Las cifras más altas de contagios, la obligatoriedad del uso de mascarilla al aire libre, la solicitud del pasaporte Covid y finalmente las clases y la presencialidad en el aula a partir de la próxima semana
La educación vuelve a las aulas tras las fiestas de Navidad, los sabios y expertos deciden que la presencialidad sea total como si no pasara nada, lo cual no deja de generar confusión cuando las noticias diarias son siempre de alarma por el número de contagios y de medidas restrictivas de nuestra movilidad y libertad, así no hay quien se aclare y a este paso tampoco quien se tome en serio los criterios que imponen a cada momento nuestras autoridades competentes. Personalmente creo que es necesario y lógico que la enseñanza sea presencial y vuelva en este nuevo año con normalidad, pero quizá eso demuestra que otras medidas son innecesarias o exageradas en relación con la covid y sus infinitas variantes.
La educación abarca un rango muy amplio de edad, y muchos coinciden en que los criterios para la básica y la universitaria podrían ser distintos, porque las edades y las situaciones son muy distintas. Los menores de edad suelen vivir con sus familias y desplazarse con menor facilidad y libertad que los alumnos universitarios, de la misma forma que el hecho de no tener clases presenciales genera una serie de problemas en la logística familiar superior a la de los universitarios. Éstos en cambio se desplazan asiduamente, especialmente en fiestas como estos días, conviven con más amigos y por pura lógica es más fácil que el virus pase de unos a otros. Pese a todo y en vista de los casi dos años que llevamos con esta pesadilla, compartida entre el virus en sí y la peculiar gestión de todo lo relacionado con él, creo que es bueno y necesario que todos los alumnos puedan volver a las aulas y realizar sus exámenes de manera presencial, con las medidas necesarias, pero estando presentes.
La enseñanza tiene un componente humano básico y fundamental, el contacto con los compañeros y docentes es una de las claves para el desarrollo personal y social de los alumnos, la relación tanto dentro como fuera del aula, el intercambiar opiniones sobre temas académicos, pero también de actualidad, todo ello contribuye a la formación de cada alumno, especialmente en la etapa de la enseñanza superior, pero también en la escuela. Si bien los avances tecnológicos nos facilitan y permiten una enseñanza a distancia, en remoto, con una conexión en directo con el aula y donde alumno y docente pueden interactuar, creo que debemos reivindicar un mundo donde el factor humano y el hecho presencial siga siendo relevante, el saludo personal, el mirar a los ojos y el sentir el estado de ánimo y la cercanía del otro nos ayuda a entender mejor nuestro entorno, a conocernos mejor y en definitiva a formarnos y a trabajar mejor.
Mi experiencia, siempre que he comentado con profesores y alumnos si preferían la enseñanza en remoto o presencial, la inmensa mayoría prefiere como norma habitual la segunda y en situaciones excepcionales (enfermedad, distancia, etc.) el uso de las tecnologías, para a través de una pantalla poder seguir aprendiendo y participando de la actividad educativa. Si este año muchos pudieron volver a casa por Navidad y pasar unos días junto a su familia y amigos, ojalá 2022 sea el último año en que sea noticia la vuelta al aula tras Navidad porque el virus esté controlado a través de la vacuna y de su debilitamiento. Creo que debemos reivindicar el contacto físico y recuperar la humanidad en nuestra forma de vida, se aprende yendo a la escuela y hablando con los compañeros y conociendo a tu profesor, se compra visitando las tiendas y el mercado y comprobando que lo que vas a adquirir es lo que realmente quieres y se disfruta del arte o de la música visitando un museo o yendo a un concierto. El mundo virtual al que nos “obligan” las nuevas tecnologías y que fomenta el individualismo y la pereza vital debería quedar restringido a una parte mínima de nuestra conducta vital, sino podemos estar destruyendo nuestra sociedad y nuestra convivencia con nuestro comportamiento, a veces (muchas) de manera inconsciente. Volvamos a las clases y volvamos a la calle.