CASTELLÓ. El cineasta Jonas Carpignano inició en 2015 una trilogía ambientada en la región de Gioia Tauro, en Calabria (a la que se trasladó para estudiarla a fondo) con Mediterráneo, una película que le sirvió como punto de partida para analizar algunos de los temas que desplegaría en esta inusual saga vertebrada entre la ficción y el documental y destinada a abordar algunos de los temas sociales que caracterizan este entorno, entre la inmigración, la delincuencia, la mafia y la juventud perdida.
En Mediterráneo se narraban las desventuras de Ayiva (Koudous Seihon) quien partía con su amigo Abas (Alassane Sy) desde Burkina Faso a Italia, con paradas en Argelia y Libia, en una travesía desoladora y repleta de incidentes que ponía a prueba su espíritu de supervivencia. Sin embargo, cuando lleguen a su destino, los problemas no cesarán y tendrán que hacer frente al desprecio de la sociedad, a la presión de los grupos neonazis y la imposibilidad de integrarse en un entorno profundamente hostil.
En una de sus paradas, la protagonista llegará a una comunidad gitana y allí conocerá a Pio Amato, un niño que se convertirá en el nexo con su siguiente película A Ciambra (2017). En ella seguiremos las desventuras de una familia numerosa, los Amato, dentro de ese espacio decrépito que nos conecta de forma inmediata con el neorrealismo italiano. Pio, de 14 años, será nuestro anclaje dentro de ese universo al que quiere acceder más rápido de lo que debería, comportándose como un adulto antes de tiempo y tomando como modelo de referencia a su hermano mayor, que entra y sale de la cárcel a cada momento. Todo el clan se interpreta a sí mismo, lo que dota a la película de un naturalismo adicional, así como también los conflictos que se abordan son auténticos, sobre todo esos choques entre romaníes, africanos e italianos.
Ahora estrena Para Chiara, en la que aborda la mafia desde un punto totalmente distinto al que estamos acostumbrados, el de la mirada de una adolescente que descubre que su progenitor forma parte de la ‘Ndrangheta. Desde los primeros compases, la cámara de Carpignano se muestra especialmente sensitiva, introduciéndonos de forma inmersiva en la vida de la joven y de su forma de relacionarse con su familia antes y después de que su padre huya tras ser acusado de ser un líder dentro de la organización delictiva.
Así, los ojos de Chiara (una extraordinaria Swamy Rotolo) se convertirán en nuestra guía, desde las celebraciones tumultuosas del inicio hasta el proceso de investigación particular que emprenderá para romper ‘la ley del silencio’ que impera a su alrededor. De la inocencia a la toma de decisiones adultas, así será el viaje de descubrimiento al que se enfrentará la protagonista, que tendrá que plantearse una serie de tremendas diatribas morales. ¿Qué es mejor, continuar siendo fiel a su familia y asumir su pertenencia a la mafia o alejarse y empezar una nueva vida?
Carpignano entronca con una estirpe de directores humanistas que tienen una sensibilidad especial a la hora de acercarse a sus personajes y lo hace de una manera orgánica (con la cámara siempre en mano), fluida, cruda y por momentos poética. En Para Chiara mantiene el juego entre la realidad y la ficción que ha caracterizado toda su obra: los personajes viven en la misma ciudad en la que se filma la acción, forman parte de una familia real y no son actores profesionales. Su gran hallazgo es que esos componentes se integren de manera invisible en su narración y que a través de ellos el relato se transforme por completo para desprender autenticidad y honestidad.