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el interior de las cosas / OPINIÓN

Naufragios políticos

26/08/2019 - 

Las vacaciones son, a veces, días de descanso, de desconexión, de conexión directa con los recuerdos, de tareas, de placer, de malestar, de sonrisas, de tristeza. Las vacaciones son ese tiempo propio, compartido, añorado, indiferente, estimado, desdeñado. Y hay quienes caminan sin vacaciones, por obligación, deseo, incapacidad, costumbre. Vacaciones, verano, bullicio, calor, alboroto, felicidad, optimismo. Tiempo para vivir, soñar, reír, llorar, amar, viajar. Tiempo para pensar, ordenar, preparar, prevenir, proteger. El veraneo que no cesa y el veraneo que no existe. 

Alargamos los días para que no mueran, para que no hiera la noche. Alargamos las noches para que el día no nos sorprenda despiertos. Abrimos las ventanas de par en par con el empeño de airear las casas vitales. Refrescar en la madrugada, con los primeros rayos solares, aspirando el aroma de esa montaña y de ese mar que perseguimos. Un veraneo que termina, un otoño que comienza. Nuevas cajas de mudanza que se abren y disparan la memoria. Dos niños que crecieron desde una infancia feliz, dos niños con años a cuestas que ahora dan de comer a sus hijos como hicieran antes con ellos, que miran a su bebé con infinita ternura como una madre hiciera con ellos. Nuevas cajas de mudanza que encienden los recuerdos de veranos donde vibran todos los colores de la vida. Papeles y libros que acompañan, abrigan, que cobijan la vida de las palabras.  Y palabras, muchas palabras, miles de palabras que dormitan en las cajas sin abrir, en cajas que quizás no se abran.

Son miles de personas ahogadas en el Mediterráneo, son ya demasiados años de tránsito de personas que escapan del horror de sus países, Y Europa sigue sin reaccionar

Las vacaciones son, a veces, días luminosos que transcurren plácidamente, felizmente, días de impetuosas tormentas de verano, de una vehemencia que estremece. Días de temperaturas frescas que reconfortan y alientan a escapar de la rutina. Días en los que descubres la sonrisa intensa del pequeño Aimar mientras te mira jugueteando con sus manos. Esa mirada limpia e intensa que acompaña sus primeros sonidos, sus primeras letras, y el mundo se detiene cuando sientes tanta ternura. Son los primeros pasos de los relevos generacionales, de la evolución de la vida, del vértigo del tiempo. Te reconoces en esa sonrisa infantil, en esos gestos que absorben el entorno, el movimiento, las luces, los colores. 

Descubrir el mundo es una importante aventura. Estos días hemos descubierto otras formas de mirar las montañas oceánicas que envuelven Morella, de volver a caminar los mismos pasos del infinito paseo de la Alameda. Nada permanece estático, todo se mueve, todo fluye. En los mismos ríos entramos y no entramos, somos y no somos los mismos. Heráclito de Efeso afirmaba que el fundamento de todo está en el cambio incesante. La realidad deviene y todo se transforma en un proceso de continuo nacimiento y destrucción al que nada escapa. Así es, así será. Nosotros, nosotras, las de entonces, ya no somos las mismas.

Europa ha vuelto a naufragar. Tras el desembarco en Lampedusa de las 83 personas rescatadas por el barco español Open Arms, que en un principio eran 160, y en Malta de los 365 migrantes del francés Ocean Vilking, la Unión Europea no ha sabido resolver una situación humanitaria, y ha vuelto a confundir migrantes con náufragos que deben ser rescatados. Una vez más, hay que denunciar la ausencia de una política europea común y avanzada sobre inmigración y asilo. Son miles de personas ahogadas en el Mediterráneo, son ya demasiados años de tránsito de personas que escapan del horror de sus países, pero Europa sigue sin reaccionar, sin establecer acuerdos y medidas para afrontar estas crisis, para habilitar puertos seguros, para salvar vidas, para acoger al creciente número de personas desplazadas. Es intolerable que situaciones tan importantes no tengan soluciones conjuntas de los países europeos y que tengan que sufrir las decisiones de un ministro prepotente y xenófobo como Salvini. Se están vulnerando los derechos humanos, los derechos de asilo, se están perdiendo valores que desdibujan instituciones como la Comisión Europea, el Parlamento, el Consejo y el Tribunal de Justicia de la UE. Europa, este conjunto de países que han superado grandes crisis, se ha puesto de perfil, y España, tristemente, parece que ha estado de vacaciones.

Bolsonaro no parece dispuesto a proteger y preservar la Amazonía, es contrario a la protección ambiental y a la cooperación internacional para combatir el calentamiento global, situación real del eufemismo cambio climático

Al otro lado del océano Atlántico, la Amazonía se va consumiendo bajo las llamas. Desde que Bolsonaro preside Brasil, más del 80% de los incendios son intencionados. El Amazonas almacena una quinta parte del CO2 generado a nivel mundial, genera una quinta parte del oxígeno en todo el planeta y su río, uno de los más importantes del mundo, vierte una quinta parte del agua dulce que hay en la Tierra. Es un espacio clave que no puede sustituirse, es una tragedia irreversible y Jair Bolsonaro no parece dispuesto a proteger y preservar la Amazonía, es contrario a la protección ambiental y a la cooperación internacional para combatir el calentamiento global, situación real del eufemismo cambio climático. Mientras los países del G7 han acordado ayudas para los países afectados por los incendios, ya están surgiendo decisiones de gobiernos europeos de no apoyar el acuerdo de libre comercio entre la UE y Mercosur si Brasil no cumple sus obligaciones climáticas y protege la Amazonía.

Este primer mundo va a la deriva, y piensas sobre el futuro que estamos construyendo, sobre el mundo que estamos destruyendo. Ante la escalada de personajes como Salvini, Putin, Trump, Johnson… y ante nuestros líderes de la nueva política ultraderechista y neofranquista, es preciso destacar a Richard Davidson, doctor en Neuropsicología, investigador en neurociencia afectiva, que en una entrevista realizada por Ima Sanchis en La Vanguardia, explicaba que la base de un cerebro sano es la bondad, y se puede entrenar. Hay una diferencia sustancial entre empatía y compasión, señala Davidson, la empatía es la capacidad de sentir lo que sienten los demás. La compasión es un estadio superior, es tener el compromiso y las herramientas para aliviar el sufrimiento. "La política debe basarse en lo que nos une, solo así podremos reducir el sufrimiento en el mundo. Creo en la amabilidad, en la ternura y en la bondad, pero debemos entrenarnos en ello".

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