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y así, sin más

Un país que se desnuda para Europa

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CASTELLÓ. Menos es más. Me horroriza el pensar en el más. Ya lo dijo Cecil Beaton y, posteriormente, lo recogió Marta D. Riezu en sus apuntes sobre la elegancia involuntaria: “La elegancia es agua y jabón”. Y lo mismo es decir que la elegancia está en lo sencillo, en lo de toda la vida. Nadie negaría que, en un primitivo Balenciaga o en aquella colección de Sybilla Noche que fotografió Juan Gatti, encontramos la sencillez, lo clásico, las líneas rectas, pero no el aburrimiento. También la encuentro en los actuales diseños del eldense Juan Vidal, que tanto me recuerdan a la esencia de Balenciaga y Franco Moschino, a pesar de no tener nada que ver con ellos. 

En definitiva, el agua y jabón del que Beaton nos hablaba. Pocos se atreverían a cuestionar por qué se siguen usando esas prendas en alfombras rojas y desfiles de moda, photocalls y noches de fiesta, porque en ellas está la quintaesencia de la elegancia. Pero en algún momento de la historia, el agua y jabón se desvaneció. Muchos empezaron a creer que esto quizá estaba en quitarse la ropa. Muchos lo siguen pensando, buscando la modernidad del cuerpo desnudo, pero quizá sea algo tan casposo y antiguo como el paso de los años.

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