CASTELLÓ. El embarazo conlleva numerosos cambios físicos, entre ellos alteraciones en los niveles de las hormonas tiroideas. Durante la gestación, la glándula tiroides aumenta su producción de hormonas entre un 40-100% para cubrir las necesidades materno fetales. La función de la glándula tiroides es producir triyodotironina (T3) y tiroxina (T4), dos hormonas muy importantes que regulan el metabolismo, la temperatura corporal y aportan al buen funcionamiento del cerebro, corazón y el aparato muscular. El bebé no desarrolla su propia glándula tiroides hasta la semana 12 de embarazo, hasta entonces se proveerá de la de su madre. Por esta razón, un trastorno tiroideo de la madre puede afectarles gravemente.
Tal como explica la doctora Sandra Ortega, ginecóloga del Hospital Vithas Castellón, “las hormonas T4 (tiroxina) y T3 (triyodotironina) regulan el metabolismo, es decir, son las que marcan la manera de como el organismo utiliza la energía. En el caso de que exista un hipotiroidismo o déficit de hormonas tiroideas, las funciones orgánicas vitales se van ralentizando, sin embargo, si existe un exceso de hormonas tiroideas, es decir, hipertiroidismo esas funciones se aceleran. En ambos casos, los efectos pueden afectar tanto a la salud de la madre como al feto, por esta razón, los controles ginecológicos son fundamentales para poder paliar el problema”.
Según la especialista, “por suerte, muy pocas mujeres embarazadas sufren de una u otra forma de desequilibrio tiroideo, sin embargo, los controles de esta glándula son necesarios ya que la enfermedad tiroidea aumenta el riesgo de parto prematuro, desprendimiento prematuro de la placenta (la placenta se descuelga de la pared interna del útero antes de que nazca el bebé) o puede ser origen de problemas futuros en el desarrollo y aprendizaje del niño”.
Las mujeres embarazadas que padecen de una hiperactividad de la glándula tiroides tienen más posibilidades de dar a luz un bebé de poco peso o de padecer preeclampsia, es decir, una enfermedad del embarazo que causa una elevada presión sanguínea, un brusco aumento de peso y la retención de grandes cantidades de líquido. “Los síntomas que alertan a la mujer cuando existe un hipertiroidismo severo se centran en sudor frecuente, pérdida de peso, calor constante o temblores”, agrega la profesional.
Para la doctora Ortega, “el hipotiroidismo se caracteriza por el incremento de TSH (tirosina) y disminución de T4 libre lo que provoca una reducción de la actividad metabólica. Los síntomas pueden pasar desapercibidos por ser semejantes a los del embarazo: cansancio, estreñimiento, letargo, calambres musculares, incremento de peso, piel seca o caída de cabello” y afirma que “el hipotiroidismo no controlado durante el embarazo está estrechamente vinculado a alteraciones en el neurodesarrollo fetal. Es conocida, la importancia de las hormonas tiroideas en la primera época de la vida para el adecuado desarrollo psicomotor del recién nacido. Este hecho adquiere aún mayor importancia en los hijos nacidos de madres con alteraciones tiroideas ya que la probabilidad de padecer alteraciones tiroideas aumenta”.
“Por esta razón, -subraya la profesional-, durante el primer trimestre se realiza el cribado de tiroides para su detección y el aporte farmacológico necesario más yodo. Por supuesto, el tratamiento requiere un seguimiento estrecho, con exámenes frecuentes para ajustar las dosis y garantizar que sean las correctas durante toda la gestación”.