Tres proyectos valencianos buscan sanar sus heridas a través del arte, encuentran en diversos contenedores culturales su terapia para seguir adelante y a su vez para que los demás encuentren el mismo camino: María Tamarit y Samuel Hernández presentan en Carme Teatre Sanar, sobre la herida del trabajo creativo; Candela Herrero publica Maldita, un ensayo en el que habla de la importancia de conocerse a una misma; Carla Hernández está a manos de Caricias, un proyecto de moda (y conceptual) desde el que trabaja los cuidados y los huecos para abrazos que caben a través de la ropa
VALÈNCIA. No es arteterapia, pero casi. A causa de los disparatados precios para asistir a terapia los jóvenes se ven obligados a curar sus heridas entre terrazas de bares, en la aplicación de Notas y a veces a través de la creación. Cuando las ideas trascienden de más de dos conversaciones es el momento en el que se da el salto, de la misma manera que lo han hecho estos valencianos: María Tamarit y Samuel Hernández presentan Sanar con la intención de frenar los ritmos frenéticos de su vida, y para curarse sobre el escenario; Candela Herrero publica Maldita para liberarse de su concepción de sí misma, y para enfrentarse sobre el papel a lo que le atormenta; Carla Hernández ofrece Caricias textiles a través de su proyecto de moda, que se complementa junto a diseño y la elaboración de fanzines. Todos ellos se atreven, de alguna manera, a enfrentarse contra el peor de los demonios que puede ser uno mismo, y una vez ganada la batalla muestran la cabeza al mundo, para lanzar un mensaje de positividad. Sí, se puede curar uno a través del arte, y quien tenga el placer de verlo, leerlo y hasta tocarlo podrá hacerlo también.
Sin más dilación, comienza el ritual de sanación… La obra Sanar lidera una investigación entorno a la idea de curarse y reconciliarse con el cuerpo, reconociéndolo como propio y también perdiéndole el miedo. Cuenta María que la obra nace en la necesidad de atender al cuerpo y comprender el “qué pasa”, como el desentendimiento físico puede venir ligado con uno emocional que en gran parte se somatiza. Comprendiendo ese paso más allá Samuel explica que se genera una actuación práctica que obliga a comprender el cuerpo de otra manera, a través de la exploración constante que se vive sobre el escenario: “Mostrar al público algo en cierta manera pervierte el potencial del proceso, nosotros siempre seguimos investigando, pero el subir todo al escenario hace que mantengamos una rigurosidad y compromiso con lo que vienen siendo las emociones y las sensaciones”, explica casi con el puño en la mano.
Lo que ve el espectador desde su asiento es como dos personas se acercan lo máximo posible a intentar traducir las sensaciones que nacen de una escucha propia. Para ello sobre la escena hay baile, desnudos, performance y mucha conceptualización del todo, cuenta María que se sube “en forma de atmósfera y ejercicios” todas las acciones que les permiten estar abiertos a una nueva percepción de ellos mismos, a Sanar: “La pieza es una fusión de la percepción más física con la material, a la vez tenemos que ponerle nombre y apellidos a las cosas, y asociar materiales a intenciones y acciones a intenciones de nuevo. Simplificar el lenguaje también hace que te dejes cosas por el camino”, explica la actriz. Para comprender todo ello cabe acercarse a Carme Teatre a escuchar los impulsos, la voz y la velocidad de los ritmos externos que marcan la obra, esos mismos que según comenta el dúo son los que “te llevan a dejar de escucharte, a desconectarte de tus necesidades e inevitablemente a ralentizarse”, por ello hace falta sanar con uno mismo, desde escenario, butaca o desde el texto mismo.
La valenciana Candela Herreros publica Maldita, un libro diario que nace en realidad como una extensión de escribir por necesidad. Describe su manera de escribir como una pulsión, y aunque aún es bastante joven ya nota que este, que es su segundo libro, tiene un punto de vista muy maduro: “En mi primer libro contaba con los escritos de cuando era adolescente… Ahí sentía y vivía todo desde un punto muy diferente, era un momento de crecimiento”, explica sobre la diferencia entre ambos libros: mientras la Candela de 14 años hablaba de relaciones sexoafectivas la de 27 se centra en temas más politizados. Maldita cura las heridas de cualquier joven adulto: amistad, familia, problemáticas del futuro… todo ello tiene que ver a su vez con la manera de tratar a los vínculos y nuestra manera de relacionarnos, y en ello Candela encuentra la liberación de conocerse en temas muy manidos dentro de su cabeza.
A su vez Maldita habla de autopercepción, de pertenencia al mundo y de otras cuestiones existenciales que se relatan entre poemas y microrrelatos, que encapsulan su vida: “Siento que es una liberación, y una manera de cerrar un poco los capítulos de mi vida… Es una sanación de algo, superar cosas y tener una conversación conmigo misma. Volcarlo en la escritura me hace sentirme acompañada, es la conversación que más necesitaba y a la vez lo mejor que me ha pasado”. El libro se ilustra con el trabajo de Cloto, otra valenciana que busca conocerse a través del arte y que a su vez teje el tema de la salud mental en sus propias redes. La colaboración entre ambas viene de un proceso de acompañamiento mutuo, así lo explica Candela: “Yo muchas veces había visto ilustraciones suyas y textos que me habían inspirado a escribir, sentía que sin conocerla teníamos una línea parecida de entender el mundo. Cloto solo colabora en cosas que cree de verdad, y me dijo que fuéramos adelante con el proceso… algo que ha sido muy enriquecedor en todos los niveles”, comenta la autora.
Carla Hernández creó post pandemia Caricias, una colección de ropa con técnicas upcycling y plásticos tratados con la que abrazar al mundo, física y conceptualmente hablando. El proyecto nace en el momento en el que ella misma necesita “volver a la normalidad que no era normal”, ese rato amargo post pandemia en el que faltaron besos, abrazos y cariño al verse. En ese momento se dió cuenta de que no recibir abrazos y cariño físico le había hecho de alguna manera menguar, y por ello quiso dedicar de alguna manera una colección completa al cariño, las caricias y el tacto. Para ello comenzó a dibujar lo que se le veía en mente, generó un fanzine y comenzó a diseñar prendas con “agujeros desde los que abrazar”. Hacer camisetas con cráteres era su manera de dar espacio a quienes las llevan: “Es mi manera de dejar espacio, es donde se encuentra el contacto físico para saciar la necesidad que tiene el ser humano de encontrarse”, cuenta Carla.
Fotos: CARLA HERNÁNDEZ
Desde el artículo manda un abrazo a su psicóloga, quien después de cada sesión llevaba a cabo este acto con ella. Liberar todo ello desde el dibujo hizo que se quitara de encima la pena: “Veía que la sociedad iba a volverse más fría, individual y egoísta… Tenemos que recuperar el lado humano de tocarnos y sentirnos, pero al terminar el proyecto vi que esa situación de pánico y miedo por el individualismo se estaba transformando”. Crear Caricias fue en cierta manera su forma de abrazar a la Carla nerviosa por un futuro sin contacto, y que a su vez recibe un apoyo increíble por parte de sus amigos, quienes comprenden y se interesan por el mensaje: “Yo lo que hago como diseñadora es transmitir mi valor en todo lo que hago, es lo que me hace sentir bien”, y reflexiona, “si no hago algo que lleve mi esencia o que forme parte de mi no me siento orgullosa con ese trabajo”.