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'Nuclear Family': Un documental que explica el fenómeno de la "podredumbre atómica" de Estados Unidos

Desde que se crearon instalaciones por todo Estados Unidos para albergar y producir misiles nucleares, se han  producido cientos de accidentes con escapes de radiación de los que se desconocen sus consecuencias. Actualmente, los oficiales encargados de la Defensa Temprana han sido vistos en redes sociales drogados y borrachos, el sistema de defensa nuclear estadounidense tiene problemas de presupuesto y de personal. Estos puestos requieren vigilancia extrema al mismo tiempo que ninguna actividad. El aburrimiento causa estragos

9/09/2023 - 

VALÈNCIA. A veces, un documental de factura cuestionable puede contener material realmente interesante. Es el caso de Nuclear Family (2021) realizado por Travis y Erin Wikerson. La premisa de la película es muy atractiva, un recorrido por las instalaciones para el conflicto nuclear de la Guerra Fría que tenía Estados Unidos por su territorio, generalmente zonas inhóspitas, aunque eso no sea lo mismo que despobladas. 

La madre del director, cuenta, estaba obsesionada con la guerra nuclear. Ella misma le hacía a la familia ir a visitar estas instalaciones en los años setenta. La diferencia es que ella decía dormir tranquila gracias a esos misiles. Aparece, de hecho, en un vídeo casero de la época y explica que esas bombas nucleares "mantienen a raya a los comunistas", lo que le hace inmensamente feliz. Sin embargo, el agente naranja fue la causa de la muerte del abuelo y del padre del director. 

Por tanto, el hijo, décadas después, no es tan entusiasta con la política de defensa estadounidense ni con el pasado de la nación. Antes de entrar en otras consideraciones, lo más relevante que cita sobre los silos e instalaciones nucleares que va recorriendo es el fenómeno de la "podredumbre de la fuerza atómica". Los sucesivos recortes presupuestarios han ido dejando en cuadro el mantenimiento de toda esta infraestructura. Los responsables comparten herramientas especiales enviándoselas por FedEx. El día que se pierda un paquete, denuncia, adiós utensilio. 


Peor aún es el factor humano. Tras años sin alarmas ni tensiones, los vigilantes encargados de la Alerta Temprana, han sido sorprendidos en numerosas ocasiones consumiendo éxtasis o anfetaminas. En sus propias redes sociales, como Facebook, han subido fotos borrachos que han delatado en manos de quien están dispositivos que pueden controlar 150 misiles. Entre los pilotos de esta misión hay elevadas tasas de violaciones y suicidios, se producen el doble de consejos de guerra que en el resto de las Fuerzas Armadas. 

En un vistazo a las últimas noticias al respecto, vemos de entrada un caso en 2018 en el que los responsables de la Fuerza Aérea de la custodia de los misiles se estaban metiendo LSD dentro de la base militar. Cuando se inició la investigación, uno de los pilotos desertó a México, como en una comedia o en una serie. En 2014, ya había ocurrido algo parecido, con decenas de oficiales involucrados. En 2007, se perdió la pista de seis ojivas nucleares montadas en misiles de crucero durante un día completo. Un estudio de 1986 ya encontraba prevalencia de consumo de alcohol y drogas en el personal responsable del manejo de armas nucleares. Según dice, en 1982 el Subcomité de Investigación de Asignaciones de la Cámara de Representantes encontró un gran número de incidentes relacionados con sustancias entre este personal, hasta el punto de que, en solo ese año, se apartaron a 1400 personas de ese servicio por problemas de drogas y alcohol. 

Otros reportajes aluden al principal problema de tener un trabajo que consiste en esperar sentado la guerra nuclear: el aburrimiento. En las zonas que recorre el documental, Montana, Wyoming, Colorado, Dakota del Norte y Nebraska, este personal tiene que estar uniformado 24 horas frente a monitores que controlan el improbable lanzamiento de misiles Minuteman III. Su trabajo requiere "vigilancia extrema" al mismo tiempo que no precisa de "ninguna actividad".  

Es una pena que el documental se desvíe a otros pormenores de la historia americana, porque el perfil humano de los que controlan los misiles nucleares no puede ser más interesante. Ahora hay millennials bajo tierra, durmiendo en habitaciones diminutas y húmedas, en las que solo pueden ver la televisión, leer, estudiar y dormir cuando no están siguiendo las rutinas de seguir listas de verificación. Dice el citado reportaje: "incluso la Fuerza Aérea admite que motivar a estos jóvenes oficiales a cumplir con el estándar de perfección del servicio en sus conocimientos y habilidades en misiles balísticos intercontinentales es esencialmente un objetivo inalcanzable". 

Incluso las escenas de los años 70 son escalofriantes leídas hoy: 

Durante sus cuatro años en Malmstrom a principios de la década de 1970, Blair recordó recientemente que a veces pasaba el tiempo escuchando a escondidas las charlas de radio de los guardias de seguridad que patrullaban. Descubrió que sus conversaciones a menudo giraban en torno a dónde encontrar bolsas de marihuana escondidas deliberadamente cerca de silos de misiles. En su último día en alerta en una cápsula de lanzamiento en 1974, añadió Blair, agentes de seguridad con perros recorrieron el cuartel de mando y atraparon al cocinero, al jefe de seguridad y al director de la instalación: "Todo el mundo [arriba] estaba drogado", dijo Blair. "Todos fueron relevados de su cargo".

El resto salvable del documental es cuando comenta que también se produjeron infinidad de accidentes en estas instalaciones cuando estaban destinadas a la producción de armas nucleares. Se fabricaron decenas de miles y, durante años, no hubo políticas para hacerse cargo de los residuos. Hay amplias zonas aún hoy contaminadas, lagunas de agua ácida en las que las aves mueren solo con entrar en contacto con ellas. Muchos pueblos y zonas habitadas respiraron estos residuos durante décadas, también estuvieron en las tierras que trabajaban los agricultores. Incluso hoy, como demuestra el vídeo, se pueden encontrar girasoles deformados, los mismos que han crecido en Fukushima. 

Luego, los Wikerson tratan de relacionar todo esto con la limpieza étnica de nativos en el siglo XIX. Entre eso y los planos artísticos de varios minutos el interés se disuelve como un azucarillo, lo que es una pena porque la premisa demandaba. Pensar en esos militares muertos de abulia, drogándose para sobrevivir bajo tierra al trabajo más aburrido del mundo, me traía el recuerdo del personal retratado en National Bird los encargados de chequear imágenes por satélite o por drones para bombardeos selectivos contra islamistas. Acciones que a veces acertaban en su objetivo y en no pocas ocasiones pegaban en bodas o cualquier tipo de reunión civil, mientras ellos seguían asistiendo por la cámara a cómo la gente recogía los trozos de sus seres queridos. Las secuelas psicológicas eran muy graves. Es la otra cara de una maquinaria mortal. 

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