Yolanda Díaz en su particular cruzada ha generado un gran revuelo con su visita al papa Francisco. No creo que hubiera hecho lo mismo con Juan Pablo II enemigo del comunismo y luchador contra la expansión de los regímenes marxistas.
Pero el papa argentino le emociona, y le viene bien en su deseo de instaurar un relato que transcienda a la izquierda, ganar visibilidad y reforzar su perfil institucional. Porque la visita con Bergoglio proyecta su liderazgo internacional y cultiva la tan ansiada transversalidad.
Más allá de los intereses particulares que le llevaron al Vaticano, la vicepresidenta del Gobierno departió con el Pontífice sobre la pandemia y la crisis climática, además de obsequiarle con una estola elaborada con plástico reciclado, y es que quería remarcar el ecologismo que comparte con el obispo de Roma.
Y es que el papa Francisco, como buen jesuita, tiene una avanzada visión social y ha defendido el cuidado del planeta como una obligación moral de todos. Dos años después de su llegada al Vaticano publicó la encíclica Laudato si, donde apuesta por impulsar el cuidado de nuestra casa común como una prioridad estratégica y desarrolla su concepto de ecopersonalismo: la naturaleza como centro del sistema sociopolítico mundial, porque como predica “no hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental”.
Hace un tiempo eran cuatro locos los que ponían el grito en el cielo por el ecologismo, actualmente es una causa común en la que está implicada la mayoría de la sociedad. Los dirigentes mundiales son conscientes, pero no acaban de aterrizar esa voluntad en acciones concretas. Y esto ya no es una cuestión importante sino también urgente. No tenemos un planeta b y de momento tendremos que convivir con los efectos de un cambio climático ya imparable.
Ya hemos experimentado como la ruptura del equilibrio de los ecosistemas y la pérdida de biodiversidad están desencadenando fenómenos climatológicos extremos o esta eterna pandemia que, según vaticinan los científicos, no será la última si no se toman medidas inminentes. Es uno de los desafíos más trascendentales de este siglo. Las generaciones más jóvenes lo tienen claro, su concienciación y empuje es nuestra mayor esperanza.
Pero la atención hacia el medio ambiente no es solo una tendencia desde el punto de vista de la sostenibilidad, también desde la emotividad. El COVID ha hecho que nos replanteemos muchas prioridades que la inercia de nuestra vida prepandemia no nos permitía detenernos a pensar.
Este virus nos ha cambiado el marco mental. Además de trastocar todas nuestras rutinas nos ha hecho plantearnos los principios que sustentan nuestra vida y han aparecido nuevos intereses, la vuelta a nuestras raíces y la revalorización de nuestros orígenes.
Cada vez hay más personas dispuestas a huir de las grandes ciudades. Es complicado que presenciemos un éxodo al campo porque la mayoría de las oportunidades siguen estando en las urbes y la flexibilización de las condiciones laborales aun no facilitan que ésta sea una posibilidad factible para la mayoría.
Aun así, el mundo rural está de moda. Cuidarlo es otra fórmula de combatir el cambio climático. Esta concienciación medioambiental se convierte en un interesante motor de desarrollo para revitalizar el campo y luchar contra la despoblación.
Además del aspecto puramente sostenible, el medio rural puede ser clave en la organización sociopolítica. La España de los pueblos ha despertado, reclaman infraestructuras, conexiones, en definitiva, inversiones para tener las mismas oportunidades de labrarse un futuro sin tener que emigrar a las grandes ciudades.
La revolución de la España vaciada amenaza, especialmente, a los dos grandes partidos. Tras el éxito de Teruel Existe, se preparan para las próximas elecciones con la ilusión de plantar cara, ya que el sistema electoral favorece en escaños a las provincias menos pobladas. Una nueva incorporación en el tablero electoral que puede convertirse en la sorpresa y el partido bisagra para formar futuros gobiernos.
Pero independientemente de la competición electoral entre la España rica y la pobre, la rural y urbanita, la poblada y despoblada…. si o si tendremos que reconciliarnos con la Madre tierra, reestablecer el vínculo del ser humano con la naturaleza y generar una convivencia sana. Sin este equilibrio no podremos recuperar la salud global.
Solo nos queda encomendarnos a San Francisco de Asís, patrón de la ecología, para comenzar haciendo lo necesario para luego hacer lo posible, y quizá así, de pronto, hagamos lo imposible.