Nostradamus ya lo sabía / OPINIÓN

¿Para qué el periodismo de ciencia en tiempos de TikTok?

31/12/2023 - 

VALÈNCIA. Hace unos días una investigadora le escribía un comentario en la red social Twitter/X a un redactor de ciencia afeándole que la noticia más leída de su periódico en 2023 correspondiera a una información sobre la corrupción detrás de una clasificación mundial de universidades, la que la consideración de la investigadora no estimaba "representativo de la ciencia y los científicos" y que sugiere "lo mucho que atrae el espectáculo/carnaza". Observación que fue contestada por el redactor: "el periodismo no funciona así" y el alto índice de lecturas responde al interés por una información insólita, el hecho de que una universidad sancionara durante trece años (sin empleo y sueldo) a un investigador cuyo caso escondía "una historia detrás". 

El hilo de la conversación pasó por la insistencia de la científica crítica en recordarle al redactor que había escrito artículos "mucho mejores" que debían haber tenido "mayor impacto", a lo que el redactor contestó que el número de visitas se motivó por el carácter "exclusivo" de la noticia: "Cuando informamos sobre un tratamiento contra el cáncer publicado en Nature, los lectores también pueden leerlo en cualquier otro periódico. Lo que valoran son las exclusivas relevantes".

Aunque el final del año lo permita, al igual que justifica tristemente poner en los balcones leds a manta de las maneras más cutres, es cierto que las noticias, como las universidades o el índice de publicaciones científicas, no deberían someterse a clasificaciones. Sin embargo, se pone cada vez más difícil no sucumbir a las leyes de la interacción o engagement, en las que "la ciencia bonita", léase "nuevos tratamientos para enfermedades terminales" o "nuevas exploraciones del universo" o resolvernos la duda humana de si debemos comprarnos un coche híbrido o eléctrico o si la mejor opción todavía es el de gasolina de segunda mano, acapara menos clics y comentarios que el lado de la "mala ciencia" de los artículos falsos, las tesis doctorales plagiadas o los abusos de la endogamia y demás géneros de la crónica negra científica. 

Hace cuatro décadas, Manuel Calvo Hernando, considerado uno de los padres del periodismo y la divulgación científica (así, sin separar uno de otra) en España y cuyo centenario se ha celebrado este año, se refería al periodismo científico como una de las modalidades informativas "con extraordinarias perspectivas profesionales y una clara vocación de futuro". 

   

Lo escribió en 1984 y ha formado parte de la bibliografía básica de la formación en esta especialidad durante décadas, incluso en los años en los que las promociones de estudiantado licenciado salían al asfalto cuando los medios de comunicación prescindían de trabajadores de plantilla, en lugar de buscar cada vez más perfiles especialistas para ofrecer un contenido de calidad por el que público valorase que merece la pena pagar. Mientras ese debate queda por resolver, los contenidos de ciencia han navegado estos últimos años entre la multiplicación de los "cortapegas" institucionales, los de los envíos de las notas de prensa, y el estilo bloguero de los listados de recomendaciones o curiosidades sin las que no podríamos vivir los próximos cinco minutos de vida. 

La práctica desaparición de contenidos didácticos, salvo algunas honrosas excepciones en las que asoma la ciencia de datos, ha llevado a crear un nicho para una buena parte del personal investigador (frustrado o no) "con inquietudes comunicativas", y para algunos periodistas de ciencia que no han encontrado espacio en los medios que han sabido aprovechar las herramientas de comunicación digital de las redes sociales para hacerse una marca propia bajo el paraguas de la divulgación científica. 

Esta misma denominación la comparten tanto el gran equipo y los recursos técnicos que permitieron emitir la serie Cosmos como el trabajo "de garaje" cultuber, a base de silla gaming, trípode, luces led y macetas, que hay detrás del montón de canales de YouTube y de verticales de TikTok. Una marca propia, sea dicho de paso, que les abre la puerta de la publicidad (marketing de influencers), los estudios de televisión y podcasts, y las conferencias en eventos como vías de monetización y, a saber, las posibles declaraciones fiscales en Andorra. Las carreras científicas pueden ser también inescrutables. Todo esto gracias a que nuestra condición humana solo valora el resultado, no el proceso previo, y si el resultado puede consumirse en cinco segundos de visualización, dos veces bueno. 

En el año de la inteligencia artificial generativa, que se suma a las preocupaciones acumuladas por la emergencia climática y la propagación de pandemias, "2023 ha demostrado ser un año de despidos y reducción de presupuestos amenazando a periodistas y editores científicos cuya experiencia es de vital importancia", señalaba en esta entrada Cassandra Willyard, presidenta de la NASW, la organización profesional estadounidense de trabajadores sociales. Lo que se traduce en una "profunda preocupación por la amenaza que estos despidos representan para el periodismo de calidad, la alfabetización científica y una democracia informada", refiriéndose a los despidos de medios digitales como Vice News, BuzzFeed News y FiveThirtyEight, la emisora NPR y medios impresos como Washington Post o National Geographic). 

En este horizonte resulta del todo necesario mencionar al redactor científico Ed Yong, que reflexionaba antes de Navidad en The New York Times su experiencia cubriendo informaciones sobre el coronavirus prolongado, lo que le ha permitido concluir que "la ciencia no es la fuerza objetiva y neutral que a menudo se malinterpreta. Es, en cambio, un esfuerzo humano, implacablemente golpeado por nuestra cultura, valores y política. El rechazo de la sociedad conduce al abandono científico, y la falta de investigación se convierte en forraje para un mayor escepticismo. […] Contrariamente a la noción generalizada de que decir la verdad al poder significa ser antagónico y frío, los periodistas pueden, en cambio, actuar como una profesión de cuidado, que calma y nutre, haciendo que las personas que se sienten invisibles se sientan vistas". Esperamos que en 2024 ese papel se mantenga y siga creciendo. 

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