VALÈNCIA. Lo más divertido de un cambio de ciclo es el mañana. Jamás el ayer, porque ya está muerto. El hoy no deja de ser un interrogante pasajero lleno de claroscuros. En todos los sentidos, en todos los ámbitos. Además, en el post partido es donde se ve el verdadero tomate: el cainismo sin escrúpulos.
Cada cambio de ciclo conduce a un resert. Una incógnita múltiple social y política. No existe nada más peligroso que querer iniciar una nueva vida con las ataduras y trampas que unos y otros dejan. Todos son iguales. No se trata simplemente de un cambio de nombres. Hay mucho más. Muchísimo. Además, probablemente pocos ayudarán a que las transferencias o el trasvase de iniciativas sea normal, que es lo que debería de ser. Considerarse eterno es el primer error de quien crea dedicarse firmemente a la función pública, más allá de lo que marca el funcionariado o la pura gestión administrativa que funciona sobre un raíl legislativo del que nadie se puede salir, salvo yendo a llorar al rincón de la incomprensión.
Estos días he leído afirmaciones tan absurdas como, por ejemplo, aquellos que dicen que consiguieron un cargo gracias a los denominados concursos de méritos, que son generalmente el “absurdo” conocido para eludir la auténtica capacidad profesional para ejercerlos. Afirman estar muy tranquilos/as. Yo no lo estaría.
Argumentan que, como ganaron su plaza por “concurso” y les han renovado el contrato recientemente, pues van a estar allí, en su cargo, largo tiempo. Hasta el infinito. Lo que haga falta, vamos, porque son insustituibles. Es de una absoluta e infantil ingenuidad y de un descaro preocupante creerlo. Debería de estar legislado que no pueda existir nombramiento ni renovación de cargos en año de elecciones. De ningún tipo.
Quién puede creer que alguien que ha llegado al cargo por afinidad política escondido tras supuestos concursos de méritos va a continuar así porque sí ya que tiene un contrato y va a ser el torpedo interior sin méritos ni capacidad y si me apuran menos aún resultados tangibles. Eso se llama vaguedad o no tener otro futuro. Normal. No saben dónde ir. Esta generación de colocados políticos no tiene destino, que es lo peor. Pero sí mucho gasto. Han pasado de la nada al despacho. Y no han aportado casi nada salvo lo de siempre y alguna que otra ocurrencia. Ahora aspiran a ver cómo se colocan en una nueva lista electoral bajo ruido de machetes.
Es uno de los problemas de nuestra Democracia/Autogobierno: no se eligen realmente a los mejores y capaces de salir del barco con la cabeza alta sino a quienes vienen con sigla de partido.
Por ello siempre, llegados a este punto aunque aún creía en la auténtica profesionalidad al margen de la deriva política que siempre nos acompaña, he sido partidario de los profesionales y técnicos sin carnet ni afinidad o peor, sin deriva personal; los más peligrosos. Los técnicos son técnicos, los cargos de libre designación están de paso por muchas dudas que escondan esos denominados concursos.
A ver, que alguien me enumere cuántos cargos elegidos en concursos de méritos no tienen deriva política personal. Ni uno. Ese es el error. Y mientras continúe de la misma manera el asunto nos irá muy mal porque además de incompetencia y ausencia de capacidad se agarrarán al sillón todo lo que haga falta argumentando un contrato indemnizable. Lo siento. Pero es lo que hay. Antes se llamaban comisarios; hoy gestores de partido; una autentica debilidad del sistema que habría que corregir. De hecho, así lo anuncian los informes más recientes: más de la mitad de cargos en empresas pública no dan la talla. Está a vista.
Si un buen profesional de lo suyo lo es realmente por sus méritos no debería de tomar partido en cuestiones políticas o al menos no dejarse amedrentar y menos someter. Ni siquiera acudir a concursos abiertos. Tampoco tendría miedo al futuro. Pero eso tiene estos tiempos. Es una lástima porque todos esos errores de ombligo nos han hecho perder el tiempo y nos llevan a retroceder, aunque en breve será más de lo mismo. No lo dudo sino se defiende la honestidad y la verdadera capacidad intelectual y profesional.
El cargo medio que accede a un cargo por política pero poco bagaje cumple su ciclo y se va a su casa. El mundo es inmenso. Y si eres bueno/a no hay que preocuparse. Por eso me sonrío de quienes hablan de contratos a largo plazo. El orgullo individual conduce a dimitir. Eso es valentía. Así nos ahorramos sueldos y salarios innecesarios. Lo fácil es creerse imprescindible, lo difícil es demostrarlo.
Un profesional llega a un cargo con una experiencia, unos meritos y currículum. En este país todavía un sexador de pollos o un tipo que hizo prácticas en una consellería de asesor puede llegar a ocupar un cargo de alta representación por la gracia de un conseller/a de segunda o tercera división con el descenso ganado.
Debe de ser muy doloroso dejar de lado prebendas y privilegios. Lo entiendo. Pero el tiempo suele poner a cada uno en su sitio. Sea del color político que sea. En fin, las hipotecas no se pagan desde el Estado ni tampoco con una nómina oficial de funcionariado. Todo está en el cerebro. Y el cerebelo, que se sepa, no tiene carné de partido, aunque sea lo que se lleve.