Netflix estudia convertir en película su true crime sobre el estafador Simon Leviev. Un objetivo complicado, porque si algo tienen los true crimes es que son demasiado inverosímiles como para llevarlos a la ficción. Es lo que tiene la realidad, que no tiene por qué esforzarse en parecer real. Un tipo que estafó diez millones de dólares a mujeres fingiendo que era un vendedor de diamantes en apuros, para luego gastárselo en fiestas locas por las islas griegas, diríamos que es un argumento peor que una película de sobremesa de Antena 3
VALÈNCIA. El hecho de que Tinder forme parte ya de la vida cotidiana ha empezado a generar noticias tan prosaicas como la propia sociedad. En Strambotic se han hinchado a contar este tipo de historias. En una primera cita, un menda robó un banco y le pidió a la chica que condujera el vehículo. Se dio el caso de un individuo que quedaba en restaurantes caros y se marchaba sin aforar la cuenta. Los timos han estado a la orden de día y también los robos en domicilios. Hay perfiles atractivos, catfish los llaman, que pronto revelan alguna desgracia y necesitan dinero urgentemente. Los robos pueden ser de 100 a 600 euros.
Sin embargo, el último true crime de Netflix, The Tinder Swindler, va bastante más lejos. El documental entrevista a varias usuarias timadas por un profesional que se las arregló para montar una auténtica red de mujeres que le daban todos sus ahorros mientras él se iba de farra por las islas griegas.
En su perfil catfish se veía que era un tipo sexy y que manejaba dinero. Cuando conocía a las chicas quedaba con ellas en hoteles de lujo, iba vestido con ropa cara y contaba que trabajaba en una empresa de compra venta de diamantes. Una ocupación muy arriesgada por la que tenía muchos enemigos. A la chica que da su testimonio le dijo en mitad de la cita que se tenía que ir, pero que por qué no se iba con él. Entonces la llevaba en su jet privado con destino a un hotel de lujo en Bulgaria donde ella caía en sus brazos.
Luego seguía hablando con ellas por la aplicación, iniciando una cercanía y cuando estaban a punto de caramelo, totalmente enamoradas, les hacía una pregunta. Se supone que el negocio de los diamantes es muy peligroso y sus enemigos le estaban persiguiendo. No podía usar sus tarjetas de crédito porque le localizarían y les pedía dinero para poder tirar. Después de haber demostrado que era millonario, ellas no dudaban. Le daban sus ahorros y a veces hasta pedían créditos para complacerle. En el primer caso comentado, 250.000 dólares. A la hora de devolver el dinero, o decía que había hecho transacciones que no se habían hecho en realidad o les daba en mano un cheque sin fondos.
Lo pintoresco es lo que hacía luego. No estaba financiando una guerrilla o entregándole el dinero a un capo de la mafia, sino que se iba a Mykonos a irse de fiesta con chicas, pero no de Tinder, sino modelos profesionales. Tenía un par de compinches. Uno hacía de su socio en el negocio del diamante y el otro de su guardaespaldas. Con este solía fotografiarse con él herido como que les acababan de atacar. A veces, para recoger el dinero, concertaba una cita misteriosa, como de espías. A otra la estafó mientras le hacía mirar pisos de lujo para irse a vivir juntos.
El hombre, que es un israelí llamado Simon Leviev, tejió una red de mujeres con las que realizaba el mismo timo de forma simultánea y tenía una fuente de ingresos millonarios constante. Así mantenía un nivel de vida desmadrado en las islas griegas. Todo lo pensó en la cárcel, donde ya había sido condenado por fraude. Ideó una estafa tan perfecta por la que no le pudieran condenar, aunque finalmente sí que lo hicieran, pero a pocos meses de cárcel. Una mujer le había tenido que denunciar, no a las autoridades, sino a la prensa. Los periodistas noruegos gozaron de eso tan raro en la profesión actualmente como es dinero y tiempo para investigar y acabaron destapando todo el pastel.
Cuando la Interpol dio con el tipo, la exclusiva del diario noruego VG era viral. No obstante, en ese momento acababa de estar con una mujer checa que fue más inteligente que él y consiguió ser ella quien le devolvió el golpe. Es curioso que en la noticia viral los comentarios tendían más a alabar al hombre y reírse de las mujeres. Las insultaban por amar tanto el lujo y el dinero como para caer en las manos de un tipo de esta ralea y entregarle todos sus ahorros. La propia empresa de Tinder se tuvo que remangar y ponerse manos a la obra a buscarle porque, después de haber salido de la cárcel, seguía dado de alta y haciendo de las suyas. En Instagram le ocurrió tres cuartos de lo mismo. Mientras tanto, las mujeres estafadas, gracias a la relevancia que había tomado el caso, pensaron que podrían recoger una ola solidaria y crearon un GoFundMe para recuperar el dinero perdido.
Como muchos otros true crime, el interés reside en que lo que ocurre es demasiado disparatado como para llevarlo a la ficción. Hay que tener en cuenta que Simon estafó con estas artes alrededor de diez millones de dólares. Es lo que tiene la realidad, que no tiene por qué esforzarse en parecer real, como decimos siempre. No obstante, el resultado ha sido tan positivo, está en las listas de los diez contenidos más vistos en Estados Unidos y Reino Unido, que Netflix está negociando llevarlo a la ficción. Veremos.