El próximo 5 de diciembre Astiberri publica ‘El abismo del olvido’, un cómic en el que los valencianos Paco Roca y Rodrigo Terrasa cuentan la historia real de la exhumación de José Celda Beneyto a través de la memoria de su hija, Josefa Celda. De la mano de un equipo de historiadores y expertos ambos dibujan una historia sobre la memoria y la persistencia, un homenaje a todas las víctimas de la guerra civil española que se dibuja entre tintes de sangre y colores tierra
VALÈNCIA. En el antiguo Egipto los sepultureros estaban a la altura de los dioses. Trabajaban incansablemente para crear ataúdes que contarían la historia de sus muertos, espacios creados para la posteridad en los que las momias se rodeaban de todo tipo de elementos que les ayudarían a pasar a la otra vida: desde alimentos hasta enseres personales, pasando por pequeños sarcófagos a modo de amuletos en los que guardarían sus órganos vitales. En ese momento, los sepultureros, no podrían ser conscientes de que su labor serviría para contar una de las grandes historias de la humanidad, y que ahora se rendiría culto a su trabajo en cientos de documentales, libros y hasta en los museos.
En España, el 14 de septiembre del año 1940 -532 días después del final de la guerra civil- uno de estos “dioses” se encontraba en el cementerio de Paterna. Su nombre era Leoncio Badía, y era un hombre republicano que trabajó en las fosas comunes intentando dar una muerte digna a los fusilados, dotándolos de algunos elementos clave para su paso “al más allá”. Para ello escondió, entre la ropa de algunos cadáveres, unos pequeños frascos de cristal que contenían el nombre de la persona enterrada junto a la fecha exacta de su muerte y con algunos enseres personales. Lo hizo para que pudieran ser identificados en un futuro que él mismo no podía saber que llegaría. Pero llegó.
En el año 2013 aparecieron algunos de estos frascos, uno de ellos contenía la siguiente inscripción: José Celda Beneyto, 14 de septiembre de 1940. El frasco lo “encontró” Josefa Celda, su hija -conocida como Pepica- la última persona en España que pudo contar con una de las subvenciones económicas para financiar las exhumaciones de las víctimas de la guerra civil, y entre un laberinto de burocracias y gracias a la labor de Leoncio pudo encontrar -tras 2 largos años- a su padre. La historia de todos ellos: la de José Celda, la de Pepica y la de Leoncio se cuenta ahora en El abismo del olvido (Astiberri) un cómic en el que el dibujante Paco Roca y el periodista Rodrigo Terrasa rescatan la memoria de Pepica para dibujar su historia contra la eterna fosa del olvido.
-¿Cuándo surge esta historia?
-Rodrigo Terrasa: La historia surge en el año 2013 a través de Pepica, una señora muy mayor que fue la última en lograr la subvención del gobierno de Zapatero para las exhumaciones, antes de que el PP las detuviera. Ella me cuenta un relato sobre unas botellas de cristal en las que aparecen los nombres de los fusilados. Me fascinó este relato, ella estaba convencida de su propia historia y de poder encontrar el cuerpo de su padre en el punto exacto del cementerio, según decía “arriba del todo en un ataúd”, era una historia familiar que le habían contado. Al tratarse de una persona mayor se pudo pensar que su memoria no era exacta, pero resultó estar en lo cierto.
-En el cómic le acompañáis a encontrar el cadáver, desde los primeros pasos en el "laberinto burocrático" hasta encontrar el cuerpo.
-Rodrigo: Creo que se refleja bien como ella por narices consigue abrir la fosa, y todo lo que se ve es lo que había contado, yo pensé que a través de este personaje me quedé atrapado, sabía que ahí tenía que haber una historia más grande sí o sí.
-Y ahí entra Paco, y sus personajes que se tintan de sangre y oscuridad con esta historia
-Paco Roca: Ahi tenemos la tarea de recuperar la memoria, y contar algo que ha sido muy muy cruel. Para ello trabajamos con muchísima documentación y con la historia. Primero contamos con los testimonios de Maruja, la hija de Leoncio -el enterrador dentro del relato- y también hablamos con historiadores para documentarnos, además de visitar bastante las fosas en Paterna. Poco a poco vas atando cabos, ahí es cuando creamos personajes nuevos como Tomasín -compañero del enterrador- para que nos ayuden con el relato.
Dibujar los testimonios te lleva a encontrar realidades en las que no habíamos pensado, como por ejemplo como se tira el cadáver a una fosa.Como autor es enriquecedor representar cosas que no estaban representadas o mostrar algo que ha visto muy poca gente, pero también es muy difícil tener que dibujar todo esto, me estaba hundiendo en la historia hasta el día que la terminé.
-Contáis el relato a través de personajes y elementos, como la cuerda con la que medían la talla del pie de los vivos para luego comprobar si eran ellos una vez muertos, o los retales de tela de su ropa
-Paco: Al final es importante para desgranar toda la historia que hay detrás, cada cifra esconde una historia detrás. Los detalles, como el de la cuerda, son los que dan vida al relato.
-Rodrigo: Los sacamos de los testimonios y a nivel narrativo creo que funciona muy bien. Para ellos también tiene un factor muy importante de simbolismo, cuando yo he entrevistado a Pepica llevaba siempre el mechón en la mano. También lo de los frascos, que para ellos es parecido a agarrar la botella de un náufrago con un mensaje encontrado. Cuando ves que aparece una persona en una fosa común con un sonajero o una carta escondida en el dobladillo del pantalón ves que es un mensaje que trasciende del paso del tiempo.
-Hablando de simbolismo, también empleáis La Ilíada como paralelismo en la historia. Citáis una parte del texto en la que dice: “El cuerpo de su hijo se recupera y solo así el desasosiego desaparece y el dolor se mitiga”, en este caso necesitamos una historia antigua para comprender la realidad
-Paco: Hablamos de un problema más antiguo que el tiempo, en las leyendas puede parecer súper lógico y sorprende que en la actualidad no se comprenda de esta misma manera. Yo no soy creyente, y no acabo de entender esa obsesión por recuperar “los huesos de alguien para moverlos”, pensaba: “Olvídate de eso y pasa a otra cosa”, pero claro cuando empiezas a ver la motivación que tienen esas personas tras la promesa de recuperar los huesos te das cuenta de que es una necesidad. Un entierro digno es algo ancestral, desde los enterramientos siempre está la función del respeto y del funeral digno y también del adiós y de mitigar ese dolor.
-Como en La Ilíada, que el espíritu de Patroclo vaga hasta que tiene un entierro digno
-Paco: Lo peor que puede hacer la familia de Aquiles es llevarse el cuerpo, y esto a fin de cuentas es lo que se hace con todas estas familias republicanas durante la represión en la dictadura. Muchos no pudieron despedirse de sus seres queridos, fueron un día a la cárcel y de repente ya no estaban. Se les negó lo más básico, no tener un lugar donde llorarles. Empiezas a darte cuenta del drama que supone todo aquello y de la necesidad de las familias para que por fin puedan descansar en paz, ellos no quieren que los huesos de sus familiares estén donde el asesino querían que estuviesen. Cuando separas esto de la nube de contaminación política que rodea al tema de las fosas ves que se trata de un tema de humanidad.
-¿Cómo es mantener un ritmo para que se entremezcla historia y ficción?
-Rodrigo: El proyecto empieza de manera puramente periodística, Pepica nos contó la historia completa y luego hicimos una labor brutal de documentación, tanto a nivel de historia como de arquitectura. Estudiamos sobre cuántas fosas hay, cuantas personas quedan por exhumar, cuantos desaparecidos hubo, cuantos hay de cada bando… es un poco desesperante al principio pero justo eso es de lo que queremos hablar. Luego está el mérito de Paco en narrar con imágenes, en la última revisión vemos que es hasta sencillo quitar palabras, que basta con la potencia visual.
-Paco: Hablamos de Pepica, de Leoncio y del relato ancestral de La Ilíada y sus enterramientos, que le da este toque poético Queremos hablar del olvido, de esa especie de manto de silencio que se ha cubierto sobre la historia en este país para que nadie se pregunte nada, para que nadie se cuestione si hay registros de esto. También necesitamos contar la historia desde el presente, y conseguir hablar del drama de estas familias, es un relato que va encajando y que a través de las botellas de vidrio vemos que hay un misterio que impulsa esta historia. Pensamos que solo la narración no nos permite entrar en todos los matices de esta historia, me gusta que empleemos el cómic como híbrido entre ficción y periodismo.
-¿Y la labor de documentación?
-Paco: Hemos intentado que hasta el más pequeño detalle sea real, que los escenarios se parezcan a lo que podía ser entonces. Intento ser muy fideligno con el dibujo, para mi ha sido una tranquilidad haber trabajado esto con Rodrigo.
-Rodrigo: Contamos con una telaraña de expertos que nos han ayudado en cualquier cosa. Si hemos tenido algún problema era de exceso de información y no lo contrario. También hemos podido acercarnos a una fosa común y ver como se trabaja en la exhumación, hemos descubierto muchísimas cosas que ni nos imaginábamos haciendo el cómic.
-Paco: Vemos personas que han sido asesinadas en un lugar en el que están rodeados de pruebas y detalles del día de su muerte. Nos damos cuenta de que todos esos huesos cuentan una historia.
-Cito el cómic: “La lucha contra el tiempo es la lucha contra el olvido”
-Paco: Los huesos cada vez están más deteriorados y cada vez hay menos familiares directos de estas personas, cada vez será más complicado hasta que se vuelva imposible.
-Rodrigo: Es un olvido puramente biológico, cuando se mueren los descendientes directos baja mucho la probabilidas de identificar al cadáver a través del ADN. Está este olvido y el social, como sociedad hemos caído nosotros solos en el abismo del olvido con ese mensaje de “no abrir las heridas”. Siento que a la gente le da bastante igual ahora mismo.
-¿Diríais que es un relato muy manido?
-Rodrigo: Siento que hay un mantra en España sobre los temas que tienen que ver con la guerra civil, pero haciendo estos trabajos te das cuenta de que se ha contado muy poco. Yo no recuerdo ninguna imagen visual de fosas comunes, y no hay una memoria visual de todo esto. Cuando veo las imágenes de la familia de Pepica es poner en imágenes la historia de su familia y de lo que había oído contar tantas veces, te lo tienes que imaginar porque no existe documentación sobre esto.
-Paco: Esto dice que nuestra sociedad no tiene respeto por nuestra memoria ni por nuestros muertos y que hay una ideología que quiere que esto no se recuerde. Los golpistas se pasaron cuarenta años creando mártires, cambiando nombres de calles para dedicarlos a sus muertos, junto con placas, homenajes y ayudas a las familias. Hubo un gran respeto por sus muertos y un intento de olvido para la otra parte de la sociedad, que habían sido los perdedores de la guerra. Hoy seguimos un poco igual, no queriendo recordar y con un intento de silenciar todas esas voces desde cierto sector de la política y desde una élite social. Intentar que esa parte quede en el olvido.
-Pero con este trabajo recordamos…
-Paco: La historiografía del franquismo era una falsedad, una exageración y con una visión muy partidista de los acontecimientos. La nueva memoria que tenemos ahora es mucho más reflexiva, se pone en contexto todo con todos los matices. No existe lo que a veces se acusa desde ciertos sectores de la derecha de crear una memoria revanchista, siento que se está haciendo una labor real: reflexionar sobre el pasado y llegar a las conclusiones, sean las que sean.
-Rodrigo: Yo echo en falta un compromiso de país respecto a esto, un compromiso de Estado. Al final el ejercicio de la memoria se convierte en algo puramente personal e individual, Pepica se da de bruces contra la administración todo el rato porque no hay un compromiso por parte del país. Tendría que ser una necesidad nacional, no de cada una de las familias. Para cerrar las heridas hay que cerrarlas por completo, no se puede dejar nada abierto eternamente.