el callejero

Nando es el retrato de los nuevos agricultores

Foto: KIKE TABERNER
29/01/2023 - 

Suena el agua que corre por la acequia mientras unos perros no paran de ladrarle al intruso. Hace mucho frío en esta senda rodeada de huertos en Sueca, donde un hombre mayor carga cubos de agua de la acequia con unas manos dignas del Genovés. En frente, una barraca asoma por encima de una malla que acota el terreno, rodeada por media docena de palmeras. Al lado, en otra parcela, más palmeras. Nando Durà explicará después que se pusieron de moda cuando corría el dinero fácil, en los tiempos en los que la naranja se pagaba como se pagaba, y que luego, cuando muchos abandonaron las tierras, allí se quedaron las dichosas palmeras.

Nando no parece tener frío y, lejos de encorvarse por las bajas temperaturas, presenta una buena planta, aunque se cubre la cabeza con un gorro negro con las letras de Berlín, en la frente, en blanco. Saluda como con prisa, sin muchas florituras y el rostro serio, y por eso da la sensación de ser un joven seco. Pero luego, con la charla, se irá destensando y hasta terminará sonriendo y gastando alguna broma. Pero al principio no. Al principio llega a la nave que tiene cerca del campo de naranjos en el que ha querido ser retratado y lo primero que hace es atar a 'Flama', una hembra de ratonero valenciano que no paraba de correr entre los invitados.

Este hombre nacido en Albalat de la Ribera se ha hecho medio conocido por contar en Twitter su día a día en el campo. Ahí, entre arrozales y 'fanecaes' de naranjo y caqui, ha encontrado su sitio. Antes de eso tuvo tiempo de ser un alumno poco aplicado al que sus padres, un vigilante de seguridad y una enfermera, decidieron atarlo en corto y mandarlo a El Vedat de Torrent para no dejarlo a su libre albedrío en el instituto de Sueca, adonde se mudaron. "Siempre he aprobado fácil y no me esforzaba, y mis padres pensaron que en el instituto de Sueca no hubiera llegado a la universidad".

El comentario parece un poco exagerado, pero Nando lo avala con un dato: "De mi clase del colegio, a la universidad con 18 años, que es lo que toca, llegamos tres". Como siempre había aprobado justito, la nota solo le dio para estudiar Historia en una universidad pública. No pudo aspirar a la que él pensaba que era, después de años y años tocando la trompa y estudiando música, hacer magisterio musical. Aunque también le gusta la historia y se pone documentales o coge libros de trama histórica habitualmente.

"Pero entonces mi padre me dijo que si yo quería estudiar Magisterio, que ellos hacían un esfuerzo para pagarme una universidad privada. Entonces fui a Edetania, en Godella, que cuando yo fui creo que era el segundo año que ya era la Universidad Católica. Me saqué la carrera, hice las prácticas y ese año fue cuando me di cuenta de que no era lo que yo pensaba. Básicamente porque hoy en día la gente joven ha perdido el respeto por el maestro. Era el año 2009 y tenía la opción de apuntarme a una bolsa de trabajo en Cataluña, pero entonces vi que, si me iba, perdía la charanga donde toco y el equipo de baloncesto de Sueca, y vi que no me compensaba. Y en esa época, además, murió el tío Manolo, que no tenía descendencia y le dejó a madre unos arrozales".

"Un terrateniente no se levanta a las seis"

El tío Manolo hizo un dinerito cuando se puso de moda El Perelló y toda esa zona costera. El hombre vendía ladrillos y, a cambio, muchas veces le pagaban con algún apartamento que luego vendía para comprar campos de arroz. Cuando acabó heredándolos su madre, Nando, que estaba desencantado con el magisterio, después de pegarle muchas vueltas, decidió hacerse cargo, con la ayuda de otro tío, de los arrozales.

Con 22 años había terminado la carrera; dos años después, Nando Durà decidió hacerse agricultor profesional. Al principio de la mano de su tío, aprendiendo cómo se cultiva el arroz, sus ciclos. Y mientras tanto llevaba también los campos de naranjos, aunque ahí ya tenía el conocimiento que le había transmitido su padre, quien, como era común en la zona, tenía algún terreno.

Cuando ya vio que le gustaba esa vida, pensó en ampliar la parte dedicada a los frutales. Nando empezó a buscar tierra por la zona para ampliar las tres o cuatro hectáreas de naranjos que tenía. "Desgraciadamente cada vez hay más, así que empecé a arrendar campos y en 2015 planté caquis. Cogí casi tres hectáreas más. Luego vino otro campo y fui ampliando".

Muchos, al ver todas las tierras que tiene, le gastan la broma de que es un terrateniente. Nando la encaja con deportividad, pero tiene la respuesta preparada: "No sé yo si un terrateniente se levanta cada día a las seis de la mañana y se marcha del campo a las siete. La terrateniente realmente es mi madre... Todo lo que cultivo es en terreno arrendado. Además tengo un hermano y mis padres se acaban de jubilar. Pero tengo una explotación bastante apañada con 27 hectáreas de arroz y otras diez o doce con naranjos y caquis".

Nando cuenta que son muchos los agricultores jóvenes que van quedándose las parcelas que se van liberando alrededor de sus campos. A sus espaldas, hay toda una flota de tractores. De varios tamaños y diferentes funciones. En un rincón sobrevive uno diminuto. "Es el abuelo, un tractor de 1967 que lo he reformado yo. Le puse los faros de un 2CV que le acoplaban perfectamente. Luego hablé con un herrero y me hizo el tubo de escape de aluminio que yo quería. No lo uso mucho pero me gusta tenerlo. Es el único que tengo que arranca siempre a la primera. Y si se rompe algo, se arregla con dos trozos de hierro y un soldador". Luego otro pequeño, un frutero de 95 caballos que usa para el caqui y el naranjo. El primer año empezó a tirar productos fitosanitarios y Nando no paraba de tragar porquería, así que tuvo que ponerle una cabina. Otro más grande vino, en una muy buena compra, con un lote de diez aperos que le permiten hacer de todo en el campo: cultivadores, para hacer caballones, una uve, unos punchones... Y la abonadora.

El tractor es su oficina

Para los arrozales necesita una maquinaria diferente. Y ahí vuelve a hacer el recorrido, desde el primero, rojo y más pequeño, hasta uno enorme y azul que él define como su oficina porque lleva un gran GPS y un acople para la tablet y muchos días se mete ahí y asiste a las reuniones online. Cuando está aburrido, o cansado, se pone bandas sonoras de películas. Si está más animado, ese día toca 'remember' de los 90. O rock, que también le gusta. Y si ha dormido poco y necesita despertarse, ese es el momento de encuhafar la música electrónica como si estuviera en el mismísimo Tomorowland.

Al fondo del todo hay un remolque en el que caben catorce toneladas de grano. Todos esos vehículos de trabajo caben con cierta amplitud en una nave de 400 metros cuadrados que compró hace dos años. Al salir por la puerta, se ven al frente las torres de apartamentos de la playa que se recortan en el horizonte. En la parte trasera, orientada hacia la Sierra de Corbera y su cara de indio, Nando y su padre tienen un pequeño huerto donde cultivan productos para su propio consumo. Ahora tienen verdura de invierno: alcachofas, habas, ajos tiernos, coles, brócoli...

Su última adquisición ha sido una carretilla elevadora que, en la jerga de los trabajadores, se conoce como el toro y que le ahorra muchos esfuerzos a este joven que sigue soltero. Aún es joven. O eso dice la estadística, la que cuenta para retratar el angustioso futuro del agro valenciano. "Hay más jóvenes de lo que se piensa la gente: ahora, en la Comunitat Valenciana, un 8% de los agricultores profesionales tienen menos de cuarenta años. No es ninguna barbaridad. Hay 13.500 explotaciones profesionales y unas 1.200 son de jóvenes. No es mucho y es un relevo que tiene que ampliarse. Antes con menos terreno sacabas mucho rendimiento. Ahora los jóvenes tenemos explotaciones más grandes. Los que somos no cubrimos a los que irán dejándolo. Porque además están las explotaciones de gente como mi padre que la tiene o la tenía a tiempo parcial, y de esas hay cien mil. Esos acabarán desapareciendo porque las exigencias son cada vez mayores. Hace falta más gente joven o empezaremos a ver campos abandonados. Yo creo que podemos abarcar 10.000 explotaciones, pero no las 13.500 que hay. Y además hay un problema de mano de obra. La gente no quiere trabajar. Y no quiere trabajar por un jornal, sin formación de ningún tipo, de 1.500 o 1.600 euros".

A Granada con la charanga

Ahora es la época de acabar de hacer el fangueo en los campos de arroz, aunque Nando explica que esa mañana ha ido a Corbera y que por allí, en zonas más secas y altas, ya han empezado a labrar los arrozales. La naranja de las variedades más tempranas ya está prácticamente recolectada y el caqui ya lo tiene podado y está acabando de triturar la madera.

Mientras él pasa los días en el campo, su hermano está dentro de una oficina como director de recursos humanos de Adecco. Juntos tienen el negocio de la venta de naranjas y suya, recuerda Nando, es una cuarta parte de las tierras porque las tiene a medias con su padre y cuando las deje, la mitad de su parte serán para su hermano.

"Entonces ya veremos", advierte sin gran preocupación mientras señala la agenda y la libreta que hay encima de la mesa. Ahí está todo anotado con pequeños números escritos a bolígrafo. Aunque le dedica más tiempo a las redes sociales. Sobre todo a sus cuatro mil seguidores en Twitter (@NandoDura). "Hay un tractor que va solo y, cuando entro a trabajar, subo una foto, doy los buenos días y cuento lo que estoy haciendo. Yo y otros agricultores utilizamos la redes para mostrar nuestro día a día en el campo. No me sorprende que genere curiosidad porque la gente tiene un gran desconocimiento. Si hay gente que vive en pueblos y no sabe ni cómo funciona un naranjo. Fotos mías cuelgo pocas".

Su otra pasión es el baloncesto. Primero, durante los años de juventud, como jugador. Ahora, como fiel aficionado del Valencia Basket. Tiene el pase desde hace diez años y en Madrid 2011 empezó la tradición de acudir a todas las ediciones de la Copa del Rey, donde cada año coinciden, él y su hermano, con grupos de otras ciudades a los que ya considera amigos. Ahora ya tiene los abonos para ir a la Copa de Badalona.

Y a todo eso hay que sumarle su ocupación como directivo de La Unió, una de las dos grandes asociaciones de agricultores de la Comunitat Valenciana. Aún le queda tiempo para no fallar a las cuatro o cinco citas más importantes de la charanga. Como ese viaje de cuatro días que realizan cada año a Benamaurel, un pequeño pueblo de Granada al que llenan de música en las fiestas de Moros y Cristianos. No fallan desde 2010. Luego, las Fallas y un par de celebraciones más.

Nando se enciende un cigarrillo antes de despedirse. Le echa un ojo al huerto y suelta a 'Flama'. Luego coge el móvil y repasa el 'timeline' de su cuenta de Twitter. Porque los nuevos agricultores son así. Es otro tiempo.

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