La lucha contra la exclusión financiera de los mayores que ha liderado Carlos San Juan ha puesto en jaque a todo el sistema financiero, que se había volcado en el cierre de oficinas y la digitalización de todas las operaciones en detrimento de una atención humana en las sucursales bancarias
VALÈNCIA. Las personas mayores han visto sus vidas cambiadas por la irrupción de internet y la digitalización de trámites cotidianos que han hecho que la atención presencial se haya reducido, especialmente en las entidades financieras. Es algo que venía de lejos y se aceleró tras la pandemia. El barómetro de la Unión Democrática de Pensionistas y Jubilados de España (UDP) señala que tres de cada diez personas no pueden hacer gestiones cotidianas por la falta de conocimiento o de interés. Una situación que en el caso de las finanzas se complica, debido al cierre de oficinas, las limitaciones de acceso a los servicios o las medidas para disuadir del uso de ventanilla, que han supuesto un problema para muchos usuarios de servicios bancarios, sobre todo personas mayores o habitantes de núcleos rurales.
Un problema del que la mayoría de la sociedad no fue consciente hasta que Carlos San Juan, harto de vivir esa realidad, puso su primer granito de arena. Lo hizo cual Quijote lanzando la campaña Soy mayor, no idiota a principios de año a través de la plataforma change.org para reclamar a los bancos «un trato más humano» y «una atención directa con un horario amplio» en las sucursales bancarias. Un gesto fruto del hartazgo de que las entidades financieras, cada vez más deshumanizadas, les dejaran solos por una tecnología que les es ajena y que no terminan de comprender —ni de fiarse—. Una campaña que en sus inicios tuvo poca repercusión pero que al poco, y gracias a una pequeña ayuda, acabó con casi 650.000 firmas y provocó que el Ministerio de Economía, el Banco de España y las entidades financieras se replantearan sus planes de digitalización. En otras palabras: puso en jaque a todo el sistema financiero para que volviera a atender a las personas en ventanilla.
La prensa se hizo eco de la hazaña de Carlos San Juan —incluso ha llegado a aparecer en The New York Times y en Le Monde— y este médico jubilado se sentó con la vicepresidenta primera del Gobierno y ministra Economía, Nadia Calviño; con el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos; con el secretario general del Tesoro, Carlos Cuerpo, y con representantes del sector financiero. Además, ha recibido numerosos galardones.
Aún queda mucho camino por recorrer, pero ya ha visto algunos avances, como una atención más amable hacia las personas mayores en las oficinas bancarias o que el Gobierno haya aprobado, once meses después, el proyecto de Ley de la Autoridad de Defensa del Cliente Financiero, que ya está en el Congreso.
Como bien dice la campaña, San Juan es mayor pero no idiota. Este médico se ha formado junto con referentes de la urología (su especialidad), ha trabajado en los mejores hospitales de Barcelona, Madrid y València y se maneja con las nuevas tecnologías —tenía una cuenta en Twitter que tuvo que cerrar por los haters que salieron al iniciar la campaña—. Se jubiló hace unos quince años, y no por gusto sino porque la enfermedad del párkinson le obligó a hacerlo. Y fue precisamente esa enfermedad la que originó toda esta campaña pues un buen día, al dirigirse a un cajero automático, no pudo teclear bien el pin y bloqueó su tarjeta. Nadie le ayudó y esa sensación de sentirse solo fue el detonante de la campaña Soy mayor, no idiota.
Una campaña que no se opone a las nuevas tecnologías pues «la digitalización es imparable» pero con la que pretende que esa transición sea lo menos brusca posible para quienes tienen más complicado pasar de los métodos convencionales a los digitales.
Carlos San Juan está cansado de esa lucha y desea retirarse de la vida pública en la que está sumido desde hace un año, pero su carácter reivindicativo le lleva a participar en otras protestas, como pedir que cambien la señal de tráfico que representa a los mayores al considerarla «humillante». Un carácter reivindicativo y un tanto antisistema que se debe también a su profesión de urólogo, que le ha llevado a conocer de cerca los problemas de las personas mayores. Es por esa labor altruista de hacer frente al sector financiero que la revista Plaza ha decidido nombrarle Persona del Año 2022.
Ha pasado el 9 d'Octubre, otra fecha más en la que la distancia entre alicantinos, castellonenses y valencianos se agranda
La historia de la Coca-Cola en Valencia empieza gracias a la unión de las familias Gómez-Trénor, Comenge, Usó, Serratosa y Manglano, entre otras, que decidieron apostar por aquella bebida que comenzaba a triunfar en Estados Unidos. Con ese afán de popularizarla, se inauguró, en 1954, el segundo embotellador del país y, tres años más tarde, en 1959, comenzaba a funcionar la fábrica de Quart de Poblet. Han pasado sesenta y cinco años y, hoy en día, la planta de Valencia es de las más importantes de España, y su apuesta por la innovación la ha llevado a ser elegida como Mejor Planta de Europa entre los setenta y nueve centros de Coca-Cola Europacific Partners