Les sigo contando. Mi estimada amiga Minerva, que vive en una isla caribeña, y con quien cruzo correspondencia, está viviendo el infierno de las mujeres que deciden expulsar de sus vidas a un marido de tiempo prolongado y muy dado a la poligamia y, para colmo, se trata de un personaje público del mundo cultural. Y que, al final, como en tantos trajines vitales, la cosa va de estratos sociales y de poca empatía. Nada sorprendente que no pase acá en este lado del mundo cuando los hombres que confluyen en algún ascendente astro del poder deciden cambiar de coche, de físico, de indumentaria y de mujer. Algo habitual en las mentalidades del siglo pasado. Pero mi queridísima amiga, con sus años sesenta a cuestas, no acaba de entender tanta miseria. Y eso que ella, en sí misma, es un súper poder. Hay historias que no cambian. Me cuenta que aquellos amigotes de su antes marido, irrelevantes y ridículos, son una clara muestra del machismo de toda la vida. Inivisibilizando a quienes fueron y ya no son. Porque, y en eso coincidimos, -con reservas-, esta sociedad dicta que no sé es casi nada sin un maromo, sin un marido posicionado o acorde con “el orden establecido”. Como dios manda. Qué fuerte. Y nos reímos. Nos rompemos de risa querida amiga. Porque, querida Minerva, ya tú sabes, que las mujeres hemos crecido, avanzado, y somos autoras de nuestras propias vidas. Es paradójico observar cómo envejecen quienes te han humillado. Como el concepto de poder social y político que acaba derechizando y también envejeciendo a las personas, que diría nuestro admirado José Luis López Aranguren.
Mi querida Minerva, ni caso. Qué decirte de este mundo tan rastrero. Qué contestar a tus lamentos, -que para mí son victorias-, qué decir de aquel señor, ese a quien dedicaste media vida y que hoy se pasea añejo y triste por las calles de tu vida. Ay Minerva¡ A mí la vida tampoco me ha tratado como me hubiera gustado. Pero habitamos rodeadas de un machismo ambiental que persiste. Y todo está relacionado. Tú y yo no somos nadie, pero lo somos todo. Nuestras vidas y experiencias son las mismas que sufren miles y miles de mujeres desde que a alguien se le ocurriera poner una manzana en la boca de Eva. A partir de aquel momento de ignominia somos las culpables de todas las guerras y escritos de la historia de las civilizaciones. Qué bueno tu comentario: Qué coño ser las responsables de qué? Pues, sí, mi amiga, así nos va.
Lo más triste, lo más grave, lo más duro, es seguir sufriendo hechos cotidianos tan perversos y los terribles asesinatos de mujeres, las agresiones, violaciones, abusos y vejaciones. Avanzamos como sociedad pero, aún, en pleno siglo XXI, las situaciones de menosprecio, discriminación y la violencia machista son insoportables cuestiones que parecen estar normalizándose. Con toda la rabia y el dolor.
Por otra parte, esta semana ha sido bueno leer que el Ayuntamiento de Castellón ha celebrado un homenaje a Josefina López. Mi querida Josefina. En los años ochenta, junto a ella, un grupo de mujeres periodistas configuramos el colectivo Sénsina. Recuerdo con emoción los comienzos del Aula Debate Mujeres del Grao cuando en Castellón se movían muy pocas cosas. Recuerdo con mucha emoción el movimiento permanente de Carmen Peris y Mari Pepa Sancho, su defensa contundente de los derechos de las mujeres, el entusiasmo y la lucha que contagiaban en unos años donde la palabra empoderamiento no figuraba en ningún diccionario. La lucha por una sociedad mejor era la hoja de ruta de esta queridas mujeres con quienes compartí luchas y sueños. Porque a través de Carmen Peris llegué a Josefina López, que fuera concejala del Ayuntamiento de Castelló y mujer que sufriera un amargo exilio. Peris y López eran, desde el Grao, una suma extraordinaria de fuerza y de acción.
Con ellas, con esta hermandad femenina, surgió el colectivo de periodistas ‘Sénsina’, (Zhenshchina, mujer en ruso) con el que nos bautizó Josefina López. Eran los primeros años ochenta y ser mujer periodista en Castellón requería de la solidaridad entre compañeras de todos los medios. Realizábamos entrevistas conjuntas y debates que se publicaban en los periódicos y emitían en las radios locales al mismo tiempo, con la firma única de Colectivo Sénsina. Llegamos a editar, incluso, una artesana revista titulada ‘Esta boca es mía’. Teníamos en común una mirada diferente, perspectiva de género y otras formas de convivir con la información. Era la sororidad, esa palabra que entonces no existía, pero que hoy se ha convertido en la mejor definición del feminismo, la alianza y reconocimiento entre mujeres, complicidad, estima, confianza y apoyo.
Josefina López sufrió una vida dura, vertiginosa, solitaria. Su madre, a principios del siglo XX, ya le habló de feminismo y de libertad. Nació en 1919. En su adolescencia ya militaba en las Juventudes Socialistas Unificadas. Era una joven entusiasta y atrapada por la lectura, por los libros y la prensa. Reclamó el voto de las mujeres. Era una buena oradora y creció en el organigrama del Partido Comunista. Se casó con el dirigente Fernando Claudín. Tuvo una hija que murió durante el duro exilio, en 1939. Josefina se exilió a Orán donde permaneció infernales meses en solitario. Ella sufría muchísimo recordando esta parte de su vida. Además, el Partido Comunista separó a la pareja. Claudín tuvo un destino dirigente y elitista en México y a ella le tocó la soledad, el abandono y el frío moscovita. Josefina sufrió un machismo demoledor. Se quedó sola. Tras perder a su hija. Vivió y sufrió varios exilios.
En Moscú, Josefina estudió Filología Eslava, fue evacuada a los Urales, en medio de los conflictos de la Guerra de Invierno, entre Rusia y Finlandia, luego vivió en Praga, en Bucarest, en Belgrado y en Sofía. En 1943 comenzó en Radio Pirenaica. Estuvo 25 años como locutora, -aún puede escucharse su voz bella, su profunda dicción-. Trabajó en dos programas, uno dedicado a la población española exiliada y el otro dedicado a las mujeres y al feminismo. Años cuarenta. Josefina hablaba en las ondas clandestinas sobre la necesidad de emancipación e independencia de las mujeres.
Hay que reivindicar a Josefina. Los exilios que vivió, la entrega que dejó en Castellón, su espíritu libre, su mente crítica y vanguardista. Tras treinta años en Rusia, una nueva pareja y un amado hijo, regresó a España en 1967 y se instaló en el Grao en 1970. Años difíciles en los que su vida estaba vigilada y asaltada por la Guardia Civil. Fue concejala por el PCE en 1979, y en 1983, por el PSPV. Minerva, tú, como yo, conocimos de cerca a Josefina, éramos becarias periodistas y quedamos atrapadas en su estima, en el calor de aquella mujer de ojos negros y profundos, en aquella sonrisa que escondía un dolor infinito.
Hoy, en medio de tanta mediocridad y machismo ambiental, hay que reivindicar a aquellas mujeres que encendieron las luces en momentos de silencio y oscuridad. Porque, a pesar de todo, no hemos avanzado tanto, no hemos culminado ni los sueños ni hemos logrado acabar con las luchas que emprendieran tantas mujeres hace décadas. Aquellas mujeres que pensaron en nosotras, como ahora pensamos en nuestras hijas, hijos, nietas y nietos.
Estas palabras, este artículo, está dedicado, con mucho dolor, a la memoria de Marta Calvo, de tantas y tantas mujeres asesinadas, maltratadas y humilladas en una sociedad que sigue ignorándolas, a pesar de que guarden malditos minutos de silencio.