En los años 70, el gobierno comunista de Polonia puso a disposición del director de cine Andrzej Zulawski, que estaba en Francia, todos los medios a su alcance para que rodase en su país. El proyecto fue una ambiciosa película de ciencia ficción. Hubo escenas que se hicieron 3 kilómetros bajo tierra, se emplearon extremidades humanas del instituto anatómico para dotar de realismo a algunas escenas, pero la obra fue prohibida antes de acabarse
VALÈNCIA. No puedo decir que me emocionara ni con Solaris ni con Stalker de Tarkovsly, tampoco puedo decir que las películas del Parajanov del post-realismo socialista tengan unos guiones que me han cambiado la vida, pero me encanta verlas. La fotografía me absorbe, el ritmo es hipnótico. Estimulan la imaginación, hacen que arda la curiosidad. No son el mismo entretenimiento que La Guerra de las Galaxias, pero no hay solo una forma de entretenerse con el cine.
Esto ya era patente hace años. Los espectadores acostumbrados a entretenerse con un solo lenguaje cinematográfico se llegaban a poner de mal humor cuando entraban en contacto con otros. Hoy, esos otros lenguajes prácticamente no se consideran ni válidos. Las reacciones públicas a una cinta que ni siquiera es muy experimental como Alcarràs son una buena muestra de ello.
La película polaca Sobre el globo de plata de Andrzej Zulawski entraría en esa categoría. Se trata de un caso parecido al clásico de la ciencia ficción checoslovaca, IKARIE XB 1, que también era de la época comunista y su guión es calificado frecuentemente como matraca infumable. Encima, con alardes pseudo-filosóficos.
En el socialismo real, los cineastas, pese a que crearon escuela y obras verdaderamente encomiables, nunca tuvieron que rendir excesivas cuentas con la taquilla y los productores. El público estaba cautivo en un sentido literal y la fiesta la pagaba el estado generosamente. A Parajanov en la URSS le cayó encima toda la represión posible, pero sus grandes trabajos no hubieran sido posibles en un país capitalista. Nadie hubiera invertido en sus ideas ni se hubieran puesto tantos medios a su disposición. Era sencillamente inviable. Imposible.
Esta situación fue especialmente gravosa en el cine de ciencia ficción. Los comunistas produjeron películas y series destinadas al entretenimiento y el escapismo popular, pero la necesidad de reventar las salas de cine para obtener beneficios no era la norma y eso hizo que en el cine de ciencia ficción hubiera muchas películas que en lugar de tirar al circo de tres pistas como Star Wars, se inclinaban por la propuesta intelectualoide. Algo que del otro lado tampoco era extraño, lo hizo Kubrick con su 2001 o John Boorman con su Zardoz, una propuesta metafísica con protagonista en trikini, como retando las ideas de bombero que pudieran hacerle competencia tras el telón de acero.
Sobre el globo de plata se restauró digitalmente hace pocos años. Quizá por eso se la ha calificado de La Guerra de las Galaxias de la Polonia comunista, que suena a marketing contemporáneo. Además, el gobierno interrumpió el rodaje y faltó por hacerse una quinta parte de la película, los rollos estuvieron años en un cajón y se los encontraron por casualidad años después. Todo eso le dio cierto aura de leyenda. No obstante, cuando se dice que Andrzej Zulawski podía haber ocupado el lugar de George Lucas si le hubiesen dejado acabarla, a mí me parece mucho decir. Especialmente, porque el director centroeuropeo yo creo que tenía más en mente 2001 cuando adaptó la obra de su antepasado Jerzy Żuławski. El libro La trilogía lunar, que nunca ha sido publicado en castellano hasta donde yo sé.
Sobre el papel, la historia mola mucho. Unos astronautas llegan a un planeta, se reproducen e inician nuevos asentamientos. Sin embargo, los nacidos en La Tierra viven más que los naturales de este nuevo planeta, de manera que pueden ser testigos de cómo evoluciona la sociedad que han creado, mientras que son considerados una especie de semi-dioses. Así están las cosas, hasta que llega un nuevo astronauta y es considerado como El Mesías a su manera, pues desencadena una orgía de sangre que lleva la película a otros terrenos muy cercanos al delirio.
Para entender el contexto en el que fue filmada resulta imprescindible el documental Escape to the Silver Globe, de Kuba Mikurda, que cuenta con intervenciones del calibre de Krzystof Zanussi, uno de esos directores tras el telón de acero tan excepcionales como poco conocidos. Escuchándoles, a grandes rasgos, se entiende perfectamente que el gobierno comunista polaco estaba celoso del éxito que estaba teniendo en Francia Andrzej Zulawski y le propuso volver a Polonia para filmar con todo lujo de facilidades. Propuesta que aceptó.
En el documental también habla su hijo y da pistas aun más interesantes. Viene a decir que su padre era un narcisista patológico y un cantamañanas new age. Le iban los chamanes y la empanada mental como a Jodorowsky. Por eso, cuando un estado puso todos sus recursos para que diera rienda suelta a su creatividad, lejos de plantear algo pensando en el público, lo que hizo fue lo que hacen los egos enfermos: masturbarse.
Luego está la realidad económica. El contexto político social de la Polonia de la segunda mitad de los setenta tampoco es muy conocido en España. Nos cuentan que Polonia era una arcadia socialista hasta que Juan Pablo II y Reagan se empeñaron en destruirla. Si bien la segunda parte de la frase es rigurosamente cierta, en los 70 la economía socialista polaca comenzó un profundo estancamiento que se tradujo en una reducción del pobre poder adquisitivo que ya tenían los trabajadores polacos. Así se recrudeció una lucha sindical que erosionó el régimen hasta que finalmente cayó con el muro, como todos los de la región.
Aunque el estado facilitó a Zulawski lo que necesitase, la economía polaca no podía proveerle a la velocidad de un rodaje convencional. Los plazos minaron la moral del equipo, pero no tanto como las excentricidades del director. Parte de la película se rodó a tres kilómetros bajo tierra, en una mina, bajo un calor y unas condiciones asfixiantes. Como el guión, con alusiones pseudoreligiosas tampoco era del agrado de los comunistas, al final se cortó a las bravas el dispendio. El ministro, Janusz Wilhelmi, cortó el grifo y envió a todo el mundo a casa. Se dice que intentó destruir los negativos, pero se salvó parte de la película y algo del vestuario, el resto se desmontó o eliminó.
Wilhelmi tiene una biografía bien interesante, se convirtió al marxismo para trepar y prometió al politburó que lograría meter en cintura a los artistas. No obstante, no contaba con la herramienta que domina la cultura en la democracia y el mundo occidental, el dinero, y se le rebelaron la inmensa mayoría de artistas e intelectuales hasta convertirse en uno de los personajes más odiados de Polonia. Una de las partes más curiosas del documental es cuando el equipo que participó en Sobre el globo plateado se pregunta qué hubiera pasado si hubiera dejado que se estrenase la película. Lo más probable es que su agenda hubiese cambiado y no se hubiera subido en el avión que se estrelló en Vratsa, Bulgaria, y acabó con su vida en 1978.
Luego hay muchas teorías sobre el veto. Unos dicen que fue ejemplarizante. Desde luego, la situación económica en Polonia y la amenaza de invasión soviética si los sindicatos seguían manifestándose fueron muy reales. Explicarían la medida. Lo mismo que la económica, el gasto fuera de control de una película de estas características cuando la población experimentaba estreches a diario tampoco tenía mucho sentido. Incluso los actores entrevistados en el documental reconocen que no se sentían bien con ese gasto mientras el país lo pasaba mal. Más curioso es que cuando se dice que el director pudo sentirse aliviado con la cancelación del rodaje, porque lo cierto es que en la segunda mitad de la película queda patente que ni él mismo sabía dónde se dirigía.
Se comenta que pudo influir en Alien, puede que en las de David Fincher y Jean-Pierre Jeunet. A mí lo que me parece Sobre el globo plateado es una sucesión de escenas dignas del CIMOC. Sobre todo por esa mezcla de universo tipo Conan con retrofuturismo espacial. Los que fuimos niños con ese tipo de ilustraciones escapistas o de evasión como máxima expresión artística es difícil que no disfrutemos de una película como esta, aunque pueda llegar a atragantarse pasada la hora y media, cuando no a indigestarse. Sin embargo, sus excesos no son nada que no pueda superar alguien capaz de disfrutar de diferentes lenguajes cinematográficos con sus delirios y extravagancias. Hay que comer de todo.
En la cartelera de 1981 se pudo ver El Príncipe de la ciudad, El camino de Cutter, Fuego en el cuerpo y Ladrón. Cuatro películas en un solo año que tenían los mismos temas en común: una sociedad con el trabajo degradado tras las crisis del petróleo, policía corrupta campando por sus respetos y gente que intenta salir adelante delinquiendo que justifica sus actos con razonamientos éticos: se puede ser injusto con el injusto