La Cátedra de Cooperación y Desarrollo Sostenible de la Universitat de València impartirá a partir del próximo curso un nuevo posgrado para formar a los profesionales que han de velar por la reducción de la huella ecológica en rodajes audiovisuales. Un oficio que también es cada vez más demandado en el sector de la música en directo
VALÈNCIA. La industria cultural, como cualquier otro sector económico, se enfrenta al reto urgente de “repensarse” a sí misma en términos de sostenibilidad medioambiental. En España se editaron en 2022 casi 61.000 títulos distintos de libros; toneladas de papel y tinta que en su mayor parte -dos tercios nada menos- acaban guillotinadas. Centenares de miles de ejemplares que se producen y se transportan de aquí para allá hasta que se destruyen sin que nadie los haya leído jamás. En el sector musical, la eclosión de los grandes festivales y los conciertos de estadio como principal forma de consumo de música en directo arroja cifras todavía más escalofriantes. Tal y como apunta el periodista Nando Cruz en su ensayo Macrofestivales. El agujero negro de la música, este tipo de eventos, que congrega a decenas de miles de asistentes, puede generar fácilmente entre 200 y 300 toneladas de basura -principalmente plástico-. Ese es solo uno de los muchos eco-crímenes que definen este modelo de negocio.
La industria audiovisual tampoco sale incólume del escrutinio medioambiental. Los rodajes, sobre todo los de grandes producciones, dejan una huella de carbono elevadísima porque, entre otras muchas cosas, implican el transporte de muchas personas en avión y el transporte y consumo de ingentes recursos materiales.
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) acordados en París en 2015, al que están adheridos actualmente casi 200 países, no se han traducido todavía en firmes exigencias legislativas ni mecanismos de auditoría y supervisión locales, nacionales y supranacionales que velen por su cumplimiento. Con el cambio climático soplándonos la nuca, parece claro que se avecina una reconversión industrial radical en todos los sectores de la cultura, pero ante la ausencia de normas de obligado cumplimiento, por el momento todo queda en manos del voluntarismo. Todo esto con el problema añadido de que esa supuesta “buena fe” muchas veces esconde un greenwashing de libro; muchas empresas anhelan certificaciones de buenas prácticas, pero prefieren pagarlas a ganárselas sin tener que llevar a cabo medidas verdaderamente disruptivas y comprometidas.
En el sector cinematográfico, varios organismos han comenzado a incorporar ciertos requisitos -laxos y apenas supervisados, eso es cierto- en las bases para la obtención de subvenciones públicas. El Instituto de la Cinematografía y las Artes Audiovisuales español (ICAA), por el que en un momento u otro pasan todas las películas con vida comercial en España, exigió en 2022 que las obras audiovisuales que solicitaran ayudas incluyeran un plan de sostenibilidad previo y un balance de resultados posterior. Curiosamente, en 2023 estos requerimientos se han rebajado: es suficiente con presentar o un plan, o un balance.
En lo que respecta a la producción cinematográfica valenciana, las próximas ayudas del IVC también empezarán a exigir este mismo año un compromiso medioambiental por parte de las productoras. En un primer momento bastará con garantizar que una persona del equipo de producción contabilice el consumo generado y, que se imparta una charla previa a los miembros del equipo de producción sobre concienciación en sostenibilidad.
Es decir, las exigencias de conocer y perseguir la sostenibilidad para una producción audiovisual ya existen de forma embrionaria, pero no están acompañadas del rigor deseable. Además de la excesiva laxitud en las normas, el principal obstáculo para la verdadera transición verde del sector es la escasez de profesionales con formación específica y homologada en el ámbito medioambiental y enfocada a la industria cultural.
El ecomanagement es sin duda alguna uno de los campos profesionales que tiene más futuro dentro de la industria cultural. Tarde o temprano, todo festival de música y rodaje de serie o película deberá integrar en su estructura un departamento capaz de medir de forma rigurosa el consumo potencial de recursos, así como de diseñar un plan de sostenibilidad con medidas concretas enfocadas a disminuir dicho consumo, contabilizar ese impacto y ofrecer alternativas para compensar la huella de carbono generada (por ejemplo, participando de un programa de reforestación que cubra la cantidad equivalente del CO2). Además, este departamento debería elaborar informes de balance transparentes que determinen hasta qué punto se han alcanzado los objetivos marcados. En principio, y siempre siguiendo los ODS, se persigue que hacia el año 2030 el ahorro en el consumo de recursos esté en torno al 50 por ciento del gasto estimado. En 2050 el ahorro debería situarse entre el 90 y el 100 por cien.
En el mercado existen actualmente cursos online de corta duración (de apenas 12 horas) que explican a grandes rasgos en qué consiste este nuevo oficio. Con el objetivo de paliar esta laguna, el próximo mes de noviembre se pondrá en marcha un nuevo postgrado de Experto Universitario en Ecomanagement sobre Sostenibilidad y ODS para el sector audiovisual que estará vinculado a la Universitat de València a través de su Cátedra de Cooperación y Desarrollo Sostenible, con participación del Institut de Creativitat i Innovacions Educatives y el departamento de Sociología y Antropología Social de la UV. El curso -cuya matrícula se abrirá antes de septiembre- se desarrollará entre noviembre y mayo y tendrá una duración de 200 horas, con una equivalencia de 20 créditos oficiales, e incluirá prácticas en entornos reales.
Uno de los impulsores de este nuevo posgrado es Sixto X. García, productor, guionista y miembro de la Comisión de Sostenibilidad de la Academia Valenciana del Audiovisual (AVAV). “El curso está pensado para el ámbito audiovisual, pero tiene aplicaciones para muchos otros sectores, porque abarca cuestiones comunes a muchos otros sectores culturales, como el transporte, el alojamiento, la alimentación, la construcción, la tecnología o los servicios administrativos”.
“Estamos todavía en una fase de información y reformas progresivas, pero muchos opinamos pero lo que finalmente necesitaremos será una auténtica revolución dentro de nuestro sistema de producción -señala Sixto X. García-. Aunque ahora nos resulte increíble, es muy difícil que dentro de diez años se sigan produciendo de la misma manera series como Juego de Tronos. Muchos de los trabajos que se realizan todavía in situ pasarán a hacerse de forma remota, y por supuesto habrá mucha más parte de la producción generada por ordenador. No va a ser posible sostener la práctica de trasladar en vuelos trasatlánticos a cientos de personas del equipo de producción, por poner solo un ejemplo”.
Cada vez será más común la redacción de un desglose de guión que analice el coste medioambiental de cada escena. En este documento se pueden sugerir cambios que reduzcan la huella de carbono sin alterar el valor dramático. “Por ejemplo, se puede sugerir que en alguna ocasión no llueva durante una escena, si no aporta un valor específicamente dramático, y disminuir así el consumo de agua. O, si en una escena se reproduce un banquete, se puede aconsejar que no se destruya comida en buen estado, llegando tal vez a un acuerdo con alguna asociación que pueda utilizar ese excedente de comida”.
Nuria Díaz, titulada en Ciencias Ambientales, es fundadora junto a Pepe Martí de la cooperativa Ecoevent, pionera en España en servicios de consultoría y puesta en marcha de planes de sostenibilidad para eventos de todo tipo. Ambos se conocieron en el FIB. Nuria trabajaba en camerinos y detectó rápidamente la enorme falta de conciencia medioambiental que se observaba en un festival de estas características, desde consumos eléctricos ingentes que no se monitorizan -multiplicando por cinco las necesidades reales de potencia eléctrica-, hasta la falta de responsabilidad en la gestión de residuos o el desperdicio alimentario. En 2006 se postuló para poner en marcha un programa Green&Clean orientado a mejorar todos estos aspectos en el festival de Benicàssim.
“Nadie me advirtió durante la carrera de que existía una salida laboral importante en el sector cultural -nos explica-. Es algo que descubrí de una forma casual. Este es un campo profesional en crecimiento, que necesita de muchas más personas con formación técnica adecuada. Somos muy pocos”. Nuria lamenta cómo en muchos festivales, las responsabilidades de ecomanagement se delegan en la misma persona que también se encarga de las barras o de coordinación de seguridad. “Le ponen a cuatro voluntarios de apoyo sin formación específica y ya está”.
Desde su punto de vista, las resistencias al cambio no están justificadas en términos de coste económico. “No supone tanto sacrificio. Se trata de crear un departamento nuevo con recursos humanos adecuados, como el de Prevención de Riesgos Laborales, que tampoco existía hace años y que ahora nadie cuestiona. Tiene un cierto coste económico, efectivamente, pero también es una oportunidad para abrir nuevas vías de financiación, porque ahora todas las marcas quieren ligar su imagen a la sostenibilidad”.
Ecovent asesora a muchos festivales que quieren obtener un certificado oficial como el que otorga A Greener Future, una organización internacional con sede en el Reino Unido, que no solo certifica eventos musicales, sino también festivales de cine o teatros. “A ellos no les basta con una declaración de buenas intenciones o con las respuestas que les des al formulario que te mandan -puntualiza Díaz-. Te mandan a un auditor durante el festival y te aprietan las tuercas. Cada año son más exigentes”.
A nivel europeo existen otros certificados como el ISO 14001, que reconoce a aquellas empresas comprometidas de forma efectiva en la reducción del impacto medioambiental de su actividad, pero de forma muy genérica, y el ISO 20121, centrado más específicamente en los sistemas de gestión de sostenibilidad en eventos, pero que no certifica al evento en sí, sino a la entidad organizadora.
Dentro del ámbito audiovisual, en 2010 y 2011 aparecieron los primeros sellos de sostenibilidad: el Albert, fundado por la BBC y gestionado por BAFTA, y el sello de la Green Production Guide estadounidense. A falta de iniciativas nacionales similares, RTVE se unió al proyecto Albert en 2022. La corporación pública española también forma parte del grupo ‘Green Production’, de la UER, y apoya otras herramientas de medición, como ‘Eureca’, generada por el grupo ‘Green Screen’, donde participa la empresa española Promálaga.
“En España se está tratando de desarrollar un sello homologado que resulte más completo y práctico para las diversas formas de producción audiovisual. Es probable que finalmente se base en el sello que propone el Torino Film Lab. Pero, hasta que lleguemos a un consenso, entidades como la academia de cine español (ACE), la academia de cine catalán, o la academia valenciana del audiovisual (AVAV) (además de un instituto en las Islas Canarias, Navarra, y decenas de otras agrupaciones a largo de toda Europa) estamos configurando tanto un sello como un proceso de actuación para aplicar a nuestras producciones”, concluye Sixto X. García.
El audiovisual calcula daños millonarios y se reivindican como parte de la solución para la reactivación económica de la zona