cultura

Pepa Salazar, la diseñadora de cabecera de Rosalía

Las creaciones de Pepa Salazar, que apuesta por el minimalismo, la sensualidad y la sostenibilidad, han atraído el interés de jóvenes artistas, entre ellos, Rosalía. 

23/02/2023 - 

VALÈNCIA. Cuando Pepa Salazar (València, 1990) describe su metodología de trabajo la compara a la de un escultor. Intuye una forma que va tallando en la tela hasta que se le revela. «Es una conversación muy larga, como si la figura estuviera a veces en contra, de modo que tienes que dialogar con ella para que aparezca», describe esta diseñadora de moda que solo crea para mujeres, tanto por una cuestión de gustos —le atrae la volumetría del cuerpo femenino— como también política, molesta con el dominio masculino en el ámbito del women’s wear.

Durante la entrevista que nos concede poco antes de mantener una charla con los estudiantes de moda que han asistido a la proyección de fashion films del festival internacional de mediometrajes La Cabina, la modista nos pregunta si sabemos de alguna directora creativa trabajando en ropa para hombre en el todopoderoso grupo LVMH, conglomerado de lujo que reúne a marcas como Louis Vuitton, Fendi, Givenchy y Christian Dior. No hay ninguna. «Se piensa que es una industria feminista, y no lo es; de modo que yo defiendo ser mujer, pensar en la mujer y hacer mujer. Así de sencillo». Así de franca.

La sesión de cine incluye la proyección del vídeo en vivo de TikTok con el que Rosalía anunció el lanzamiento de su disco Motomami. Para este experimento visual a medio camino entre la performance, el videoclip y la película de moda, la ganadora del Grammy Latino al mejor álbum del año se ciñó los estilismos de Salazar, su diseñadora de cabecera desde 2017. Botas altas, aperturas laterales, tops drapeados, transparencias y escotes asimétricos. No es la única artista a la que la valenciana ha arropado con su querencia por el monocolor, la sensualidad y el minimalismo. A Nathy Peluso, Aitana y Kim Kardashian también las ha vestido esta escultora de la silueta femenina. 

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— ¿Consideras que es un buen momento para dedicarse a la moda?

— Nunca hay un mal momento. La moda existe desde hace muchísimo tiempo y las marcas pueden tener buenos o malos momentos, pero la moda siempre está ahí. 

— ¿A quién tienes en mente cuando diseñas?

— Siempre digo que hay que tener empatía con la persona a la que vistes, porque ya tiene muchas cosas en las que pensar. Por ejemplo, en el caso de las cantantes, han de estar pendientes de la voz, de la actuación, del escenario, de cómo se mueven… y la ropa no puede ser otro problema. De forma que tienes que acompañar. El vestuario ha de facilitar que se vengan un poco arriba. La ropa ha de resultar cómoda o hacerles sentir más poderosas. Así que dentro de mi estética, mantengo relaciones cómplices.

— ¿A qué responde esa coincidencia de trabajar tanto con cantantes?

— Ha sido algo totalmente casual. Podrían haber sido escritoras. Al final, nuestro trabajo está muy enfocado a vestir a personas que necesitan exponerse y relacionarse con la identidad y con la imagen, e inevitablemente, la moda forma parte de esa ecuación.

— ¿Cómo acaban los diseños de una creadora de València en el armario de Kim Kardashian?

— Gracias a la modelo Sita Abellán, que le llevó mi ropa. De todas formas, no fue un trabajo a medida, no la conozco personalmente.

— Imagino que habrá ocasiones en que trabajes con gente que no te caiga especialmente bien o discrepes respecto a su manera de ver el mundo. ¿Cómo empatizas creativamente entonces con su universo?

— De momento no me ha pasado. Por suerte, porque es importante establecer una conexión personal, así como guardarse respeto mutuo, ya que al final estás trabajando sobre su cuerpo, que me parece algo muy íntimo. Al ser mujer y vestir a mujeres consigo empatizar mucho, porque intento que haya una relación humana y una confianza.

«Aunque no comparta la estética, me parece un trabajo tan sufrido que siento admiración por cualquier persona que se dedique a esto, ya que sé lo que cuesta»

—¿Vestirías a la reina? 

—Por qué no. Me encanta la portada del Hola en la que sale muy gótica y, además, me parece que tiene un cuerpazo súper fitness.

—¿Cómo ha sido crecer al ritmo que lo ha hecho Rosalía, sin abandonaros por el camino? 

—Admiro muchísimo lo grande que es Rosalía, la capacidad que tiene de crear no solo musicalmente sino artísticamente. Al final nos hemos ido encontrando cuando lo hemos necesitado y siempre hemos estado alineadas en el estilo.

—Tuviste un mes para crear el vestuario de Rosalía y su equipo de bailarines. ¿Trabajas bien bajo presión?

—Mi personalidad necesita que pasen cosas. Así que, aunque me queje, necesito esa presión y soy capaz de disfrutarla.

—¿Cómo te inspiras en el caso de las colecciones?

—No pienso en alguien en particular, sino en una idea más abstracta. Conceptualizo de otra manera.

—En tu proceso de creación, ¿sueles partir de una idea, una reflexión, un concepto o una frase? ¿Cómo ha sido en tu última creación?

—En mi inspiración está sobre todo muy presente la silueta de la mujer, porque al final todo lo pruebo en mí, puesto que es importante comprobar cómo te hace sentir esa prenda, tener en cuenta también el tejido. Soy muy abstracta. A la hora de plantear diseños suele partirse de un dibujo, pero a mí me cuesta mucho porque soy una firme defensora de lo técnico. De manera que la técnica me da muchas veces la inspiración. Me encanta trabajar y experimentar las geometrías pero no soy capaz de imaginarlas, así que hago un ejercicio de experimentación geométrico en el maniquí en patronaje, veo qué sucede y luego, puedo dibujar. 

—La moda es una industria donde históricamente la mayoría de las grandes firmas de ropa de mujer están dirigidas por hombres. Sin ir más lejos, se me ocurre la trayectoria de Victoria’s Secret. En su opinión, ¿qué aporta la visión de género?

—Siempre pensamos que la moda liberó a la mujer, pero en realidad, era la idea que tenían los hombres, en un figurín, de lo que debían llevar las mujeres. Nuestro género siempre estaba relegado a coser, eran las modistas. Mis amigos diseñadores me lo discuten, pero me da igual, es una cosa que creo.

«Sentir rabia porque te están copiando es una estupidez. Me parece hasta ridículo, porque te quedas en eso y te estancas. Es un impulso para que tu trabajo siga»

—La fluidez de género está cada vez más presente en la moda, ¿cómo encaja la androginia en una creatividad como la tuya, que enaltece la feminidad?

—Yo puedo diseñar con una imagen en la cabeza, pero al lanzarla sucede como cuando un espectador hace una lectura sobre un cuadro, cada persona interpreta de una manera. Por mí, que vista mi ropa quien quiera. Con mis diseños puede identificarse cualquier tipo de cuerpo, de género o de carácter. 

—Los gemelos Dean and Dan Caten solo visten prendas que han diseñado ellos mismos. ¿Vistes tú las tuyas propias?

—Mira, yo soy muy vaga. Hoy me ves vestida así porque tengo una charla, pero normalmente voy siempre de negro, en chándal y en Crocs, porque estoy todo el día trabajando. Pero cuando tengo algo importante, intento vestir con mis prendas porque tienes que creer en lo que haces.

—¿Qué ropa llevas en un concierto?

—Depende de lo cansada que esté. Siempre me apaña una bota alta, pero de repente puedo ir en chándal. 

—¿Vas a los conciertos de las artistas a las que vistes?

—Sí, es muy emocionante. Hay veces que lo sufro pensando que se les moverá la ropa, pero también lo disfruto muchísimo.

 —¿Escuchas música cuando estás trabajando?

—Sí, pero no me preguntes qué, porque un día es ópera y otro, techno. Suelo ser macarra para la música. También me gusta mucho el ambient y los sonidos raros, de ballena, por ejemplo. Me vienen muy bien para trabajar.

—¿Qué lecturas, exposiciones y viajes avivan tu creatividad?

—Cada vez pienso más que la creatividad no viene de la inspiración, sino de la pura racionalidad. A mí me hace crecer muchísimo tener una persona con la que poder compartir ideas y derivar en absolutas locuras, como coger un libro, comentarlo y llegar a infinitud de conclusiones diferentes, filosóficas. Mi pareja y yo siempre mantenemos muchos debates. Hacemos viajes en coche y podemos estar cinco horas hablando de textos. Eso que dicen que la creación es un 90% de transpiración y un 10% de inspiración creo que es totalmente cierto, porque el cerebro es un músculo que se entrena. Es exactamente igual que ir al gimnasio. Así que siempre estoy leyendo, viendo películas… Creo que la curiosidad es indispensable para la creatividad. La apertura de mente, ese estar atento a todos los estímulos, son fundamentales.

—¿Qué película en las que se retrata el mundo de la moda son más fidedignas?

—Está El diablo viste de Prada, pero me parece una lectura superficial. Creo que los documentales son un poquito más honestos, porque pueden profundizar más en este mundo y no quedarse en el photocall. En Filmin hay varios. El de Wim Wenders sobre Yamamoto, Notebook on cities and clothes; el de Vivienne Westwood, Reina punk y en el de Dior y yo, sobre la llegada de Raf Simons. 

—A pesar de las alternativas de promoción que plantean fashion films y redes sociales, no has dejado de presentar tus trabajos en desfiles, ¿qué aliciente tienen?

—El desfile da mucha más proyección. En pandemia se intentó encontrar diferentes fórmulas alternativas, pero en cuanto salimos del confinamiento, todo el mundo volvió a la pasarela. Es cierto que es un formato complicado; te puede dar mucho, porque puedes contextualizar muy bien tu ropa empujándola como concepto, pero económicamente es muy difícil de sobrellevar, así que ha de compensarte mucho. Yo hace tiempo que no desfilo, en concreto, desde 2019. Estoy eligiendo un formato un poco más tranquilo que es centrarme en las ventas en España. Es difícil que los desfiles en nuestro país se traduzcan en transacciones, porque no tenemos esta figura del comprador que puede haber en París. 

—¿Te importa que te copien?

—Mi novio, que es un artista increíble, siempre me dice, «cariño, lo mejor que te puede pasar es que te copien, porque eso significa que tienes que seguir evolucionando». Es un buen consejo. Sentir rabia porque te están copiando es una estupidez. Ni siquiera hay que verbalizarlo. Me parece hasta ridículo, porque te quedas en eso y te estancas. Es un impulso para que tu trabajo siga.

—Una de tus inquietudes es la moda sostenible. ¿Qué dificultades te supone en un sistema tan capitalista como al que se adscribe tu profesión?

—Como dices, es un sistema capitalista y viciado, y cuanto más pequeño eres, más difícil es ser sostenible, pero hay muchas maneras muy imaginativas de serlo, por ejemplo, el stock: hay que producir lo que vendes, para que no sobren existencias. También estamos trabajando con una empresa valenciana llamada Jeanologia, que tienen unos procesos en cuanto al lavado del vaquero y a los acabados totalmente sostenibles. En definitiva, hay que tener una responsabilidad con lo que se hace. Es algo necesario para todo el mundo, no solo para las nuevas y futuras generaciones, que cada vez tienen más conciencia, sino también para las grandes firmas. Siempre has de pensar en qué puedes mejorar, en qué puedes aportar. 

—¿De qué manera diferencia tus diseños trabajar sobre geometrías, papiroflexia y maquetas en lugar de figurines?

—Mi metodología me define mucho. Una vez tengo varias opciones de maquetas, que son minipatrones plegados, veo en qué se puede transformar y lo paso a papel. Es el producto de los años de trabajo con Isabel Sánchez. Ella también es workaholic como yo y nos gusta quedar para charlar y ponernos al día mientras estamos trabajando, investigando.

—Has nombrado a Isabel Sánchez, la persona que te enseñó sastrería y patronaje. ¿Sigues llamándola de usted? 

—Sí, porque es mi maestra en el sentido más japonés de la palabra. Tenemos muchísima confianza, es como de mi familia. Yo le he llorado en el taller muchísimas veces, pero no puedo hablarle más que de usted porque todo, absolutamente todo, lo he aprendido de ella. Le tengo tanto respeto… Podemos ir a tomar una caña o quedar a hablar de lo que sea, pero siempre le hablo de usted. 

—¿Qué otras personas de esta industria te inspiran ese respeto?

—Muchísima gente. Aunque no comparta la estética, me parece un trabajo tan sufrido que siento admiración por cualquier persona que se dedique a esto, ya que sé lo que cuesta.

—Al citar a tu maestra has nombrado Japón. ¿Qué influencia ha tenido este país en tu conceptualización de la moda y tus procesos creativos?

—Lo primero que descubrí cuando empecé fue la moda japonesa. Me llamó la atención la capacidad que tienen para ser atemporales. La moda son ciclos. Estar de moda es algo efímero, la misma palabra indica que es algo que dura poco, pero de repente, en los noventa, aparecieron unos señores japoneses: Rei Kawakubo, Yohji Yamamoto, Junya Watanabe... cuyas colecciones continúan siendo completamente contemporáneos. A mí me alucina que tengan un lenguaje tan propio que ni la moda sea capaz de arrebatarles. Me fascinan y tienen una manera de trabajar la técnica que me gusta mucho, que es la geometría. 

—¿Aspiras a la atemporalidad?

—Ojalá. Me parece muy difícil. Siempre intento hacer algo en lo que crea y no dejarme influir, pero es imposible, porque la moda es sociología y acompaña el mundo en el que se vive, es imposible no mirar el contexto en el que estás. 

—¿Qué nos dice la moda actual del momento presente?

—La persona que mejor está leyendo la cultura pop contemporánea es Balenciaga, que está haciendo moda del presente próximo. Su director creativo, Demna Gvasalia, está retratando los clichés de las personas que hay en la calle y los está llevando a la pasarela. Hay un desfile que lo representa muy bien y es la de 2020 del Parlamento Europeo. Los primeros looks parecen simbolizar a las personas que te miran el DNI en el aeropuerto. Saber leer esa estética tan cotidiana es conceptualizar el presente.

—¿Observas a la gente que te rodea, eres una persona que se quede callada y se fija?

—Nunca. No sé quedarme callada, no tengo filtro, no tengo lóbulo frontal. Lo que pienso lo digo, y ese es un gran problema; pero me gusta muchísimo analizarlo todo, porque así se aprende

* Este artículo se publicó originalmente en el número 100 (febrero 2023) de la revista Plaza