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'Cómo cambiar tu vida con Sorolla'

¿Qué haría Sorolla?: manual de vida de un buen pintor, padre y empresario

El periodista cultural y escritor César Suarez publica junto a Lumen Cómo cambiar tu vida con Sorolla, un manual a través del cual desvela las claves de Sorolla para ser buen amigo, padre, amante (y demás) mientras a su vez se convertía en el pintor más importante de su época

19/02/2023 - 

VALÈNCIA. “A día de hoy Sorolla sería un excelente empresario”, desvela el escritor y periodista cultural César Suárez, y añade, “tenía una visión muy clara de su trabajo y conocía su valía. Sabía salir en beneficio, él sabía que primero iba “hacer su pintura” y luego ya tocaba que el mundo respondiera”, comenta el autor sobre su modelo de trabajo. Sorolla para él era un empresario listo, una persona práctica que a su vez no pecaba ni de romántico ni de idealista, además de conseguir ser buen padre, buen pintor y todo ello a la vez. 

Esta manera de actuar, junto a las otras aficiones del pintor valenciano llevan a Suárez a componer Cómo cambiar tu vida con Sorolla, de editorial Lumen, un libro manual que lejos de su título digno de libro de autoayuda busca conocer al pintor en su faceta más íntima. El libro aborda el know how del pintor más importante de la década para comprender cómo podía ser un ser sociable con sueños y expectativas y a su vez obsesionarse con la pintura y no morir entre encargos ni en el intento. Se publica además en un momento perfecto, en el que despega el Año Sorolla en València y no se hará otra cosa que hablar de aquel que dibujaba la luz, el mar y a los niños como jamás lo hizo nadie.

El autor elabora este libro que combina ensayo, biografía y ficción para analizar todo lo que rodeaba realmente a Sorolla como pintor. A pesar de que su obra fuera de las más importantes, se conoce más bien poco de lo que era su vida íntima: era un escritor de cartas empedernido, un completo adicto y obsesionado de la pintura y un amante del amor, la familia y la amistad. Por ello, y a través de la biografía real de Sorolla y gracias a sus miles de cartas (y bastante imaginación) Suárez presenta al Sorolla más natural, a través de un manual vida en el que no hay límites de géneros narrativos: “Ni es estrictamente una biografía ni es una novela. Lo que quería era darle ritmo a su vida, para poder acercar su faceta menos conocida a todo el mundo. Quería sacar la figura humana del artista, y eso he hecho”. 


César se ve inspirado por la vida completa y absolutamente dedicada a la pintura de Joaquín Sorolla. Lo que hacía era convertirse en el mejor de su época mientras intentaba mantener todo a salvo: familia, amigos, aficiones… Para introducir la lectura Suárez trabaja en el contexto del pintor, en Cómo sobrevivir a la Belle Époque, capítulo en el que se comprende todo lo que le rodea y el por qué de hacer esas cosas en su momento histórico: “Cabe destacar en el momento histórico en el que vive su manera de trabajar, frenética y muy leal. También a su vez su forma de tener una vida más discreta y corriente, le encantaba descansar pintando y tenía una capacidad de creación incontenible”. Se cuenta en este capítulo que Sorolla “se sube a la ola de la modernidad sin dejarse arrollar por esta”, y es que más allá de su gran obsesión sabía que tenía que encontrar un estilo y ser fiel a este, estaba claro que ello le haría fuerte.

Mientras escribe Suárez ve bastante claros los capítulos que desgranan la vida del valenciano, precedidos siempre de un “cómo”: amar a tu tierra, ser un viejo amigo, llevar el mar en la cabeza, aprender a morir, ser uno mismo… Sin embargo conforme se avanza en la lectura se ve que Sorolla no cumplía fielmente ninguno de ellos, y menos aún podrían servir de referencia para el día de hoy... Era un buen pintor, ante todo, tenía esa audacia para saber qué funcionaba y que no, y su obsesión es lo que le salvó y le mató: “En cierto modo todo lo que busca es para que le facilite la tarea de pintar. Tiene fama, tiene poder, puede seguir produciendo y ante todo busca eso y poder estar con su familia”, explica el autor, pero sin embargo eso, de forma inevitable le aleja de ser una persona presente: “Era una persona muy ansiosa, no era muy de excesos… exceptuando su locura por la pintura", comenta Suárez.

Una Marina de Joaquín Sorolla (Remitida del Ayuntamiento de València)

Para entenderle hay que comprender la época en la que trabaja, su vehemencia y determinación… su manera de triunfar y su personalidad. La parte de biografía no se altera, pero en la ficción está el toque ácido. Para entrenar la imaginación ayuda que su vida en sí tuviera todos los componentes de una gran novela: "todo el esplendor, toda su tragedia”. Suárez ve las cosas fáciles cuando se imagina la historia de Sorolla como una que tendría que contarse en cines, y la desgrana por actos. En la tragedia se aloja la obsesión, esa pulsión del artista que le lleva prácticamente a morir pintando. 

Bajo el título Cómo aprender a morir (si es que esto es posible) se relata el último encargo de paneles para la Hispanic Society, y en cartas cuenta a Clotilde cómo siente que ese último encargo "va a acabar con su vida". Realmente este final es amargo, como de tragedia, pero es a su vez el final que podría tener una gran novela: “Él lo único que quiere es pintar, y cuando siente que queda impedido y tiene que dejarlo empieza a morir por dentro. Siente la necesidad de terminar ese último encargo a pesar de que le vaya la vida en ello, lo hace por su fidelidad y por necesidad consigo mismo”.

Sorolla pintando al Rey Alfonso XIII (Cesión: PATRIMONIO NACIONAL)

De esta manera igual que nadie querría recibir consejo de un adicto al trabajo o a otros quehaceres puede parecer que el manual se ve tildado de ese vicio insaciable de Sorolla: crear. Sin embargo, tal y como se deja ver entre páginas, la pintura en realidad nace gracias a su entorno, a su amor por los demás, por Clotilde, por sus hijos y por sus amigos. Suárez dedica varios capítulos al amor, e incluso en uno de ellos se atreve a imaginar qué habrían contando los amigos que mejor le conocieron sobre el pintor ahora. 

En esta correspondencia ficticia se pueden ver los nombres de Pedro Gil-Moreno de Mora, Mariano Benlliure Gil y Vicente Blasco Ibáñez entre otros. Todos ellos escriben, entre tantas cosas que sin la pintura no podía comprender la vida, que nunca descansaba lo suficiente y que su éxito no era otra cosa más que un motor para seguir creando, y en lo económico un poder para dotarse cada vez más de materiales y lienzos, con los que dejar un gran legado.

Cartas de Sorolla (Foto: EDUARDO PARRA)

-¿Qué "cómo" le falta al libro?

-Cómo ser un buen empresario. Sorolla hubiera sido un empresario de éxito, y eso en parte es lo que le llevó a su perdición. Si hubiera conocido las tecnologías hubiera petado su smartphone [ríe] y a su vez era una persona que conocía perfectamente su valor. Para que te valoren tienes que hacerlo tú primero. Él no vendía sus cuadros a la primera, siempre pedía un poco más de dinero y con ello podía seguir produciendo y manteniendo a su familia sin complicaciones.

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