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divinas palabras / OPINIÓN

¡Que viva Paiporta!

Foto: KIKE TABERNER
29/11/2024 - 

Paiporta se levanta muy poco a poco de su trágica caída. Es todavía un boxeador sonado. Aquel 29 de octubre, aquella tarde fatídica en que se desbordaron el arroyo y el pánico, ha quedado clavada en la memoria. Ha transcurrido un mes y parece un año. ¡Tanto hemos vivido en estas semanas! El tiempo somos nosotros, no lo que marca la manecilla de un reloj. Hemos envejecido más de lo que imaginamos, y puede que no seamos los de entonces. Está por ver que hayamos aprendido algo. De la pandemia parece que no; de esta pesadilla quién lo sabe. El tiempo lo dirá. El futuro está escrito en las estrellas. 

Yo he visto la cara de la desolación, los rostros tristes que, sujetando bolsas de plástico, guardan cola para recoger comida y agua en el auditorio, o esperan a subir en un autobús lanzadera para ir a València. He visto negocios de los que no queda nada, sólo las paredes, como la farmacia de la que era cliente, muy cerca de la estación destruida de metro; el quiosco donde adquiría el periódico, y la librería La Moixeranga, que tuvo el detalle de vender mi libro Alivio de domingo. ¿Qué va a ser de todos ellos? Tantas ilusiones se fueron por los desagües de las alcantarillas.

Foto: KIKE TABERNER

Alcantarillas colapsadas, bomberos de distintos lugares del país que trabajaron en desatascarlas; militares muy jóvenes que retiran toneladas de barro y fango; carteles que piden ayuda para limpiar los garajes privados; el olor fétido de las aguas fecales; el ruido incesante de las máquinas y los pitidos de las sirenas; la barba que me he dejado crecer; el miedo a contraer una enfermedad; la oscuridad de mi barrio cuando anochece; el psicólogo que ofrece atención emocional gratuita; el policía local de Pamplona que dirige el tráfico en Maestro Palau; la cola formada para tomar un chocolate con churros junto al Ateneo Musical, y la amargura de asomarse a un barranco devastado. Paiporta es todo esto hoy. Paiporta, capital del dolor y del cieno, tierra de hombres y mujeres valientes que recuerdan a su antepasado El Palleter, gente que, después de desayunar lágrimas, se remanga cada mañana para salir adelante. 

Un puente símbolo de la solidaridad 

Paiporta siempre quedará agradecida a los miles y miles de voluntarios que le ofrecieron ayuda cuando más la necesitaba. Jóvenes pertrechados con cepillos, palas y cubos que cruzaron el puente de La Torre en los primeros días, mientras los políticos seguían enfangados en sus querellas miserables. Sí, es cierto: sólo el pueblo salva al pueblo. No s’és res si no s’és poble. Paiporta son también los padres desesperados porque sus niños aún no han podido ver a sus maestros. Paiporta recuerda a un escenario de guerra con cientos de coches apilados en solares, rotos y sucios de barro, a la espera de ser desguazados. 

Foto: KIKE TABERNER

Todo va muy lento, demasiado lento. La magnitud de la catástrofe es inimaginable para quien no lo ha visto en persona. Venid y comprobadlo los que vivís plácidamente en València. Calzad vuestras mejores botas y recuperad las mascarillas para pasear por un pueblo devastado, protagonista de un justo y necesario motín, un pueblo en el que vivo desde hace catorce años. Me honra ser paiportino de adopción. 

Aquí veréis lo peor y lo mejor. La destrucción y el instinto de supervivencia, la desolación en las calles y el coraje de la gente. Porque Paiporta no se rinde. Paiporta sempre forta. Tornarem més forts que mai. Amunt, Paiporta! Paiporta som tots. Pintadas y sábanas colgadas en los balcones que podréis ver en las calles, reflejo de ese espíritu de lucha. 

Recuerdos de los vivos y los muertos

Yo, en estos momentos difíciles, me acuerdo de mis compañeros Lola y Ricard, vecinos del municipio; de Jesús el quiosquero y su mujer; de las dos hermanas de la Ferretería del Poble; del bar chino de la plaza Mayor donde los sábados me tomaba un cortado; de la rubia de El Mosset (¿qué habrá sido de Voro, su anterior dueño?); del carnicero simpático de Consum que me saluda con un “¿qué hay, capitán?”; de Susi y de la gente del bar Richi;, del farmacéutico Jorge; de Eva y Arantxa, las dueñas de La Moixeranga, de Juanjo, el dueño del taller donde mi coche se inundó para pasar a mejor vida… Podría seguir enumerando a vecinos de Paiporta que se esfuerzan por olvidar la que seguramente será la mayor tragedia de sus vidas. Recuerdo también a las decenas de muertos y rezo por ellos en la iglesia de San Jorge.

Foto: KIKE TABERNER

Paiporta se sacude lentamente el sufrimiento y el desamparo. Han reabierto algunos establecimientos. Aún son pocos. El horno Rial fue de los primeros en hacerlo; también la peluquería Stilo’s, frecuentada por una clientela joven; una frutería de paquistaníes y una administración de lotería, todos en la calle Jaime I. Tras ellos vendrán otros. Paiporta resiste, pelea y vive. Creo que ya es hora de elevar la voz y gritar: ¡Que viva Paiporta! Hacedlo conmigo, alto y claro: ¡Que viva Paiporta! Que nos oigan en todo el mundo. No nos olvidéis, por favor. ¡Que vivan sus hombres y mujeres, sus niños y niñas, los nacidos aquí y los que somos de fuera! ¡Que vivan todos y que muera la vieja y moribunda política! Nos esperan todavía días muy duros, pero de esto vamos a salir. Seguro. Yo, al menos, me abrazo a la esperanza. 

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