VALÈNCIA. Hace más de tres lustros que Tom Verlaine no publica un disco. La última vez que se le vio sobre un escenario fue en 2019, actuando con Television, banda durmiente que él cada tanto reactiva sin que eso llegue a significar nada en concreto. Un gesto muy de este otro Verlaine, que en realidad se apellida Miller, y que cuando era adolescente y aún vivía en Delaware deseaba un nombre que lo convirtiera en artista. Eligió el de uno de los grandes poetas simbolista franceses, mientras que su amigo Richard cambió su apellido Myers por el de Hell. Luego ambos acabarían marchándose por separado a Nueva York, la ciudad que podía darles la libertad creativa que buscaban. La poesía que Tom Verlaine quería escribir acabó plasmándola a través de su guitarra, que en los primeros discos de Television surgía sinuosa, trémula, deslumbrante, creando espirales y olas que rompían el aire para transformarlo en pura emoción.
La fría languidez del retraído Verlaine contrastaba con la ferocidad de Richard Hell. Juntos crearon el alter ego de Theresa Stern y escribieron un poemario. Luego decidieron que iban a montar un grupo llamado Neon Boys y se pusieron a buscar más músicos. La estética del punk nació en una de esas pruebas, cuando Hell, disgustado al ver la camisa que se había puesto su socio, se la rasgó. Reclutaron a otro refugiado de Delaware, el batería Billy Ficca y luego a un guitarra llamado Richard Lloyd, que nunca pudo olvidar el mutuo desprecio que se profesaban Verlaine y Hell. Lloyd había llegado a ellos por medio de Terry Ork, un librero experto en cine que estaba empeñado en promocionar un grupo de rock igual que había hecho Warhol con Velvet Underground. Fue entonces cuando la banda cambió su nombre por el de Television. Ork invitó al director Nicholas Ray a uno de sus primeros ensayos. Este se bebió una botella de vino mientras los escuchaba y, antes de quedarse dormido, le dijo a su mecenas: “Estos cuatro tíos son apasionados”. La frase fue utilizada para publicitar al grupo. Parte de aquella pasión provenía del arco voltaico que creaban Hell y Verlaine. Lloyd se colocaba entre ellos en el escenario para evitar que la fricción entre ambos se apoderara de la música más de lo necesario. Hell imprimía el nihilismo, Verlaine se deshacía en filigranas eléctricas. Al final Hell se fue en 1975 y Television dejó de ser una banda bipolar.
Television fueron los primeros en actuar en un antro inaugurado en diciembre de 1973 llamado CBGB. Patti Smith y Lenny Kaye los descubrieron allí por pura casualidad el domingo de resurrección del año siguiente, después de haber visto en el cine Ladies and gentlemen, The Rolling Stones. Esa noche los mecanismos del destino se activaron para darle la bienvenida a una nueva forma de futuro. Esa noche, recuerda Kaye, él y Patti escucharon a un guitarrista que conseguía que cada nota significara algo. La música que hacían los nuevos grupos de la ciudad de Nueva York encontró su guarida aquella noche y a consecuencia de ello, pudo fraguar su identidad hecha de diversos colores, transgresión y el augurio de lo que estaba por venir. Blondie, Ramones, Talking Heads, Suicide, Patti Smith, Dead Boys, Mink DeVille, Wayne County, el propio Hell, acompañado por sus Void-oids, y muchos otros empezaron a presentarse en el CBGB para actuar allí. El rock & roll renació esa noche de Pascua de cien maneras distintas. Marquee Moon, primer álbum de Television fue uno de los cimientos de aquella resurrección.
Durante el verano de 1976, Television firmó un contrato con el sello Elektra. Antes habían rechazado ofertas de otras grandes compañías. Bowie se interesó en producirlos. Malcolm McLaren se ofreció para ser su mánager. Pero Tom Verlaine nunca resultó una persona de trato fácil. Antes de entrar en el estudio, la discográfica les impuso un productor, Andy Johns, con el que, estaba cantado, no iban a entenderse. Intentó imponerles un sonido de batería que ellos rechazaron de inmediato: no querían sonar como una banda de rock. La ululante guitarra de Verlaine era la gran protagonista. Lloyd se batía en duelo con ella y ambos se retaban el uno al otro a ser más líricos, más etéreos, a cortar como lo hace un bisturí. Y mientras Johns duerme la mona en el estudio, registran sus incursiones, inspirados tanto por el free jazz como por el rock de garaje hecho en América. La inagotable magia de Marquee Moon cumplió 50 años el pasado mes de febrero. Fue la cúspide de una banda que no podía durar. En verano de 1978, después de publicar Adventure, Verlaine telefoneó a Lloyd para decirle que dejaba el grupo. Volvieron a unirse en 1992, y grabaron un álbum, Television, que, contrariamente a lo que suele pasar en estos casos, no defraudó. Tampoco tuvo continuidad. Poco después de aquella reunión, Verlaine desapareció de nuevo.
La última vez que Verlaine estuvo en un estudio de grabación fue en diciembre 2007. Entró para comenzar el que debería ser el cuarto álbum de Television pero no se llegó a completar ningún tema. Desde entonces, el guitarra Jimmy Rip, que sustituyó a Lloyd en 2007, le llama cada mes de diciembre para recordarle que tienen un trabajo pendiente. Verlaine no tiene prisa. Nunca ha querido ser una estrella. Es poco sociable, muy reservado con sus sentimientos y con su vida privada, por eso lo es también con su música. La música es para él un acto íntimo que no hay más remedio que terminar compartiendo, pero eso no implica que tenga ganas o prisa por hacerlo. Lloyd dejó Television poco antes de que aquellas sesiones dieran inicio. Lo hizo por cuestiones de salud y también porque entenderse con Verlaine requiere algo más que paciencia. En estos tiempos de inmediatez y obviedades, de historias repetidas sin gracia e invocaciones gratuitas, Tom Verlaine resplandece allá donde esté, ajeno a todo lo que no tiene importancia alguna, prisionero en una dimensión que él mismo ha creado con cada una de las notas que ha tocado con su guitarra