CASTELLÓ. La recordada década de los años 80 del siglo pasado trajo consigo unos cambios estructurales que recompusieron el esqueleto interno del país. Así, gran parte de las necesarias transformaciones permanecen visibles aún a día de hoy. Dos de los motores que potenciaron aquellas mutaciones tomaron su fuerza de la cultura - respaldada sobre todo en la música y en el movimiento conocido como la Movida Madrileña - y del humor. La mezcla de ambos resultó inevitable y de la conjunción partieron innumerables artistas y agrupaciones musicales. Una de ellas fue Un Pingüino en mi Ascensor, formado por José Luis Moro - cantante y compositor - y Mario Gil - como productor a partir de 1990.
La banda, que mezcla en sus canciones notas de pop con los reconocidos sintetizadores y la electrónica característica de la época, comenzó a rodar oficialmente en el año 1987. Tras presentarse a un concurso musical, Moro editó bajo el nombre del grupo su primer álbum "con un casiotone como único compañero". Poco después y tras firmar con la discográfica DRO, aparece en las tiendas el exitoso El balneario. Ahora, después de más de una decena de títulos publicados - los de reciente cosecha autoproducidos - Un Pingüino en mi Ascensor hace parada en la sala La Bohemia de Castelló este viernes a las 20:00. Antes de su concierto en la capital de la Plana, Castellón Plaza conversa con José Luis Moro (Madrid, 1965) acerca de su primer concierto en la ciudad, el futuro del dúo o la incipiente escena nacional.
— Este viernes actuáis en la sala La Bohemia de Castelló. De hecho, es la primera vez que lo hacéis en la ciudad. ¿Qué puede esperar el público local de vuestra actuación?
— Así es, no hemos estado nunca en Castelló. Estuvimos cerca, en Vila-real, pero fue hace ya tiempo, en nuestra época de los 80, por lo que tenemos muchas ganas de actuar de nuevo allí. En cuanto al concierto, en 2025 cumplimos 40 años de carrera con Un Pingüino en mi Ascensor y utilizamos esa premisa para repasar nuestros mejores éxitos y lo que hemos producido a lo largo de todo este tiempo. En sí, las actuaciones se han convertido en una pequeña fiesta, una especie de mezcla entre la música y el humor.
— Un Pingüino en mi Ascensor tiene una trayectoria peculiar. ¿Cómo surgió la idea de formar un grupo con un nombre tan original y cargado de humor?
— Al principio empecé solo con un teclado y ritmos; en definitiva, con la tecnología rudimentaria de los años 80. El primer disco se grabó de esta manera en 1987 y fue a partir de finales de la década cuando monté una pequeña banda con la incorporación de Mario Gil, un histórico de la movida en España que formó parte de grupos míticos como Paraíso, La Mode o Aviador Dro. Ahora mismo, el grupo lo formamos él y yo en el escenario, mientras que el resto son máquinas y bases programadas. En resumen, la cosa surgió de una manera muy unipersonal.
Desde hace muchos años no vivimos de la música, sino que es un hobby al que dedicamos tiempo porque nos divierte
— Vuestro álbum de debut, homónimo, salió a la venta en 1987. ¿Cómo definirías la esencia de Un Pingüino en mi Ascensor? ¿Ha cambiado con el tiempo?
— Nuestra esencia no ha cambiado mucho. Desde el principio decidimos seguir el camino del pop mezclado con un punto de humor e ironía. A nivel musical seguimos con ese estilo, aunque hemos sofisticado ligeramente el sonido, pero sigue siendo pop electrónico. En concreto, nuestros seguidores se refieren a él como nasal pop por mi voz nasal. Por otro lado, la evolución no es notable. Existe una característica que ha permanecido desde siempre y quizá se ha acentuado, que es que hacemos lo que nos da la gana. Desde hace muchos años no vivimos de la música, sino que es un hobby al que dedicamos tiempo porque nos divierte. Actuamos solamente dónde y cuándo nos apetece y funcionamos de la misma manera con los discos. Se percibe bastante libertad en lo que hacemos y sobre todo nos lo pasamos muy bien en el escenario; esa es una de las razones por las que la gente se divierte también. No nos lo tomamos como una obligación, sino más como algo que nos apetece hacer.
— Compones las letras de vuestras canciones, que se caracterizan por ese atrevido sentido del humor, que llevas al límite. ¿De dónde sacas la inspiración para escribir temas tan únicos y característicos?
— Nunca lo he sabido a ciencia cierta. Estudié la carrera de Derecho, que me pareció aburridísima, y la música fue una especie de vía de escape. De tanto agotamiento decidí empezar a inventarme pequeñas tonterías y a raíz de eso surgieron las primeras canciones. En general, a nuestro alrededor tenemos una gran cantidad de cosas de las que uno se puede reír y nos da pena dedicarnos a escribir canciones de amor, por lo menos las que son aburridas. Si abordamos algún tema de relaciones afectivas siempre lo hacemos de una forma un poco diferente, no como lo haría cualquiera. Para eso hay gente que ya lo hace muy bien.
— El público os recuerda por éxitos pegadizos como Espiando a mi vecina o Atrapados en el ascensor. ¿Qué significado tienen estos sencillos para vosotros hoy en día?
— El público nos dice al acabar los conciertos que le recordamos a la mejor época de su vida. Existe por un lado una parte nostálgica, de gente que era joven en aquellos años, empezó a escuchar canciones en la radio y asocia nuestra música a esos momentos de entretenerse y no preocuparse por nada. Sin embargo, con el tiempo se ha ido incorporando un público más joven, a través de hermanos pequeños o hijos de nuestros seguidores originales. No sabemos muy bien qué ven en nuestras canciones, porque son bastante generacionales en sus letras, pero cada día vienen más veinteañeros a nuestros conciertos. Imagino que les aportarán algo que no encuentran en la música que se produce ahora.
— En referencia a esa audiencia más joven. ¿Han cambiado vuestros conciertos con la llegada de la nuevas generaciones? ¿Qué reacciones provocan en ellos vuestras canciones y cómo lo ves desde el escenario?
— Creo que los jóvenes aprecian en nosotros algo bastante diferente a cómo se plantea la música en la actualidad. Perciben esa línea que hemos establecido en nuestra carrera musical, lo que componemos y la forma en la que actuamos. Lo ven como algo distinto y les divierte mucho. Incluso algún escéptico de los años 80 nos dijo al salir de un concierto reciente que pensaba que íbamos a ser los típicos coñazos de la época, pero que al final se lo pasó en grande. En general, el público ve algo diferente y se divierte en los conciertos. Lo notamos especialmente durante la pandemia o la crisis económica de 2008. La gente tenía muchos problemas y nuestras actuaciones eran balsámicas para desconectar durante un rato.
En la actualidad coexisten en España un montón de pequeñas bandas que en su actitud me recuerdan a los años en los que empezamos
— El panorama musical español ha experimentado cambios sustanciales desde vuestros inicios en los años 80. ¿Cómo veis la escena nacional actual?
— Veo muchas cosas que me gustan, sobre todo recientemente. Han surgido un gran número de grupos y en nuestro país, que es el panorama que más sigo, hay una escena interesante con bandas como Carolina Durante, Ginebras, Karavana, Camellos o Jordana B., por citar algunos ejemplos. Coexisten un montón de pequeñas bandas que en su actitud me recuerdan a los años en los que nosotros empezamos. Tienen una actitud y un rollo diferente al del indie; escuchamos sus canciones, asistimos a sus conciertos y lo pasamos muy bien. Creo que la música en España vive un momento estupendo.
— Desde tu punto de vista. ¿Qué crees que necesita la música para seguir siendo relevante y divertida sin caer en la repetición? ¿Cómo lográis manteneros frescos creativamente?
— Básicamente lo conseguimos a partir de no tomarnos la música como un medio de vida. Que no se trate de una obligación, sino simplemente de algo que nos divierte y lo hacemos cuando nos apetece o nos dan ganas de contar determinadas cosas. Esta es sin duda la principal razón por la que seguimos con la misma ilusión del principio. Nos apetece muchísimo ir a Castelló un fin de semana y encontrarnos allí con gente a la que le pueden gustar nuestras canciones. Tampoco hacemos grandes giras; no actuamos en verano por ejemplo, sino que ahora decidimos irnos de vacaciones. En este sentido, vamos un poco a la contra del resto de los grupos. Para nosotros es una pequeña fiesta cada vez que tenemos la oportunidad de salir de Madrid y tocar en algún sitio que nos gusta.
— Por último, con la vista puesta en el futuro. ¿Qué es lo próximo que le espera a Un pingüino en mi ascensor? ¿Tenéis nuevos proyectos en mente o nuevas canciones en camino?
— Por una parte, este año sacamos un disco de nombre Secuelas en el que creamos segundas partes de canciones. Nos interesaba explorar por qué se hacen secuelas de libros, series o películas, pero no hay segundas partes de sencillos. Escogemos canciones que nos gustaban de grupos de los 80 como Los Nikis, Alaska y los Pegamoides o Aerolíneas Federales - bandas anteriores a nosotros - y otras contemporáneas como Dinamita pa' los Pollos. Seleccionamos temas suyos que creemos que pedían a gritos una segunda parte y las construimos a partir de ellos. En definitiva , ha supuesto un pequeño divertimento con el que nos lo pasamos muy bien.
Por otro lado, ahora estamos preparando la segunda edición de Secuelas con canciones melódicas de artistas como Raphael, Paloma San Basilio o Los Pecos, que a nuestro parecer también pedían una segunda parte. Después, con motivo del 40 aniversario, estamos elaborando un libro a modo de recopilatorio de las letras que hemos compuesto durante nuestra carrera. Finalmente, el año que viene haremos una pequeña gira para celebrar estas cuatro décadas de carrera en la que intentaremos actuar en las principales ciudades del país.