VALÈNCIA. La familia de Isra’a y Ahmed es como cualquiera de las que habita la ciudad de Adén, al sur de Yemen. Trabajan duro para mantener a sus tres hijos, sufre habituales cortes de luz y todos los días van a por agua al pozo del pueblo. A pesar de las dificultades económicas, su vida se desarrolla con relativa normalidad hasta que Isra’a se entera de algo que altera su realidad: está embarazada de nuevo. Ahogados por las deudas, trata de buscar la manera de abortar de formar segura en su propia ciudad.
Este es el punto de partida de The Burdened, que presenta el director Amr Gamal en la nueva edición de Cinema Jove, que se celebra en València desde el 22 de junio al 2 de julio. El yemení relata en la película una historia real que vivió muy de cerca, cuando unos amigos suyos tuvieron que recurrir al aborto ante un contexto económico y social que no les aseguraba poder mantenerlo. La cinta, en apenas hora y media, explica con gran crudeza la odisea que supone abortar en su país, un relato duro mediante el que busca librar a los protagonistas del sentimiento de culpa que pudieran tener.
Así, conforme avanza el film, Isra’a comparte la noticia con unas pocas mujeres de su entorno, con la esperanza de que le ayuden a encontrar el camino para abortar. Para justificar su actuación, la pareja se apoya en un vídeo de una de las sectas religiosas islámicas que circula por internet, en el que una voz en off masculina asegura que efectuar el aborto hasta los 120 días de vida del feto es correcto, ya que este “aún no dispone de un alma”. Agarrándose a este "fisura religiosa", la protagonista intenta convencer a quienes les rodean de que el embarazo, a pesar de ser comprendido como una bendición de Dios, debe ser interrumpido para así lograr la supervivencia de sus demás hijos.
Este camino dibuja un relato global a partir de los particular, un relato que Amr Gamal teje a través de las conversaciones íntimas de sus protagonistas. “Cuando una bendición se te va de las manos se convierte en una desgracia”, pronuncia en un momento Ahmed. Y es que es imposible entender la cinta sin hablar tanto del conflicto religioso como de las limitaciones económicas, una decisión marcada por los continuos retrasos en el pago del salario del padre, una situación prácticamente insostenible que lleva a la familia a debatir incluso cuál de los hijos tendrá la oportunidad de estar escolarizado.
En un escenario marcado por los tonos grisáceos y los cortes de luz, el director también logra iluminar en cierta medida la situación de Isra’a, con momentos como la mano que le tiende una enfermera amiga, a pesar de sus reparos iniciales. Con todo, Amr Gamal firma una cinta -premiada, por cierto, con el galardón de Amnistía Internacional en la Berlinale- que es tan necesaria como dura, un relato que, desde Yemen, encuentra ahora su lugar en València.
En la cartelera de 1981 se pudo ver El Príncipe de la ciudad, El camino de Cutter, Fuego en el cuerpo y Ladrón. Cuatro películas en un solo año que tenían los mismos temas en común: una sociedad con el trabajo degradado tras las crisis del petróleo, policía corrupta campando por sus respetos y gente que intenta salir adelante delinquiendo que justifica sus actos con razonamientos éticos: se puede ser injusto con el injusto