El dibujante aragonés que creó al Juez Dredd, Carlos Ezquerra, lanzó un cómic a finales de los 80 junto a Pat Mills que fantaseaba con los derroteros que podía tomar la entonces incipiente globalización. Imaginó que las multinacionales creaban ejércitos formados por voluntarios e inadaptados sociales para que fuesen a convencer y exterminar a los campesinos de los países pobres de que cultivasen lo que la metrópoli necesitaba y les comprasen a las corporaciones alimentos contaminados y de baja calidad.
VALÈNCIA. La Historia no es lineal, ni rima, ni frases hechas similares que suelen venir acompañadas de una boutade. La impresión de que debería haber una tercera guerra mundial por la lógica cartesiana de que antes había habido una primera y una segunda podría haber sido, pero resulta que no fue. En la segunda mitad del siglo XX siempre se la esperó, pero mientras se metía la madre de todas las guerras, se produjeron toda suerte de conflictos de otra índole, sobre todo económicos, pero también culturales y, en la actualidad, informativos y propagandísticos.
Eso no quita que explique mucho de la mentalidad del pasado cómo se fantaseaba con el futuro, aunque fuese de forma lúdica en un cómic. Ese es el caso de la historia británica Third world war. Apareció publicada en la revista Crisis, un experimento de la editorial Fleetway que funcionó entre 1988 y 1991. La idea era comprobar si se podían vender en Reino Unido cómics que se salieran de los clichés habituales y tuvieran un poco de enjundia. En la Wikipedia directamente dicen "tebeos inteligentes, maduros, concienciados social y políticamente". Sin embargo, el género seguía siendo el de superhéroes, que por tratamientos muy maduros que tenga, ya me pueden decir misa, creo que está encorsetado en clichés infantiles de forma inherente.
Tercera Guerra Mundial fue uno de los dos primeros títulos con los que echó a andar Crisis y rompía la pauta. El tema era la globalización y los protagonistas un grupo de jóvenes soldados. La otra entrega era New Statesmen, sobre unos superhéroes del año 2047 que tenían mucha vida interior, como en Watchmen, en una distopía en la que la Gran Bretaña del futuro sería el estado 51 de Estados Unidos.
Lo gracioso de Tercera Guerra Mundial era que se situaba en el año 1996. Es decir, hace la friolera de un cuarto de siglo. En una cronología que venía en la primera página se explicaba que el noventa por ciento del comercio internacional de alimentos, minerales y combustible estaba controlado por unas pocas multinacionales desde 1988. En 1994, la presión internacional exige a las multinacionales que sufraguen los gastos de la lucha contra la subversión en el Tercer Mundo. En 1995, la pobreza va en aumento y se producen boicots organizados de alimentos. En 1996, la subversión se ha extendido a todo el planeta. 1997 ve la fundación de FreeAid, una organización amparada por las multinacionales para restaurar el orden político y económico en el Tercer Mundo.
La acción comienza en 2000, cuando conocemos a los soldados que recluta FreeAid para lograr sus planes. Se trata de voluntarios que están mal de la cabeza y forzosamente se enrola en el ejército, llamado graciosamente Market Force, a las personas del primer mundo que son consideradas marginales o que no están integrados en la sociedad, como Eve Collins, la protagonista, que era una mujer negra, algo no tan habitual en su día. Había intentado suicidarse, por eso estaba ahí. El equipo lo forman, entre otros, una cristiana evangelista y un hooligan del fútbol. Parece una mezcla preparada para un Gran Hermano, programa que no existía en esa época.
El contexto que se pinta es para criticar al capitalismo, pero se parece bastante a las colectivizaciones forzosas estalinistas. Los soldados tienen como misión convencer a los habitantes del tercer mundo de que tienen que ser "el granero del mundo". Por este motivo Rumanía se distanció de la URSS y poco después Ceaucescu sacó a desfilar a los obreros con armas antitanque para que no se les ocurriera hacerle un Checoslovaquia por discrepar de sus planes globales, típicos detalles que olvida la juventud putinista que tenemos en España.
No obstante, los pequeños detalles son verdaderas cargas de profundidad. Las multinacionales del comercio, especialmente una llamada Multi Foods, exigen a los campesinos centroamericanos que planten los cultivos que les interesa exportar en detrimento de los que ellos necesitan para su consumo interno. Por el contrario, tendrán que comprar los alimentos que les ofrecen esas mismas multinacionales que son de muy mala calidad y están contaminados por productos químicos. Aquí hay más realismo. Sobre todo porque los campesinos se rebelan y los que les meten en cintura son los soldados privados de los consorcios financieros. Esa es la Tercera Guerra Mundial, que tiene como particularidad que no ha sido declarada como las anteriores. En eso también hay una buena visión de los conflictos contemporáneos.
La pena es que la obra se quedó entre dos aguas. Los planteamientos realistas y de anticipación a partir de los albores de la globalización, que ya despertaba recelo en su momento por mucho que aquello se pintase como algo maravilloso, caen en el cliché y los discursos son pueriles con mucha facilidad. Sin embargo, la atmósfera en la que se mezcla el punk con la distopía, con referencias a Dead Kennedys incluidas, es irrepetible.
La obra fue reeditada hace dos años, aunque la citada cronología inicial fue suprimida, supongo que para evitar el desfase. Durante mucho tiempo era un objeto oscuro de deseo. Por lo visto, tuvo que intervenir la familia del dibujante, Carlos Ezquerra, que cedió nuevos escaneos de los dibujos originales. Si bien es recordado por Judge Dredd, con Jack Wagner como guionista, este dibujante aragonés, natural de Ibdes, cerca de Calatayud, tiene una larga historia detrás. Empezó dibujando historias románticas y del Oeste en pequeñas editoriales barcelonesas para marcharse a Londres y triunfar. Su lista de trabajos es interminable, aunque cabe destacar El Mestizo, que fue el primer héroe mulato en el Reino Unido.
En España, en CIMOC apareció con frecuencia su Perro de Estroncio, que rescató Kraken en 2008. La reedición de su Tercera Guerra Mundial fue un bonito homenaje no solo a un gran dibujante español, sino a un estilo. Aquel marcado por la desesperanza tras la salida en falso de la Guerra Fría que anticipaba escenarios decadentes para el futuro. Es discutible si acertaron o no en sus previsiones de las consecuencias de la globalización, porque la parte que más se queja es la del primer mundo por la devaluación de amplios sectores laborales, pero el zeitgeist que imprimían, ese pesimismo, sigue hoy más vigente que nunca.