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vals para hormigas  / OPINIÓN

Pérdida de identidad 

12/06/2024 - 

Quizá se deba a que soy alicantino y lo de la pérdida de identidad lo llevamos en la sangre. Al menos, a eso se ha dedicado la mayoría de gobiernos municipales de esta ciudad. No me atrevo a decir que todos. Sí, las Hogueras; sí, el Hércules. Sí la Santa Faz y la coca de mollitas. Pero fuera de esos parámetros, que en ningún caso consiguen el consenso unánime de la población, nos deshacemos de nuestros rasgos en cuanto llega un postor, no hace falta que sea el mejor. En resumen, que carezco de identidad. Es más, soy un gran defensor de la pérdida de identidad. Y, por tanto, europeísta. 

Me fascina encontrarme un euro finlandés en las vueltas de la compra. O poder pisar territorio maltés sin tener que pasar por un control de pasaportes. Sentarme junto a un danés en la sala de espera del médico, que la profesora de ciencias sea irlandesa, que una murciana de negra melena ocupe un alto cargo en una farmacéutica de Alemania. O compartir mar con los griegos, presente con los neerlandeses y futuro con los eslovacos. El pasado, ya se encargan los euroescépticos de recordárnoslo. Los celosos guardianes de la identidad, las costumbres y las vallas con candado. A pesar de los pesares, de las lecciones mal aprendidas y del inesperado giro de guion en el que los israelíes se alían con los neonazis.

Siguen haciendo falta ajustes, por supuesto. Económicos, vecinales y migratorios, principalmente. Pero eso se logra con la masa, como demuestran todas las revoluciones y los mayores gestos de solidaridad. Como Stevenson, quiero compartir historia con los polinesios franceses. Quiero que los niños de Italia jueguen a cerrar los ojos para mirar como un esquimal de Groenlandia. Quiero que a un polaco le cueste tanto decir setze jutges mengen fetge d’un penjat como a nosotros deletrear sus apellidos. Quiero que la entrada de países de mayoría musulmana, como Albania o Turquía, diluya el presunto rasgo distintivo europeo de la cristiandad. Quiero que se eleve la media de los asuntos socioeconómicos por contagio de los vecinos mejor posicionados. Quiero que irrumpa el sur, para equilibrar la balanza del norte. Quiero que los éxitos deportivos españoles los siga protagonizando una gallega de piel negra. Quiero poder disfrutar de una aurora boreal con la misma facilidad con la que un noruego toma el sol en l’Alfàs del Pi. Quiero un centro de gravedad permanente. Por querer, quiero hasta que vuelvan los británicos, con sus Beatles, su Shakespeare y su BBC, lo cual genera cierta controversia en mi alma irlandesa.

Europa necesita sentirse mujer, inmigrante y de clase trabajadora para arreglar todos los desperfectos que le han surgido con el paso de los siglos. Dejarse por el camino los vicios adquiridos cuando estaba en el centro del universo y no como ahora, en la esquina de ninguna parte. Volver a ser el Ulises que sale de Ítaca, no el que vuelve. Dejar el mapa en blanco. Descubrir nuestra verdadera identidad, si es que eso existe.

@Faroimpostor

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Nos definen más los caprichos que las necesidades. En los detalles conocemos a las personas. Mi pulserita con la bandera nacional dice más de mí que todos mis discursos de contrabando.

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