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'Plásticos', la historia de las tiendas de discos en España a través de las bolsas de vinilos

Manuel Celso Puñonrostro reúne en un libro su colección personal de bolsas de discos. Un curioso catálogo, editado por La Fonoteca, que viene acompañado de textos firmados por músicos, periodistas, dibujantes y escritores vinculados a la escena musical nacional, desde Miqui Puig hasta Eric Giménez, baterista de Los Planetas

4/07/2024 - 

VALÈNCIA. Con las bolsas de las tiendas de discos pasa un poco como con las camisetas de grupos; son indispensables vehículos de transmisión de códigos internos, que ayudan a los miembros de una subcultura a identificarse recíprocamente en cualquier circunstancia. A la mayoría de los mortales con los que te cruzas por la calle le importa un bledo el logo estampado en la bolsa de plástico en la que portas tu última adquisición musical; sin embargo, cualquier melómano coleccionista de discos que encuentres en tu camino escaneará a distancia tu pelo, tu ropa, (y tu bolsa), y podrá determinar con poco margen de error qué tipo de música escuchas, con qué clase de gente te mueves y qué antros sueles frecuentar. Todo en cuestión de segundos, estilo RoboCop.

Este tipo de comunicación no verbal, que a menudo se produce de forma fugaz y en espacios públicos, no se zanja necesariamente con un intercambio de palabras o sonrisas, sino con una mirada enigmática de reconocimiento mutuo que es muy divertida, porque está cargada de respeto, dignidad y una pequeña distancia emocional que sirva para mantener las formas y seguir molando por la vida. 

Este tipo de códigos resultan especialmente útiles cuando viajas a una ciudad extranjera cuya cultura subterránea no controlas (todavía). En esos casos, las tiendas de discos pueden ayudarte a escapar de las tiendas aburridas y los bares de moda que recomiendan en la Lonely Planet y a ti te importan un pimiento. Si quieres averiguar dónde está tu lugar, tienes dos opciones esencialmente: abordar en la calle a alguna hermana gemela a la que veas con una camiseta de, pongamos, Neurosis o Tragedy, o seguir el rastro de las tiendas de discos.

Las bolsas de plástico pensadas para contener vinilos funcionan como hilo conductor en el libro que acaba de publicar el coleccionista madrileño Manuel Celso Puñonrostro en la editorial de La Fonoteca, en cuya web ya pueden adquirirse los primeros ejemplares. Se trata de un recorrido por la memoria y el presente de las tiendas de discos en España en el que se reproducen más de 200 bolsas recopiladas durante los últimos 25 años por Manuel junto con el de algún colaborador más. Con la intención de rendir homenaje a las tiendas de discos y documentar su importante papel en la cultura popular, Plásticos incluye también testimonios y anécdotas personales de músicos, periodistas, responsables de sellos discográficos, promotores y otras personas de la industria musical española.

La variedad es enorme, puesto que incluye tiendas míticas, de referencia absoluta, pero también otras menos conocidas; también conviven las tiendas de reciente creación con otras ya desaparecidas. En este último caso, podríamos hablar de “bolsas incunables”. Un ejemplo de ello es Confecciones Drácula, tienda que inauguró Paloma Borbone cerca de las Torres de Serrano de Valencia en 1999 en la que, además de discos, se vendía todo tipo de parafernalia de cultura popular, desde ropa y zapatos hasta objetos de decoración.

“Yo no colecciono discos, colecciono bolsas de tiendas de discos, a ser posible de plástico, derivadas del petróleo y cada vez más raras de encontrar debido a la lógica y necesaria lucha contra el calentamiento global -comenta en el prólogo Puñonrostro-. Las tengo metidas en un cajón y de vez en cuando las saco, las miro y evoco los viajes que hice, los discos que me compré o los amigos que me las trajeron a modo de souvenir, como el que trae un imán para la nevera con forma de sobao pasiego”. Él, además, reconoce que su afición a las bolsas de tiendas de discos le ha llevado en más de una ocasión a comprar discos “que ni chus ni mus”. Pero es que, insiste, hay bolsas que son auténticas joyas del diseño. “Otras tienen un indudable valor histórico, y muchas otras, puramente sentimental. Es muy probable que al recorrer estas páginas de este libro te topes con imágenes que creías olvidadas, logos y tipografías que significan o han significado mucho para ti y para eso que llaman “la educación musical” de cada uno”. 

Esa pequeña tienda de Ávila que te cambió la vida

Uno de los aspectos más interesantes de este libro es su capilaridad geográfica. Junto a grandes templos, como Record Runner, La Metralleta -”la tienda de discos de segunda mano de Madrid por antonomasia”- o Wah Wah Records, en Barcelona, Plásticos presta mucha atención a las tiendas pequeñitas de ciudades de provincia. 

Así, Joan Vich, de Ground Control Management y ex director del FIB, recuerda el Runaway de Palma, donde trabajó durante un tiempo; Leire Zabal, de Melenas, habla de Bloody Mary, en Irún; la periodista cultural Raquel Peláez escribe sobre A Reixa, bar musical y tienda de discos especializada en cultura mod ubicada en una de las “misteriosas y estrechisimas” correderas del casco antiguo de Santiago de Compostela, mientras que Violeta, cantante del grupo de punk madrileño Rata Negra, rinde homenaje a La Negra, tienda discos del madrileño barrio de Prosperidad. 

Violeta también hace referencia en su texto a lo que nos gusta a las mujeres ver a otras como nosotras detrás del mostrador (cosa que ocurre por ejemplo en la tienda de Naranja y Negro, en Alicante), porque este tipo de establecimientos, todavía hoy, están frecuentados y gestionados mayoritariamente por hombres. “Suelen ser un territorio bastante hostil si eres chica, y hay veces en las que es difícil abordar las cubetas y curiosear sin sentirse observada, o incluso sin que salga el tendero de turno a ofrecer explicaciones no pedidas”.

Isabel Fernández Reviriego, de Aries y Magia Bruta, habla de Discos Bolan, en Bilbao, donde de adolescente se gastaba las pagas que le daban sus abuelos. También ella habla de esa sensación de inseguridad que muchas sufrimos en silencio hasta que nos hicimos mayores y nos empezó a resbalar lo que pensaran de nosotras. Isabel habla de “cuando entrabas a una tienda cagada de miedo, temiendo que descubrieran lo poco que sabías de música o que, por ser chica, no me tomaran en serio”. 

Entre la selección de tiendas representadas hay verdaderos ejemplos de supervivencia, como el de Harmony, inaugurada en 1979 o Discos Ámsterdam, ambas ubicadas en Valencia; o Paradiso, la mítica librería y tienda de discos de Gijón inaugurada en 1976 por el padre de Mar Álvarez, del grupo de pop Pauline en la Playa. Presidida por un altar de fotos y entradas de conciertos, este lugar es un testimonio vivo de la vida cultural de la ciudad asturiana de las cuatro últimas décadas.

Andrés Pérez Perruca, de Niño Gusano, dedica su texto a Plasticland Discos, en Zaragoza; Manu Sánchez, Anntona, de Los Punsetes, habla de Disco 70, en Ávila. El músico y dibujante Bratto habla de Rauch & Chezy, la tienda de discos que abrió en Oviedo en los años noventa. Haciendo gala del carácter directo y sin contemplaciones que caracteriza al gremio de propietarios de tiendas de discos, así como a su escaso interés por observar los principios más elementales de la mercadotecnia, Bratto recuerda que cada disco llevaba una etiqueta con sus comentarios sinceros. Algún disco llegaba a poner “No vale ni para calzar una mesa, pero la segunda de la cara B es acojonante”. 

También se incluye al Honky Tonk de Vigo, que durante muchos años ha sido parada obligatoria tanto para los locales como para los gallegos que vivimos durante el año en otras partes del mundo. Daniel Nicolás, del grupo Fantasmage, rinde homenaje en su texto a esta tienda, que abrió sus puertas en 1997 llevando la contraria a las voces que llevaban desde el principio de la década vaticinando el fin del vinilo. 

Por su parte, Eric Giménez, baterista de Los Planetas, rescata en su texto la memoria de Discos Melody, en Granada. Era “la aduana” por la que les llegaba todo lo que estaba ocurriendo a nivel musical en el resto del mundo después de que la caída del franquismo abriera las compuertas del intercambio cultural con otros países.

Blue Velvet y Merlín, de Alicante, y Oldies, Flexidiscos, Monterrey y Discos Mardigras!, de Valencia, también aparecen en este bonito tributo a uno de los negocios más románticos -y poco rentables- que podamos imaginar. Benditos caprichos. Benditas tiendas de discos.