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Tiempos difíciles para China en 2025

12/01/2025 - 

Hace 10 años, cuando me desplacé a vivir a Pekín por razones profesionales, prácticamente todo estaba a favor de China. Fueron los años gloriosos del final de una época. Lo que se suele denominar, el canto de cisne. Se trata del punto álgido de belleza incontestada y gran intensidad que suele anticipar el descalabro absoluto que es la muerte. El apogeo antes de la caída. Aquellos años recuerdo que Pekín era una ciudad abierta, cosmopolita (me llegué a cruzar al General norteamericano Colin Powel, ya mayor, en un ascensor de un rascacielos pekinés: “After you, my general”, le dije cediéndole respetuosamente el paso), eléctrica, donde se había alcanzado un sofisticado equilibrio entre la presencia de los extranjeros y la nueva asertividad china. 

Todo crecía: la economía china, las operaciones con el exterior, las ganas de vivir. Y sí los analistas y gurús financieros eran optimistas en cuanto que China superaría para el año 2050 a los Estados Unidos como la economía más grande del planeta. Ya en 2014 se anunció a bombo y platillo que China había sobrepasado a los Estados Unidos en cuanto a paridad de poder adquisitivo. Así el PIB a paridad de poder adquisitivo de China alcanzó los 17,632 billones de dólares, mientras que el de Estados Unidos se había quedado en 17,416 millones de dólares. Hoy la situación es muy diferente. Nunca hay que dar por muerto al héroe americano. De hecho, uno de los elementos esenciales de su mística vital es la del  “come back” o eterno retorno a estar en la cima, “king of the hill”. 

Estas expresiones se repiten en las letras de numerosas melodías del libro de canciones de los Estados Unidos. Y muchas de dichas canciones susurradas por la voz irrepetible de Sinatra (especialmente al final de su vida, cuando se volvió más profunda y grave quizás por el trasiego sin fin de bebidas alcohólicas y se convirtió en esa voz maravillosamente tostada por el paso del tiempo). Por ello, a pesar de todas las incertidumbres, la economía americana esté en un momento álgido sin precedentes. Y se está consolidando para que esto sea así por mucho tiempo gracias a la ventaja tecnológica.

En estos momentos el Presidente Xi Jinping no puede menos de estar preocupado por el complicado panorama que tiene que gestionar en los próximos meses. Tres son los ámbitos, todos ellos interrelacionados, que le van producir durante este año 2025 extraordinarios quebraderos de cabeza: por una lado la decepcionante marcha de la economía china; por otro las tensiones sociales que se prevé que puedan aumentar considerablemente; y finalmente la vuelta del Presidente Trump a la Casa Blanca con el impacto que esta situación va a producir en sus relaciones con China.

Por lo que respecta a la economía china, y esto son datos objetivos, el crecimiento de su PIB se contuvo durante parte de todo el año 2024 situando en el entorno del 4,7% y 4,6% muy por debajo del 5% estimado inicialmente y que va a resulta especialmente difícil de alcanzar. Esta desaceleración se ha convertido en una constante desde la crisis del Covid-19. Si bien la crisis sanitaria fue gestionada, al menos en una fase inicial, con enorme solvencia y eficacia mediante cuestionables mecanismos de control social, la imposición de severos confinamientos tuvo un impacto especialmente negativo en la actividad económica de forma que se deterioraron el consumo privado, las cuentas de las corporaciones chinas y la hacienda de los gobiernos locales. 

Estas circunstancias, agravadas por la crisis inmobiliaria, el envejecimiento inexorable de la población, la híper regulación sobre las finanzas han provocado a una notable pérdida de la confianza empresarial que es esencial para dinamizar la economía. La intervención del gobierno chino ha resultado claramente insuficiente. En un inicio es cierto que se lanzaron determinadas políticas de estímulo pero no fueron lo suficientemente contundentes precisamente por la preocupación de sus posibles efectos secundarios en la economía. A partir del tercer trimestre de 2024 y ante la no mejora de la situación, el gobierno chino se dio cuenta que la economía china iba a necesitar mucha más ayuda. Así, ya en septiembre de 2024, el gobernador del Banco Central de China, Pan Gongsheng, anunció el diseño de instrumentos de política monetaria para beneficiar al mercado bursátil, una disminución de la cifra imperativa de reservas de las entidades  financieras y un recorte del tipo de interés de referencia. 

Asimismo, se adoptaron nuevas medidas fiscales para tratar de mitigar los graves problemas de endeudamiento de los gobiernos locales. Sin embargo, de momento, los efectos de estas políticas están resultando discretos. El escenario para el 2025 no es luminoso y parece prácticamente imposible que China alcance el crecimiento esperado del 5%. Los desafíos internos persisten. Así no parece que el sector inmobiliario, que aporta cerca del 20% del crecimiento del PIB y representa el 70% de la riqueza de los hogares, vaya a salir de su atonía. Por su lado, los gobiernos locales siguen tremendamente endeudados lo que ha provocado el incremento de la presión fiscal y la reducción del gasto público. Sin embargo las obligaciones de gasto siguen siendo superiores a los ingresos con lo que un rescate por parte del gobierno central parece inevitable. Y en tercer lugar, la vuelta de Trump a la presidencia de Estados Unidos no es una buena noticia para China.

En efecto, el Presidente Trump no ha tardado en amenazar con la imposición de un nueva tasa aduanera del 60% a las importaciones provenientes de China. A la que habría que añadir un 10% adicional si China es incapaz de conseguir la reducción de sus exportaciones de Fentanilo (una droga) que está literalmente acabando anualmente con la vida de miles de americanos. El impacto de estas nuevas tarifas aduaneras puede suponer para China prácticamente dos puntos porcentuales de su PIB. Lo cierto es que esta vez la vuelta de Trump no ha sido una sorpresa para Pekín. Trump no tiene mala prensa en China. A los chinos les parece una figura divertida e histriónica. Son muchos los memes en los que es el protagonista (bailando al ritmo de YMCA). 

También saben que es más que probable que con Trump, dada su imprevisibilidad, la relación con Estados Unidos sea como una montaña rusa. Tampoco hay que olvidar que en el pasado Trump ha manifestado su admiración por Xi. Quizás porque aprecia sus cualidades de liderazgo duro e incontestado y lo ve como un hombre fuerte. Así Trump en 2020 manifestó que Xi y él “se amaban” y que tenían “una relación fuerte”. Xi Jinping ha sido más parco en sus apreciaciones públicas por Trump que prácticamente han sido inexistentes. Sin embargo en 2017 recibió a Trump con los máximos honores jamás previamente concedidos a un presidente norteamericano desde la creación de la República Popular China. Pero más allá de la economía, está la voluntad de China de alcanzar una relevancia mucho mayor en el mundo hasta el punto de rivalizar también en este punto con los Estados Unidos. 

Así, los personas que Trump ha anunciado que nombrará para llevar las riendas de la política exterior de los Estados Unidos parece que van a adoptar medidas más agresivas e inflexibles de contención de China. Me refiero al candidato a Secretario de Estado, el senador Marco Rubio (que ha manifestado que “China es la amenaza que definirá este siglo”) y el asesor de seguridad nacional, Mike Waltz (que en la misma línea ha dicho que la estrategia esencial en política exterior es contrarrestar “la mayor amenaza del Partido Comunista Chino”). También es cierto que uno de los nuevos protagonistas de la política americana, el exuberante magnate Elon Musk tiene muy importantes intereses en China donde se produce más del 50% de sus vehículos eléctricos de Tesla. Este dato puede ser importante. En todo caso, lo positivo es que Trump y Xi ya se conocen lo que puede contribuir a cierto entendimiento. Esta actitud más beligerante de Washington frente a China va a propiciar quizás un intento de acercamiento de China al otro bloque occidental que le resulta especialmente necesario que es la Unión Europea. Veremos cómo lidian las autoridades europeas con esta situación en su beneficio y evitando el sometimiento a los imperativos de China.

Finalmente, todo esta situación poco halagüeña está provocando episodios de tensión social inéditos en China. Como ejemplo ilustrativo la masacre de Zhuhai de noviembre pasado en la que un conductor claramente trastornado por su divorcio atropelló con su vehículo a 78 personas matando a 35. Más allá de que se trate de un hecho aislado, en China este tipo de incidentes no habían sucedido jamás. Las autoridades están preocupadas hasta el punto de haberse prohibido que se manifestará el pesar público del duelo retirando las ofrendas de dolor en el lugar de la tragedia. También se ha borrado el suceso de las redes sociales. Esta situación denota el resquebrajamiento de la armonía social que tan relevante es para mantener el incuestionable predominio del Partido Comunista China como único actor político. El Presidente Xi deberá estar muy alerta para que el contrato social con la población china no quede alterado con el componente destructivo que pudiera tener para el estatus quo y para la estabilidad del país.

En fin, que, como ya he dicho, vivimos en un mundo raro y los desafíos a los que va a tener que enfrentarse Xi en este año 2025 son complejos y de su desenlace dependerá en buena parte la marcha del mundo.

Francisco Martínez Boluda   

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