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el billete / OPINIÓN

Vamos sobrados

19/09/2021 - 

Hay dos maneras de "rescatar personas". Una es habilitar salarios mínimos, vivienda sociales, bonos eléctricos y demás prestaciones a quienes tienen problemas para llegar a fin de mes. La otra es crear las condiciones para que quienes están en esa situación porque no encuentran trabajo puedan hacerlo. Ambas maneras son necesarias en todo momento. La primera es urgente, inaplazable; la segunda, imprescindible. El gobernante que solo piense en repartir pescado pero no cañas corre el peligro de acabar fomentando una sociedad cada vez más asistencial y, por tanto, más desigual.

Hay dos maneras de rescatar a pequeños comerciantes, hosteleros, taxistas o empresarios del ocio nocturno de una crisis repentina como la de la pandemia de covid. Una es concediendo ERTEs, aplazando impuestos, otorgando préstamos ICO, ofreciendo ayudas que llegan tarde, prorrogando los ERTE, alargando los ICO, prometiendo más ayudas…, y otra es fomentando la actividad económica. La primera era urgente, inaplazable; la segunda, imprescindible porque cuanto más tiempo sobrevive una empresa gracias a la subvención, más riesgo tiene de desaparecer.

Los gobiernos de Ximo Puig y Joan Ribó inundan la actualidad con comunicados de prensa sobre la gran cantidad de ayudas que habilitan para las empresas, pero lo que las empresas quieren es faena. Presumen de dar subvenciones cuando deberían presumir de fomentar la recuperación de actividades económicas. Pero cómo van a presumir, si les cae del cielo una oportunidad inmejorable como la Copa América de vela y la desprecian por una mezcla de ataque de cuernos y vergüenza de que los comparen con Rita.

Puig lo fía todo a los fondos EU Next Generation y se comporta como aquel emigrante español del chiste, que fue a Alemania a buscar trabajo porque se decía que allí había dinero a espuertas y cuando bajó del tren se encontró un billete de 50 marcos pero no se agachó a recogerlo: "¿Acabo de llegar y ya quieren que me ponga a trabajar?". Para qué van a ponerse a trabajar el Consell y el Ayuntamiento en un evento que puede traer a València 600 millones de euros de ingresos extra si nos han prometido miles de millones de fondos europeos que ya veremos cuándo llegan.

Lo de los 600 millones no es una cifra al tuntún. En la 32ª edición de la Copa América celebrada entre 2004 y 2007 en València —la competición constaba de varias regatas previas que ocuparon ocho semanas, la Louis Vuitton Cup de tres meses y la America’s Cup de quince días—, "la suma del gasto realizado por los agentes directamente involucrados en las pruebas deportivas (equipos, visitantes, megayates, medios de comunicación y AC Management -organizador de la competición-) asciende a 615 millones de euros". Esto lo dijo el Ivie, organismo asesor de Puig en materia económica y financiera, en un informe dirigido por Joaquín Maudos y en el que participó el actual Síndic Major de Comptes, Vicent Cucarella.

La cifra no incluye un intangible como la proyección internacional de València, que tuvo en el evento un antes y un después como ciudad turística. Quien tenga memoria recordará que hace 20 años costaba ver turistas extranjeros por el centro y ahora cuesta no verlos. En 2007 el número de turistas en València aumentó un 40% respecto a 2005 y un 118% respecto a 2002. Y el aumento fue, sobre todo, de turistas extranjeros. También de residentes, pues se calcula que entre 2004 y 2007 se instalaron en València unas mil personas con un alto nivel de vida.

Los principales sectores beneficiados fueron los ahora más perjudicados por la pandemia: hoteles, comercio, hostelería, ocio nocturno, taxis, medios de comunicación… junto a las empresas de servicios, industria náutica y el sector inmobiliario. No hay más que preguntarle al concejal de Turismo de València, Emiliano García, que se puso la botas en Casa Montaña aquellos años y que ahora debe de estar mordiéndose la lengua viendo a la vicealcaldesa Sandra Gómez rechazando la Copa América porque "estamos en otro momento", "tenemos que ir poco a poco en la reactivación" —¿poco a poco?— y "la prioridad son las personas y las familias que viven en València".

Efectivamente, estamos en otro momento y se da la circunstancia de que en estos momentos unos señores de Nueva Zelanda quieren celebrar la 37ª Copa América en València, detalle del que no se han enterado Puig y Ribó porque no se han dignado a recibir a los impulsores de la candidatura valenciana que tenían todos los parabienes del equipo neozelandés, al que el cap i casal le parece una ciudad ideal para la competición.

El error de los promotores de la candidatura fue no conocer cómo funciona el mamoneo político en España, donde lo primero es ir a ver al alcalde o al president de turno para transmitirle la idea, para regalársela, dejando que la asuma como propia y que se ponga todas las medallas. Es lo que hizo Manel Casanova con Rita Barberá. En lugar de eso, trataron directamente con el Team NZ, involucraron al Real Club Náutico de Valencia y llamaron al Palau demasiado tarde, cuando ya se habían enterado por una noticia del Abc de que éramos candidatos.

Y pagaron caro su atrevimiento. Un mes tardó Presidencia en recibir a los representantes del Club Náutico y no salió a recibirlos Puig ni su mano derecha Andreu Ferrer ni el subsecretario Sampío ni el secretario autonómico de Turismo, Francesc Colomer, sino un tercera fila que les dio unas palmaditas en la espalda y ya no les cogió el teléfono ni les respondió los mails hasta que llegó agosto y se fue de vacaciones. Gracias a la intercesión y la insistencia de distintos representantes empresariales, un mes después se hizo cargo Joan Calabuig, que estudió el asunto y, amablemente, les dijo que la cosa estaba muy verde, que era muy caro y que la Generalitat no iba a entrar ahí. La candidatura, que nunca fue oficial porque ni Puig ni Ribó quisieron involucrarse, se retiró días antes de que se anunciara la ciudad sede el pasado viernes.

Pero resulta que el viernes lo que anunciaron los neozelandeses fue una prórroga sine die del proceso de selección porque no quieren ir a Cork (Irlanda) ni mucho menos a Yeda (Arabia Saudita), las otras dos ciudades finalistas. Tanto es así, que han abierto un período de reflexión en el que vuelven a contemplar la posibilidad de repetir en Auckland, donde no querían por las estrictas restricciones anticovid en Nueva Zelanda y porque es mucho menos rentable que en Europa debido a la situación geográfica del país, su huso horario pésimo para las retransmisiones en directo por TV y su población de solo 4,9 millones de habitantes, algo menor que la de la Comunitat Valenciana, frente a los 700 millones de europeos.

Filtran desde el Palau y desde el Ayuntamiento que la fiesta saldría muy cara, "80 millones de euros de canon", cifra errónea, vamos a pensar que porque no se han mirado los papeles. Ochenta millones es el máximo que se calcula que costaría organizar el evento, de los cuales el canon que se pagaría al Team NZ sería de 30 millones de euros. ¿Es mucho? Depende, opinable, todo es relativo, así que pongamos algo de contexto: las regatas ocupan en el calendario varios meses de competición desde 2022 hasta 2024, incluida una nueva regata de mujeres, otra de jóvenes, eliminatorias previas, la Copa Prada —antigua Louis Vuitton para designar al desafiante— y la America’s Cup.

Ximo Puig, en la salida de la Volvo Ocean Race de 2017. Foto: RAFA MOLINA

En la edición de 2007 València pagó a los suizos un canon de 90 millones, pero como dice Sandra Gómez, estamos en otro momento. Por cada Gran Premio de Motociclismo en Cheste, que dura un fin de semana y es menos sostenible que los barcos a vela, la Generalitat paga a Dorna 8,4 millones más IVA. El canon de la próxima salida de la Volvo Ocean Race en Alicante es de 6,5 millones, junto a un aval de 7 millones.

Casi todos los eventos que atraen gente de fuera, por modestos que sean, tienen un canon o reciben una subvención. La subvención a UGT por celebrar su congreso nacional en València este año fue de 255.000 euros entre Ayuntamiento, Generalitat y Diputación, justificados por parte del concejal de Turismo en la promoción de la ciudad como destino turístico. El retorno fue evidente en el Àtic del Palau Alameda, donde los congresistas celebraron el evento con una concurrida comida. Todos los eventos tienen un retorno. Todos suman y algunos, como la Copa América de vela, multiplican.

¿Es mucho 30 millones? No parece mucho si el retorno en forma de gasto en la economía local por parte de los turistas y de los regatistas y sus familias es de 600 millones. Ni aunque fueran 500 millones porque estamos en otro momento o ‘solo’ 300 millones porque la America’s Cup ya no es lo que era. Todo ello con los impuestos correspondientes para las arcas autonómicas y municipales.

Los 80 millones de los que hablan quienes no saben ni quieren saber son el coste total del evento, que se divide en 30 millones de canon más otros 30 de organización más las obras para instalar a los equipos participantes en la prolongación sur de la Marina. No sería con bases como las de 2007, que ahora tienen otro uso, sino en instalaciones blandas y mucho más baratas como las de la Volvo Ocean Race, donde la Generalitat gasta 3 millones de euros además del canon.

Ese dinero no lo tendría que poner todo la Generalitat y el Ayuntamiento, ya que habría patrocinadores privados, ingresos por explotación de derechos, por venta de entradas para conciertos y otros eventos en el recinto de la Copa. E ingresos del Estado, que fue la única administración que vio con buenos ojos la candidatura de València pero retiró su apoyo al ver que la Generalitat no la quería. En definitiva, que existe un plan, en el que una entidad participada y gestionada por las instituciones públicas dirigiría el proyecto.

Un plan en el que es importante destacar que la próxima edición de la Copa América no tendría el alto coste que tuvo la de 2007 porque las infraestructuras ya están construidas y pagadas. Por cierto, dice Ribó que "aún estamos pagando" la Marina, pero lo cierto es que de los más de 400 millones que costó, incluidos los intereses de la deuda, la Generalitat y el Ayuntamiento no han pagado nada durante 14 años y ahora les toca desembolsar 24 y 12 millones, respectivamente. El resto lo ha pagado el Estado.

Y como le ha recordado Fernando Giner, no es lo mismo gasto que inversión. La Marina es una inversión pública, como la Ciudad de las Artes o el Oceanogràfic, y una vez terminada y cedida a la ciudad, la obligación del alcalde es rentabilizarla social y económicamente. Una buena forma de hacerlo es aprovecharla para acoger una tercera edición de la Copa América después de la de 2007 y la del desempate, más pequeña, celebrada en 2010.

Pero Ribó no es alcalde de grandes eventos, y menos si se trata de un deporte de ricos que va a traer a miles de personas adineradas. Nos quejamos de que Madrid atrae a las rentas altas pero aquí no queremos ser capital de nada. Si Ayuso tuviera mar, la sede ya se habría decidido y estaríamos rabiando contra el efecto capitalidad. Nuestro alcalde es más de eventos de barrio, carreras populares y, como mucho, un maratón de ámbito mundial que paga y organiza Juan Roig o los Gay Games, también de ámbito mundial, que todavía no nos han concedido ni sabemos cuánto costarían pero que Ribó apoya porque son inclusivos. Tal vez si le hubieran entrado con lo de la Women America’s Cup, la primera regata de Copa América solo de mujeres, habría estado más receptivo.

Team NZ ha ampliado el plazo para elegir una sede y espera a València pero sus dirigentes se ponen de perfil. Ahora que hay tiempo para negociar el canon, el reparto de derechos, los gastos…, para buscar patrocinadores privados que rebajen el coste para el erario. Hay tiempo para estudiar a fondo los pros y contras, y luego retirarse si al final no se llega a un acuerdo. Lo que no hay son ganas. Así de sobrados vamos.

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