Según la nueva propuesta del Gobierno aquellos trabajadores que tengan unos ingresos inferiores al Salario Mínimo Interprofesional tendrán que pagar una cuota de aproximadamente de un 30% de sus ingresos, algo difícil de asumir para los autónomos de la cultura
VALÈNCIA. Los ingresos de los autónomos no incrementan, pero sí lo hacen las cuotas. La nueva propuesta del Gobierno permitiría que los autónomos coticen a la Seguridad Social en función de sus ganancias, tal y como ya ocurre con los asalariados. Lo que antes funcionaba por un sistema de bases en el que se podía decidir que aportar a la Seguridad Social según los ingresos (a vista trimestral) ahora va a funcionar a través de un sistema de tramos, esto se traduce en la fijación de una cuota mensual dependiendo del ingreso y de los beneficios. En sectores como el de la hostelería o en los pequeños negocios sí que se puede contar generalmente con una previsión de ingresos mensuales, pero cuando el trabajo depende de colaboraciones, terceras personas y de la propia creatividad la cosa cambia. Es lo que sucede con los autónomos de la cultura, que no pueden vivir a base de encargos y comisiones.
Con esta nueva propuesta un autónomo con cualquier ingreso mensual superior a los 600 tendrá que cotizar unos 280 euros a la Seguridad Social, provocando una situación más que insostenible para aquellos que aún están recuperándose del parón provocado por la pandemia y que acaban de afrontar la cuesta de enero. Y mucho más insostenible aún para aquellos trabajadores que tienen que tirar de su “arte” y su imaginación para poder cobrar un sueldo, que dependen de colaboraciones sin permanencia y que se enfrentan a cada inicio de mes con un nudo en la garganta a causa de un futuro incierto. Los autónomos culturales no pueden mantener el ritmo, ni creativo ni económico, y se ven obligados a dejar de serlo o en su defecto a buscar otro tipo de trabajos y mantener la creación como un hobby y no planteársela como un sustento.
Durante los dos primeros años que un autónomo comienza a cotizar se le mantiene una cuota reducida y fija que no suele superar los 160 euros, pero a pesar de ello muchos de los que se acogen a esta siguen teniendo que hacer malabares para llegar a fin de mes. En el caso del artista visual Fausto Furioso, quien se lanzó a la piscina hace cosa de un año a causa del boom del teletrabajo, contempla el plan como una propuesta totalmente desalentadora, y prevé afrontar los próximos meses “poniéndose tiritas”, como todo el colectivo y pensando en hacer malabares para poder ahorrarse cualquier imprevisto. A la artista Sofía Zaragoza le sucede lo mismo, “alucina” con que la cuota reducida le ahogue y no se quiere imaginar el futuro que le espera: “No sé si voy a poder hacer frente al mundo en el momento en el que deje de tener la cuota reducida, al menos no sin buscar otra cosa que hacer a la vez o buscando ayudas… Si quieres ser independiente y tener los gastos básicos de una persona lo vas a tener complicado, no tendrás una vida estable y digna”.
Aquellos que ya han superado el tramo de los primeros años cuentan con más experiencia en el sector, pero no necesariamente con más encargos dentro de su campo. Sectores como el de la fotografía suelen ser los más afectados, a causa de las cancelaciones repentinas y las exigencias creativas, que no siempre van acorde con las condiciones económicas: “No te dejan espacio para crear”, comenta desalentada la fotógrafa Patricia Vargas: “Creo que hablo por muchas compañeras si digo que lo burocrático te apaga lo creativo y te llegas a plantear una opción B”. Y es que considerando el estrés como algo intrínseco en la definición del autónomo esto no deja espacio al desarrollo creativo, provocando situaciones de desesperación en aquellos que conforman el tejido cultural independiente del país. Si hablamos de la escritura, comprendiendo el periodismo cultural y la dramaturgia, encontramos cierta estabilidad, aunque basada en relaciones de colaboración a largo plazo y proyectos clave, que permiten la supervivencia de estas figuras profesionales.
En el caso de Patricia Moreno, periodista especializada en cultura, vive un momento profesional muy pleno en el que tiene hasta que derivar trabajo a otras compañeras, sin embargo es consciente de que no es un caso representativo de la realidad del colectivo. Aún así Moreno debe enfrentarse a los problemas de cualquier autónomo: “A 30, 60, incluso, 90 días te toca perseguir a la otra parte para que te realice el abono. Ya ni mencionemos las tarifas, sobre todo en profesiones artísticas, donde la mayoría de empresas revientan el mercado pidiendo "ajustes" en los presupuestos o, directamente, recurriendo a la fórmula de la colaboración captando a generaciones que empiezan y tienen la necesidad de ponerse en movimiento en el sector”. Estas nuevas secciones no podrán ni plantearse el trabajo autónomo, ya que teniendo en cuenta la fórmula de los tramos la rentabilidad es nula.
Si bien los últimos datos del 2021 comprenden un total de más de 2 millones de autónomos en España unos 53.500 se dedican a las comprendidas como actividades artísticas, recreativas y de entretenimiento; estas se desglosan en categorías de lo más variadas, pasando de unas 800 personas que se dedican a actividades relacionadas con bibliotecas y “otras culturales” a unas 8.000 personas dedicadas a la industria de la fotografía y el vídeo. Los autónomos ni siquiera tienen un desglose digno en categorías como sí lo tienen por ejemplo la industria de la pesca o la agricultura, ya que en el propio informe del Gobierno uno de los desgloses aglutina a 29.000 personas en actividades de creación y artísticas, “entre otras”. La falta de denominación propia es también una de las trabas a la que se tienen que enfrentar estos trabajadores, artistas como África Pitarch se sienten abandonadas en el sistema: “Siento que no se piensa en las personas como yo, que estamos en un sistema que no contempla nuestro trabajo ni lo impulsa, trabajamos bajo condiciones ideadas para autónomos que facturan mucho más de lo que mi trabajo me permite”. La fotógrafa María Caparrós intenta defenderse reinventándose constantemente, pero resulta complicado en un entorno en el que no hay estabilidad económica ni mental: “No podemos vivir sin miedo y estrés constante cuando nos asfixian y llegar a fin de mes es como estar en una guerra constante”.
Incluso hay casos que van más allá… artistas como Agnés Ricart han tenido emigrar al mercado internacional para poder vivir de su arte, en su caso considera que en Estados Unidos (donde reside habitualmente) pagan mejor que en España, por lo que puede llegar a fin de mes con dignidad: “En la mayoría de países europeos y estadounidenses la remuneración que recibimos las trabajadoras creativas es mucho más justa, competente, y equiparable a las ganancias del resto de sectores”. Desde su perspectiva lejana considera que la nueva cuota está diseñada para eliminar a las pequeñas empresas y a los jóvenes emprendedores y reforzar la supremacía de las grandes corporaciones, y contempla que es necesario visibilizar la precariedad de los autónomos y creativos españoles para promover un cambio de paradigma. Actualmente parece que algo empieza a moverse en España… A través de la movilización ciudadana se está planteando un escenario que arroja un rayo de luz sobre la situación actual. Colectivos como el de @lucha_autónoma (que ya cuenta con unos 75.000 seguidores en Instagram) proponen movilizarse para alcanzar una cuota de autónomos justa para todos aquellos que trabajan por cuenta propia. Lo hacen a través de un canal de Telegram en el que difunden información de utilidad para los trabajadores y plantean una propuesta guiada por una encuesta a nivel nacional, desde la que protestar por el trato recibido y pedir unas condiciones dignas.