Para Aina, en agradecimiento infinito por todos estos años.
El año 2023 nos ha traído alguna cosa positiva. No todo han sido conflictos bélicos, desencuentros y controvertidas amnistías, pronósticos pesimistas y una profunda incertidumbre tanto en lo geopolítico como en lo económico. En efecto, tenemos buenas noticias de Japón: el asombroso auge de la bolsa japonesa. A continuación se analizará el contexto histórico, los datos objetivos, las causas que motivan esa situación así como algunas reflexiones sobre la solidez de este incremento.
No es la primera vez que Japón sorprende al mundo. Su modernización acelerada a partir de mediados del siglo XIX se explica por la única razón que todos nos transformamos: para sobrevivir. En efecto, cuando los enanos de las islas (que era como llamaban siempre con mucho cariño los chinos de aquella época a los japoneses) se dieron cuentan precisamente de la humillación infligida por los Occidentales a China. Recordemos nuevamente que muchos de los países europeos junto con los Estados Unidos tuvieron, desde 1860 hasta 1945 (fecha de la finalización de la Segunda Guerra Mundial), una presencia cuasi colonial en China (ingleses en Hong Kong; las concesiones francesas, americanas e inglesas en Shanghái o la concesión alemana en Shanghái).
Esta circunstancia hizo que los japoneses, liderados por el Emperador Meiji que accedió al trono en 1867, tomarán una determinación dramática: evitar a todo costa convertirse en colonias y ser gobernados por los bárbaros occidentales. Y para ello, hicieron algo muy inteligente: hacerse más papistas que el Papa o simplemente ser más occidentales que los occidentales. Este movimiento se denominó con el nombre de la revolución Meiji.
De esta forma y desde Japón, Occidente fue permeando inexorablemente. Esto se evidencia desde en el sistema político que se convirtió en gobierno democrático (eso sí, con el Emperador en el vértice) hasta la industrialización vertiginosa de un país eminentemente agrícola o hasta temas sociales que parecen anecdóticos pero dadas las características de la sociedad japonesa son sumamente simbólicos: así se adoptó la vestimenta occidental y se pasó a consumir vino francés (aunque afortunadamente no se abandonó el consumo de sake) y whisky escocés (en este punto, como es sabido, los japoneses han conseguido incluso superar a los europeos al elaborar unos whisky de una calidad (y precio) extraordinario.
Fue tal el exceso de occidentalización que se contagiaron de los destructivos delirios imperialistas de muchos europeos incluso eligieron el bando equivocado en la Segunda Guerra Mundial. Tras la guerra, Japón era una nación vencida, derrotada, desmoralizada, desorientada y, lo que es peor, ocupada prácticamente por un millón de soldados norteamericanos. Su territorio y sus ciudades más importantes (entre otras Tokio, Kioto y obviamente las tristemente célebres Hiroshima y Nagasaki) habrían, sido gravemente destruidas. Como anécdota, cabe recordar que, y tiene que ver con el tema tratado en este artículo, que la bolsa de Tokio se cerró con la rendición japonesa en 1945 y no volvería a estar en activo hasta 1949 fecha en la que paso a convertirse en un elemento clave del crecimiento y la estabilidad del país. Durante estos casi 4 años, por decreto firmado por el General Douglas Mac Arthur, el edificio de la bolsa fue la sede del Cuartel General en Tokio de las fuerzas de ocupación americanas.
Sorprendentemente, y tan solo 30 años después, Japón se había convertido, tras los Estados Unidos, en la segunda potencia económica del mundo. En los años 60, en menos de una década, la economía japonesa multiplicó por dos sus dimensiones. También hasta principios de los años 70 crecía el doble que la media de la mayoría de los países europeos y de la economía norteamericana. Este milagroso boom tuvo lugar por adoptar medidas valientes de liberalización y modernización de la economía. En palabras del a veces controvertido economista Larry Reed, el éxito de Japón durante aquellas casi dos décadas se debió más que a las ideas de Keynes, Kenneth Galbraith o Paul Krugman a las ideas económicas de Adam Smith y de Milton Friedman.
Sin embargo a partir de los 90, la situación cambió drásticamente (tras unos años 80 quizás algo excesivos). Ahí arrancó un periodo caracterizado por la atonía económica sobre todo en la presencia constante del fenómeno de la deflación que implica el hundimiento permanente y generalizado de la economía con efectos altamente perjudiciales. Así durante estas décadas que se han calificado como perdidas, el crecimiento económico fue reducido, la inflación muy baja y las tasas de intereses negativas.
Y esto hasta este año 2023, en el que por una serie de circunstancias el índice Nikkei (el de la bolsa de Tokio), ha incrementado su valor en prácticamente el 30% de su media justo después del Nasdaq que agrupa a las empresas tecnológicas más relevantes de los Estados Unidos. Por lo tanto, el Nikkei ha alcanzado niveles de valor a los que no se llegaba desde los años 90.
Varias son las causas que explican este alza espectacular de valor. Empecemos por las que parecen más anecdóticas pero que han podido ser relevantes. En primer lugar durante la reunión anual de Berkshire en mayo pasado el astuto magnate, Warren Buffet, anunció que había comprado importantes cantidades de acciones de cinco compañías japonesas patanegra como Sumitimo, Mitsui, Marubeni, Mitsubishi e Itochu. La razón que dio para esa decisión es que el precio de las cinco era “ridiculamente” barato. Asimismo afirmó que estaba considerando realizar inversiones adicionales en Japón en un futuro próximo. El efecto llamada de Buffet puede haber sido más importante de lo que se piensa ya que es una persona a la que siguen numerosos inversores. Hasta el punto que, como destaca una noticia en la BBC de junio de 2023, el valor bursátil promedio de esas 5 firmas ha subido en prácticamente un 180%.
Una segunda causa que quizás ha resultado determinante ha sido la implementación de normas novedosas en el ámbito de la gobernanza empresarial. Muchas veces no se valora suficientemente el impacto de los cambios regulatorios en la actividad económica. En efecto, uno de los rasgos de identidad de las compañías japonesas ha sido durante años la gran ineficiencia en la asignación del capital. Para erradicar esta disfunción, la Bolsa de Tokio solicitó en abril a las empresas que cotizaban con un precio inferior de su valor contable que elaboraran una relación de medidas destinadas no solo a incrementar el valor de sus acciones si no también para conseguir una mejor asignación del capital. En pocas palabras, lo que la Bolsa de Tokio quiere, es obligar a que las compañías paguen más beneficios a sus accionistas o que recompren acciones propias para de esta forma contribuir a un incremento de su precio. Es una llamada a los directivos para que aumenten la rentabilidad de las empresas con lo que, evidentemente, se convierten en objetos de inversión mucho más atractivos. La presión de la Bolsa de Tokio ha sido tan grande que ha advertido a las compañías destinatarias de la norma que la no adaptación de estas nuevas directrices podría tener como consecuencia una expulsión del mercado secundario oficial en el año 2026.
Finalmente, el entorno macroeconómico en Japón de cierto resurgimiento, se ha caracterizado por una recuperación de la demanda interna reactivada por el incremento de los salarios y de los precios. Esta situación favorable de la economía nipona ha contribuido a aumentar la confianza de los inversores en Japón. También suma la debilidad del yen cotizando frente al dólar en mínimos desde 1990. Esta depreciación de la moneda ayuda a que sobre todo las empresas con importante presencia internacional y con gran capacidad exportadora sean considerablemente más competitivas en los mercados internacionales. Como ejemplo, Advantest Corp, dedicada a la manufactura de semiconductores, ha experimentado un aumento de su valor en los últimos meses de 101%.
Y, finalmente, otro sector al que ha beneficiado un yen débil es el turismo (sobre todo en relación con los turistas asiáticos) con el gran componente dinamizador de la economía impulsando la fabricación de bienes de consumo, los servicios y obviamente la actividad hotelera. Esto redunda en un robustecimiento del mercado interno considerable.
Sin embargo se ha realizado una reflexión crítica sobre este fenómeno. Algunos economistas han señalado que curiosamente este boom de los valores de las compañías cotizadas japonesas no se ha reflejado en buenas noticias en el ámbito corporativo. Dado que el Banco de Japón prácticamente no ha subido los tipos de interés, las condiciones de financiación siguen resultando muy favorables lo que explica que las empresas no acometan los cambios estructurales que finamente posponen por no salir de una zona donde están cómodas.
Asimismo, los críticos del gobierno de derechas del Sr. Kishida señalan que su fórmula de nuevo capitalismo no ha estado acompañada de las reformas profundas que parecen necesarias para hacer frente a los grandes retos que afectan a Japón. En este sentido, señalan no solo el grave envejecimiento de la población sino la incapacidad del sistema educativo japonés para producir un capital humano innovador. Con esto concluyen en un tono considerablemente menos optimista que se trata de un milagro a corto plazo más financiero que sustancial. Solo las reformas estructurales podrán asegurar que la economía Japonesa siga creciendo y se adapte a los nuevos tiempos.