Existen conceptos, como patria o libertad, tan manoseados y repetidos de manera vana e interesada que su propio significado se ha visto pervertido de tal forma que pueden ser utilizados para defender una postura o la contraria.
Es cierto que son ideas complejas, con diferentes acepciones y vertientes (especialmente lo referido a las connotaciones de la palabra libertad), pero que pronunciadas en labios de algunos actores políticos para defender determinadas posturas no pueden dejar de sonrojarnos.
Seguramente la palabra patria tiene tantos significados como personas sean preguntadas. Para algunos de nosotros la patria es lo cotidiano, el olor de los lugares de la niñez o de personas de las que nos tuvimos que despedir forzosamente, un libro, la seguridad de volver con los seres queridos, una celebración con los amigos de toda la vida o una canción que evoca momentos de felicidad o de nostalgia. Patria en el sentido más mundano de la palabra. Patria utilizada en sentido positivo, sin voluntad de ser arrojada contra nadie ni con el afán de excluir al otro.
No faltan numerosos ejemplos de la utilización de patria con esta última intención de exclusión. La extrema derecha se ha especializado en recurrir a la patria para promover los más bajos instintos del ser humano y los libros de Historia acreditan que los actos más atroces se han realizado en nombre de esta idea. El racismo, la xenofobia, la intolerancia religiosa, la persecución de las personas LGTBi o el odio al diferente tiene como base común la defensa de una falaz idea de patria que excluye al que se sale de esa pretendida uniformidad.
Sin embargo, no deja de ser sorprendente que aquellos que tienen la palabra patria presta para ser usada en cualquier ocasión, especialmente en su vertiente más cañí (la defensa de España) olviden su significado ante cualquier situación de conflicto internacional en la que se encuentre inmerso nuestro país.
De la misma forma que los grandes “patriotas” británicos no tuvieron reparos en alinearse con la Alemania nazi en los momentos previos al estallido de la II Guerra Mundial (con abdicación de Eduardo VIII incluida) o de los “patriotas” franceses de Pétain que colaboraron de manera entusiasta con Hitler con la excusa de retornar a la grandeur del Imperio Francés, los patriotas españoles no pierden oportunidad de alinearse con las potencias extranjeras cuando más los necesita nuestro país.
Podríamos enumerar unos cuantos ejemplos, pero me detendré en los dos más recientes.
El primer ejemplo de esa absoluta falta de patriotismo se produjo a cuenta de las negociaciones del Fondo de Recuperación que debía ser aprobado en el seno de la Comisión Europea. En los momentos más duros de la pandemia, con los países cerrados y la población confinada (y atemorizada ante las consecuencias de un virus del que casi nada sabíamos) el líder de la derecha patria, Pablo Casado, tomó un avión con rumbo a Bruselas para posicionarse con los llamados países frugales. Países que negaban cualquier aprobación de fondos de recuperación para los países del sur de Europa (entre los que se incluía España).
De esta forma teníamos, por un lado, a un presidente del Gobierno inmerso en negociaciones maratonianas buscando alcanzar un acuerdo que asegurara la llegada de dinero a las maltrechas arcas públicas españolas y, por otro lado, a un jefe de la oposición, el señor Casado, presionando para que este fondo no fuera aprobado. Todo un patriota defendiendo su país.
Afortunadamente, triunfó la postura del presidente Sánchez y el Fondo fue aprobado, con la consiguiente llegada de 140.000 millones de euros a las arcas públicas nacionales.
El segundo ejemplo lo hemos tenido con la crisis migratoria en Ceuta. A nadie se le escapa que Marruecos ha utilizado la apertura de las fronteras en territorio ceutí para presionar a España. Ante esta situación, lo patriota (o al menos lo razonable) hubiera sido que Casado se pusiera a disposición del Gobierno para defender la posición de España ante la tensión provocada por Marruecos (como hizo el presidente Zapatero a cuenta de la invasión del islote Perejil en tiempos aznarianos). Al contrario, Casado ha expresado la idea de que España se merece lo que le está pasando, una idea terriblemente peligrosa en relación a nuestra posición internacional como país.
Y, además, teniendo en cuenta que Casado se reunió en semanas previas con un partido político marroquí que exige la devolución de Ceuta y Melilla al Reino de Marruecos. Todo esto infiere una postura política que, además de ser tremendamente antipatriótica, demuestra la falta de escrúpulos del jefe del Partido Popular.
Resultará que, al final, para Casado y sus afines, la patria no será otra cosa que la búsqueda del poder por el poder, caiga quien caiga, a costa de lo que sea. Incluida España y los españoles. Aunque esto signifique alinearse con potencias extranjeras. Seguiremos con atención esta historia de patria y otras traiciones.