La última vez que los ciudadanos de este país pudieron presenciar un Debate sobre el Estado de la Nación entre sus representantes en el Congreso, Mariano Rajoy gobernaba con mayoría absoluta y a Sánchez aún no le habían invitado los suyos a irse de Ferraz. Era febrero de 2015 y el bipartidismo dominaba la política aunque comenzaba a dar señales de desgaste. Recuerdo seguir por televisión las sesiones de aquellos días y preguntarme lo que yo haría o diría si me dedicara a la política, y si estuviera en ese hemiciclo. Siete años después escribo este artículo desde el escaño que los valencianos me otorgaron con sus votos hace tres años.
De 2015 a esta parte la política nacional ha estado subida en una montaña rusa sin parada entre viaje y viaje. Echar la vista siete años atrás genera una sensación muy parecida al vértigo por la cantidad de acontecimientos vividos de manera acelerada. Por todo ello, hace ya varios meses iniciamos nuestra demanda para la convocatoria de este Debate a través de iniciativas parlamentarias en las que proponemos, incluso, que se reforme el Reglamento del Congreso para que esta cita se celebre de forma anual y no a discreción ni dependencia de la pereza del presidente de turno. En este tiempo de zozobra resulta más necesario que nunca ofrecerles a los españoles la oportunidad de escuchar la radiografía que hacen del país los diferentes partidos políticos, ante un Gobierno dividido con demasiada alergia al control parlamentario.
Desde Ciudadanos lo tenemos claro: soluciones a los problemas del día a día que persiguen a los españoles, sensatez ante la polarización que se extiende de izquierda a derecha y pocos complejos a la hora de contarle la verdad a los ciudadanos, aunque duela. Los liberales afrontamos esta cita como una oportunidad de explicar con detalle el proyecto de país que queremos en un momento muy difícil para la gran mayoría de la población. Porque queremos un país de ciudadanos libres e iguales y que así se refleje en el artículo segundo de nuestra Constitución. Donde se respete el derecho de los padres catalanes a que sus hijos tengan en las aulas al menos un 25% de educación en español. Donde la gestación subrogada sea una opción para aquellas familias que no pueden tener hijos. Donde se haga justicia al final con una financiación autonómica justa para regiones como la Comunidad Valenciana.
Hoy llegamos al segundo día de debate tras escuchar ayer a un Sánchez decidido a sacar la billetera, en una suerte de Tío Gilito, sin ningún tipo de previsión ni explicación de dónde piensa sacar toda la inversión prometida. Bueno, sí, como diría mi estimado Rodríguez Braun: "Paga usted, señora". Toda una romería de compromisos económicos para arengar a sus masas que han venido acompañadas de una reacción ("no se podía saber") tan inmediata como dramática en el Ibex tras anunciar un impuesto a bancos y energéticas. Ya advertí y dejé por escrito en septiembre de 2016 que Sánchez aún podría hacerlo peor que Zapatero. Y así es, sólo que esta vez, el presidente cuenta en su equipo con unas amistades peligrosas como Podemos, Esquerra y Bildu.
Como decía, el regreso de este Debate servirá para que los ciudadanos tengan un retrato certero de lo que cada partido quiere para su país. Y esta es la buena noticia: hay una alternativa sensata y liberal que representa a miles de españoles y que solo Ciudadanos puede abanderar.
El Debate del Estado de la Nación, más ha parecido un spot de la nueva campaña de la Lotería de Navidad. Todos saben de todo. Lo que vienen siendo los todólogos y los clásicos cuñaos que lo saben y analizan todo y tienen solución para todo. Lo malo es que aquí, no nos valen estos spots porque es muy importante lo que nos jugamos.