador, transmite un aura de paz cuando te la encuentras. Todos juntos, esa idea de familia que nos da Moisés Nieto cuando presenta sus colecciones.
No existiría Yohji Yamamoto, ni Rei Kawakubo, ni siquiera existiría Uniqlo si en los años cincuenta no hubiera existido Kensuke Ishizu y su tienda, Van Jacket. Fue él quien, durante la ocupación norteamericana de Japón en la segunda Guerra Mundial, cautivado por el estilo occidental, decidió importar a la isla el traje de chaqueta y, con los años, el estilo Ivy League. Los jóvenes japoneses, acostumbrados a vestir con los uniformes históricos de su cultura, comenzaron a llevar cazadoras, gabardinas, jerseys de punto y polos mientras sus mayores fruncían el ceño. A algunos le prohibían vestir ‘a la americana’, y salían de casa con el kimono puesto y la blazer escondida en una bolsa de papel. Descubrir que había una estética más allá de la suya, descubrir que existía la moda, supuso una revolución en las calles de Tokio. La ropa servía para comunicar rebeldía, modernidad, aperturismo. El estilo Ivy escribió el primer capítulo de la moda japonesa, hoy una de las más celebradas del mundo. Y ni siquiera hizo falta tirar de grandes juegos creativos o de estilos muy desarrollados; bastaba con cuatro o cinco prendas de ropa para que un joven de la época creara su propia estética fuera del sistema.
Esta colección de Moisés Nieto bebe del legado de Ishizu y su estilo Ivy. Prendas sencillas, limpias de corte clásico y sartorial realizadas en lana. Beige, negro, azul marino y un solo estampado. Abrigos, blazers, pantalones de pinzas pensados para llevar en cualquier ocasión, casi a diario. Pequeños detalles, pocos patrones y apenas fornituras. Como en el estilo Ivy, no hacen falta más prendas ni más ideas para que la ropa cuente una historia.
Todos los tejidos de la colección son tejidos deadstock de la platarforma Recovo. No es upcyling, porque no es reciclaje de algo que ya existía, sino la creación de algo nuevo a partir de metros de tela de calidad que permanecían en los almacenes. Una marca como la nuestra, que produce localmente en pequeñas tiradas es por definición sostenible. El hecho de no haber fabricado ningún material ha hecho, además, que se hayan ahorrado grandes cantidades de recursos y energía: 2181 litros de agua, 3236 litros de CO2 y 1005 gramos de sustancias químicas no liberadas.
La idea de una moda pensada para la vida cotidiana, de la prenda de calidad que sirve en cualquier circunstancia es también la idea sobre la que gira el desfile. El diseño como oficio real y el producto como absoluto protagonista. Dejar que sea la ropa la que hable sin necesidad de envolverla de espectáculos visuales y dejar que el propio proceso del desfile discurra a vista de todo el mundo, como herramienta de comunicación transparente porque, al fin y al cabo, la finalidad de un creativo es que sus creaciones acaben colgadas en los armarios de las personas anónimas que han establecido un vínculo con ellas, que sus prendas sean significativas para el que decide ponérselas, como aquellos jóvenes de Japón que paseaban orgullosos con sus blazers color camel y, sin saberlo, estaban cambiando el curso de la moda.
En aquel desfile todo estaba puesto por algo. El maquillaje, perfecto, en rellenando las sombras de ojos y dando una idea muy japonesa; el pelo, ligeramente despeinado, hecho a consciencia. Todo marcado. Todo ensayado. Pero pareciendo espontáneo. Elegancia sin límites.
Moisés no acaba de empezar, lo hizo hace muchísimo, pero si algo le ha llevado a este preciso momento ha sido ser fiel a sí mismo. Lejos de grandes almacenes y producciones en serie, siendo auténtico y fiel a su taller, sus clientes, su atelier. A pequeña escala y con mucha esencia. Creando colecciones cuando debe, sí, pero sobre todo cuando puede y respondiendo a ese estímulo creativo que no es lineal, sino a puntadas y con mucho tiempo. Creo que eso es lo que hace de alguien quien llega a ser. La esencia y voz propia. Si Moisés hubiera cambiado, no sería Moisés. Y con los escritores pasa lo mismo. Si el estilo de alguien no te gusta no debes de intentar cambiarlo, tan solo dejar que fluya en paralelo a tu vida y ver cómo a otras personas les encanta. Cada vez que alguien trata de cambiar a un creativo, debe de morirse un hada madrina.
Y así, sin más, siempre en el equipo de Moisés Nieto.