VALÈNCIA. Un director de cine conoce a una chica en su fiesta de fin de rodaje. Ambos se sienten atraídos el uno por el otro y terminan acostándose esa noche. Pero Tomás (el director de cine) está casado con Martin, por lo que, a partir de ahí, tratará de empezar una relación con su nueva amante sin querer romper por completo con el que fue su marido. Esta es la historia que cuenta Passages, la nueva película del cineasta estadounidense Ira Sachs, protagonizada por Adèle Exarchopoulos, Franz Rogowski y Ben Wishaw, presentada en el Festival de Sundance y en la Berlinale 2023 (dentro de la sección Panorama) y que ahora acaba de verse en el Atlàntida Film Fest de Mallorca, donde se alzó con el Premio del Público.
El conflicto que plantea la película es interesante. La historia de un triángulo amoroso con relaciones homosexuales, bisexuales y heterosexuales de por medio permite abordar la complejidad de los vínculos afectivos y sexuales actuales e ir más allá del clásico chico conoce a chica mil veces contado de la misma manera (ahí el verdadero problema). Desde este punto de partida, lo que hace la película interesante son sus personajes, sus naturalezas y deseos contradictorios, su capacidad de querer y desear una cosa y al mismo tiempo la contraria (o todas a la vez), los dilemas y las preguntas que plantean sus mundos sentimentales. A pesar de que nos encontremos lejos de sus situaciones personales, podemos reconocernos en lo mejor y en lo peor de ellos, en su humanidad, en sus pasiones enfrentadas, en su capacidad para amarse y al mismo tiempo herirse, en su coraje y en su cobardía, en sus decisiones erráticas, en sus dudas, en sus anhelos y miedos.
Todo ello está contado con sencillez y contención, sin artificios innecesarios y sin pretensiones moralizantes, a través de la cotidianidad que conforma esas historias sentimentales, capturando sus fragmentos de vida, deteniéndose en sus detalles e imágenes, planteando interrogantes sin respuestas cerradas. De esa forma, la película encuentra el tono que busca, entre la ligereza y cierta profundidad, con momentos que con muy poco logran decir mucho; un baile, una mirada, un paseo en bici, un último encuentro entre dos personas que un día se amaron.
Otra de las grandes virtudes de la película está en las interpretaciones. Adèle Exarchopoulos vuelve a estar magnífica (por momentos eclipsa todo lo que la rodea), magnética y muy sensual, su expresión y sus gestos transmiten esa humanidad del personaje, su alegría, su erotismo y también su tristeza. Rogowski, con su mirada melancólica y misteriosa, también logra hacer creíble al suyo, su lado sombrío y su soledad. Y por momentos, con su languidez, Wishaw también consigue estar a la altura.
La debilidad de Passages está en que lo que cuenta y cómo lo cuenta tampoco resulta nada extraordinario. Si bien tiene ese punto personal de contar la historia de una relación a tres desde un planteamiento algo diferente, no hay nada realmente singular en ella, nada me sorprende, tengo la sensación de haber visto la misma película (con ligeras variaciones) otras tantas veces. La historia resulta cercana y más o menos creíble, pero Sachs también termina cayendo en ciertos tópicos a la hora de abordar las relaciones “no normativas”, en lugares comunes que acaban resultándome demasiado calculados y forzados. A pesar de ello, sus momentos de verdad logran sobresalir, es fácil reconocernos en esa complejidad de los personajes, en su lado más amable y en el más oscuro, en su dolor y en su alegría, y esa es quizá su mayor baza.