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la encrucijada / OPINIÓN

Ni viejos ni jóvenes: pactos intergeneracionales

Foto: JUAN PABLO SERRANO ARENA
21/06/2022 - 

Tiempo de incertidumbres. Tiempo de proposición de nuevos pactos. Un actualizado pacto social para el estado del bienestar y la aceptación del estado emprendedor. Un pacto de rentas en respuesta a la nueva inflación. Un pacto para el cese de las agresiones a Ucrania. Un pacto para la nueva Europa, la nueva globalización y la renovación de la multilateralidad… Suma y sigue.

Existe un enlace dinámico entre la incertidumbre y la demanda de pactos. La incerteza y el desconcierto no son buen alimento para la conciencia humana. Menos aun cuando se la pincha con alfilerazos de preocupación que transmiten al cerebro una recia lluvia de alertas: acerca del mercado de trabajo, del descontrol de la privacidad, de los nuevos poderes económicos que cercenan el alcance de las expresiones democráticas y empequeñecen la dimensión humana del mundo que (nos) ha correspondido vivir.

El ser humano típico anhela certezas y, cuando no las consigue, se encuentra dispuesto a aceptar engaños o a engañarse a sí mismo, renunciando a poner en cuestión aquello que se anuncia como nuevo maná. Soy un sistema eficiente que proporciona protección y seguridad: sólo tienes que dejar de cuestionar a los que tomamos las decisiones, renunciar a tu libertad ciudadana y dejarte arrastrar por materialidades, dicen unos. Otros, por el contrario, reclaman desde sus tribunas la libertad egoísta, el imperio de los mejores y más fuertes, la aplicación de mágicos remedios tras machacar, previamente, numerosas piezas del Estado.

Es bien cierto que los anteriores estereotipos están deformados por la ausencia de matices; pero ello no impide su avance y el afán de constituirse en fuente de futuros predicamentos, con un destino prioritario: los actuales y futuros jóvenes. Unas generaciones llamadas a ser el enlace con las que ahora ocupan el centro de la escena, escogen la obra a representar y fijan el ritmo e impacto de las apariciones. Sin embargo, en ese teatro del mundo cuyo futuro tanto depende del presente, las voces reclamantes de un pacto intergeneracional quedan apagadas por la chillona exaltación de aquello que se considera novedad o emocionalmente más potente. Un resultado sorprendente porque poca discusión merece la aceptación de que lo que se siembre ahora será la cosecha de mañana. Un mañana en el que, pensando en los jóvenes como nuevos representantes e intérpretes de los intereses generales, el anterior pacto merecería, sin desmayos ni lastres, acoger piezas como las siguientes:

- El cambio climático. Supone una infantilización de los jóvenes dejar la intensidad de la respuesta a las amenazas del cambio climático en manos, exclusivamente, de quienes vivimos el presente y no formaremos parte de su futuro. Institucionalizar su voz con seriedad, alejándolo de efímeras presencias mediáticas a lo Greta Thunberg, debería conducir a una representación permanente de los jóvenes en los diferentes ámbitos de debate establecidos y a la apertura de una vía preferente para la discusión de sus propuestas.

- La regeneración democrática y, en su marco, el afianzamiento de las libertades como guía y la inclusividad como moduladora de los instrumentos aplicados. Con cambios facilitadores: la reducción de la edad del voto a los 16 años y la consecución de un nuevo tipo de paridad que adopte como criterio organizador la mayor presencia relativa de los jóvenes en aquellos asuntos que les son de mayoritaria o exclusiva proximidad.

Foto: ELEMENT5 DIGITAL

- La recuperación demográfica. El acusado envejecimiento de la población contrasta con la insatisfacción de parte de los jóvenes, deseosos de ensanchar su actual núcleo relacional con la llegada de hijos e hijas. Un pacto intergeneracional no puede considerarse tal si se desentiende de la continuidad demográfica, aboca al empequeñecimiento de la siguiente generación y anticipa el peligrar de su bienestar, falto del capital humano necesario para garantizarlo. La dispersión y pequeñez de la política demográfica en España, pese a su ridícula tasa de natalidad, contrasta, entre otros, con la respuesta pública existente en Francia y los países nórdicos y resalta la incomprensible parsimonia de la política de vivienda.

- El mercado laboral. La transformación del mercado laboral va muy en serio, vista la velocidad a la que surge la demanda de nuevas competencias, la reluctancia a integrarse en ocupaciones perseguidas por la sombra de sus condiciones laborales, el teletrabajo y el nomadismo profesional, la necesidad creciente de una oferta formativa flexible y de rápida implementación y la adjudicación al trabajador de una mochila formativa que le permita reciclarse en el transcurso de su vida activa.

Los anteriores son apenas un ejemplo de los diversos ítems que podrían conformar un pacto intergeneracional. Un pensar ahora en lo que vendrá después, fruto de una ética que vincule el devenir de los jóvenes con el de quienes ahora son adultos, poniendo en el mismo plano de la balanza la imprescindibilidad de unos y otros y su mutua necesidad.

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