VALÈNCIA. The Cramps habitaron su propio mundo, siempre, en todos los aspectos. Cuando la tendencia era deshacerse de lo viejo, reivindicaron la raíz pura del rock & roll porque, aquí, lo viejo seguía siendo nuevo. Fueron bichos raros a los que les dio por explorar el rockabilly en plena era punk. Elvis, Little Richard y Bo Diddley escribieron, junto con otros parias, el decálogo del punk: rompe con lo establecido e incomoda a tus padres, a tus vecinos y a los compañeros del instituto o del trabajo, gente con la que bajo ningún concepto te beberías una cerveza. Uno de esos guitarristas fue el primer héroe de Kristy Marlana Wallace, que en cuanto pudo se deshizo de su identidad y se rebautizó como Poison Ivy Rorschach, para fundar The Cramps años después en compañía de Lux Interior. “Link Wray tenía el sonido más apocalíptico y monumental que yo haya oído nunca”, declara en uno de los primeros capítulos de la biografía Viaje al centro de los Cramps. El libro está firmado por Dick Porter, que escribe con la pulsión de un fan. Al margen de eso, y dejando a un lado que la traducción del texto deja mucho que desear, durante buena parte del libro, Porter cumple con su promesa y se convierte en el Julio Verne de los Cramps.
Por más que parezca que la historia de Poison Ivy y Lux está amortizada –el grupo terminó en 2009 tras la repentina muerte de él-, si uno se acerca a ella constata que no ha hecho más que crecer. La propia Poison Ivy lo dice en una de esas páginas, da igual las veces que hayas escuchado una canción que te gusta mucho, siempre descubres algo nuevo cuando vuelves a ella, quizá porque ya no eres la misma persona que la última vez. Una de las cosas en las que Porter hace hincapié es en lo importante que resulta el sexo en el grupo y en su música. Los Cramps nacen cuando Erick Lee Purkisher –que se transformará en Lux Interior- y Kristy se enamoran. Su atracción mutua también abarca un interés compartido por una música vieja de la que nadie parece acordarse. Él venía del Ohio transformado por la industria del automóvil (su nombre artístico se lo inspiraron los anuncios de coches caros: deluxe interior, lujo interior). Ella era hija de una familia trashumante que una vez establecía un hogar, vendía la casa y se marchaba a otra ciudad. Ambos eligieron sacarle provecho a su condición de marginados y se convirtieron en dos hermosos monstruos. La música de los Cramps, como casi todo el rock & roll primigenio, es sexo a flor de piel. Espasmos, energía, aullidos. Lux lo afirma en el libro: “Es lo más poderoso. Hasta el día de hoy hace que la gente se sienta muy incómoda, incluso si alguien lo menciona en una fiesta, hace que la gente se retuerza en sus asientos. No sé por qué esto es así. Cualquier tipo de intimidad molesta a la gente”.
Cuando los Cramps irrumpieron en escena, grupos como Rocky Sharpe & The Replays y los Darts lo habían convertido en una feria nostálgica, y películas como Grease suavizaban su verdadera rebeldía. Durante sus primeros años, Ivy y Lux estuvieron completamente solos. Costó que se les tomara en serio en el Nueva York megamoderno del CBGB, hasta el punto de que es raro que aparezcan en los libros escritos sobre dicha corriente. En el álbum Flamejob (1996), la pareja eligió una cita de Duchamp que hablaba por ellos: “Es inevitable que aquel que se haya esforzado en ampliar el límite de su indignación despierte el resentimiento de quienes han abrazado las convenciones. Por lo general, ese resentimiento cobra la forma de una carcajada insensata, de una crítica, cuando no de una persecución”. Es sorprendente que algo tan revolucionario como el rock & roll acabe convirtiéndose en concurrido albergue de conservadores. Para Lux e Ivy, la música que adoraban fue también un arma esencial para luchar contra la segregación racial y el machismo. La propia Ivy fue continuadora de una tradición auspiciada por Bo Diddley, que en su banda incluía a guitarras femeninas: entre ellas destacaba The Duchess (alias de Norma Jean Wofford) pero, también estuvieron Peggy Jones, Gloria Jolivet o la bajista Debbie Hastings. Porter no deja pasar la oportunidad de destacar esto y destacar también como Ivy se inspiró en The Duchess, sus pasos de baile, sus vestidos de lamé... En el libro no se comenta nada acerca del fetichismo de Lux hacia ciertas prendas femininas. En la primera actuación valenciana del grupo se quedó en bragas y con zapatos de tacón sobre el escenario. Alteró el concepto de masculinidad tradicional al igual que lo hicieron tipos como Elvis o sus admirados New York Dolls.
Viaje al centro de los Cramps está lleno de sabrosos datos. Durante sus primeros tiempos en Nueva York, Ivy se ganó la vida como dominatriz, una tarea que, en aquel momento, otras mujeres del vivero artístico del downtown como Anya Phillips practicaron también. Por supuesto, la aparición de Bryan Gregory sigue siendo uno de los momentos álgidos en la historia del grupo. Con su mechón blanco cubriéndole medio rostro, sus atuendo de neopreno y su guitarra Flying V de topos, Gregory consolidó la estética del grupo, haciéndolo parecer todavía más una banda de cómic de terror. Su aportación a Gravest Hits y Songs The Lord Taught Us hizo que la ruptura con la banda fuese lamentada por admiradores como el que firma estas líneas. Su visión ruidista y contemporánea de la música -a Gregory le gustaba PiL- era el contrapunto perfecto para un ente musical que rendía tributo al pasado. Con la llegada de Kid Congo Powers mantuvieron ese equilibrio un poco más de tiempo, pero por lo visto, no es fácil vivir en el centro del mundo de Ivy y Lux. Tras la despedida de Powers, la pareja iría cambiando de colaboradores, perdiendo también por el camino a su batería más longevo, Nick Knox. Cualquier posibilidad de que sonaran modernos se esfumó con las bajas de Gregoy y Powers.
Los Cramps fueron una extravagancia como lo fueron Little Richard, New York Dolls o Screamin’ Jay Hawkins. Que su obra no haya sido remasterizada, ampliada y revendida varias veces (supuestamente esto sería debido a los problemas contractuales que tuvieron con IRS, el sello que publicó sus primeros discos) en una era en la que la nostalgia es una lucrativa moneda de cambio, es algo que añade aún más misterio a lo que fueron y siguen siendo. Desde la muerte de Lux Interior, apenas se sabe algo de Poison Ivy (Porter tampoco aporta mucha información al respecto, a pesar de que este libro es una actualización de una obra anterior que salió a la venta tras su fallecimiento). En su día, los Cramps terminaron reactivando el interés por el rock & roll y dieron pie al género llamado psychobilly. Pero con ellos pasa lo mismo que con los Ramones, por más que se esfuercen, todos sus alumnos nunca serán más que eso. (Si alguien necesita saber más sobre la banda, también puede hacerse con Una cita con los Cramps, un libro escrito por el valenciano Juanjo Mestre, que incluye un interesante y útil abecedario sonoro hecho de canciones y singles, idóneo para entender el universo crampiano).