CASTELLÓ. Este mes de mayo quiere ser algo más. Pero siempre será ese mes de mayo de las flores, de la transición entre la primavera y el verano. Un mes de ciertos espejismos que viajan entre el mar y la montaña, entre el final de un curso y el principio de unas cuantas rutas anímicas.
Este mes de mayo, además, transcurre en el calendario de la campaña electoral para decidir los gobiernos municipales y el gobierno autonómico. Este pasado fin de semana también ha incorporado las flores y los colores de los aniversarios centenarios de coronación de la Verge de Lledó en Castelló y de la Virgen de los Desamparados en València.
Es el mes de las flores, ese mes que nos recuerda que vivimos una infancia donde se obligaba a rendir homenajes a la virgen María en los colegios del franquismo. En aquellos tiempos que los ramos de flores eran, sobre todo de las lilas que crecían indiscriminadamente en las calles y en las puertas del colegio. Porque no podíamos comprar otro tipo de flores.
Aquellas flores quedaron grabadas en mi memoria, en tiempos muy oscuros. Hoy recuerdo, aún, el olor de aquellas lilas, de esos árboles que poblaban Madrid, mi barrio, ese olor profundo del árbol lilo y sus significados, relacionados con la juventud y la inocencia. Y con la pobreza.
Este mes de mayo tan electoral viene transitando desde el corazón de los partidos de izquierda. Y, es verdad. Porque, tanto en València como en Castelló, la derecha y su ultraderecha están mostrando múltiples ataques de ansiedad. Se están dedicando a confrontar y sembrar el rencor, el odio y el sectarismo.
Siguiendo la publicidad electoral de todos los partidos, reconozco que todo me gusta en la izquierda. Porque la derecha está siendo turbia y agresiva. No es preciso plasmar tanta crueldad, pero, y es importante, define que la derecha valenciana, castellonense, y su ultraderecha no tienen clara su victoria, por lo que hay que jugar sucio e inmoral.
En Castelló se está sufriendo, constantemente, a una candidata del PP que, con tanto grito y tantas falsedades, y manipulaciones, ejerce como si fuera portavoz de la ultraderecha. Es una pena, porque, es una vecina de Castelló de toda la vida y nadie entiende su maquiavélica evolución. En València sucede los mismo. Muy triste.
Y sucede que en la prensa local castellonense podemos leer sus promesas absurdas y repetidas hasta el infinito. Es la misma campaña que desarrollan partidos como Vox y Ciudadanos. Nada nuevo bajo el maravilloso sol castellonense y el mismo sol valenciano. Y en otros soles de este país. Qué son lo mismo en todas sus campañas.
Ayer, domingo, hay que decir que fue un día de maravilloso cielo, un tremendo azul que me pilló desprevenida. Y que gocé al máximo. A primera hora, a las siete de la mañana, salí con mi perro Pancho para gozar del Parque Ribalta. No sé si la ciudadanía castellonense es consciente de la belleza de este parque. Lo escribo porque es una maravilla de zona verde. Es bellísimo.
Pancho goza con cada paso ente los pasillos de tierra y se vuelve loco con las zonas verdes, tan bellas entre los centenarios árboles del Ribalta.
Este fin de semana ha sido una especie de ceremonial anímico, vecinal y una cuantas historias de empoderamiento propio. Porque las mujeres nos juntamos y somos capaces de generar un mundo diferente.
Mi vecina preparó ayer una mega paella valenciana, dado que era la Virgen de los Desamparados, mi santo día, y porque somos amparos y desamparados. Tremenda contradicción espiritual.
La paella de mi vecina, espectacular. He gozado hasta el fin del mundo. He disfrutado con tanta judía verde, con ese idílico garrofó, con ese ajo que baila hasta el extremo y sigue siendo una unidad discreta y principal cuando nos desmayamos frente a este increíble frenesí.
Mi vecina está, absolutamente, muy preocupada por los derroteros de la campaña electoral. Ella sabe mucho de enredos, servilismos, de prepotencias y de aquellas colocaciones dedicadas a sellar las palabras. Ayer gozamos de una paella espectacular y también gozamos de otras historias. Pero, además, estuvimos cabreadas con todo lo acontecido en #Eurovision. Porque, como dijo ella, ya está bien de tanto pustoreo y tanta gilipollez.
Mi vecina, la verdad, es que es la hostia. Es domingo y estamos jodidas porque nuestros hijos no están con nosotras. pero, vaya, creemos que en cada grano de arroz, en cada movimiento de todas las paellas, están con nosotras. Igual sucede en cada reunión familiar.
Acabamos con los restos de tantas verduras asadas. Con ese fuego encendido que no deja de iluminarnos, ese fuego que siempre es el faro que nos indica de dónde venimos
No se olviden que estamos sintiendo el mes de mayo, esa magnifica primavera que perseguimos desde la infancia, la misma que hoy, desde la publicidad, y con ostentación, ofrecen esos partidos de la derecha y su ultraderecha.