VALÈNCIA. En su actual gira internacional, ha recalado una vez más en el coliseo del Jardín del Turia el grupo parisino Les Arts Florissants, -verdadero especialista en música barroca-, para recordarnos que se debe escuchar toda la obra de Händel porque toda es soberbia, y para decirnos que se deben recuperar, en esa línea, sus óperas más olvidadas como Partenope. Y además, para mostrarnos cómo se debe interpretar el barroco: con frescura, dignidad, y altura.
Es sin duda Georg Friedrich Händel uno de los grandes compositores del barroco. Con más afición por lo teatral que por lo religioso, compuso cerca del medio centenar de óperas, alguna de ellas desaparecidas, y otras desatendidas. Partenope, de estas últimas, escrita por el maestro alemán en su etapa londinense, cayó pronto en el olvido tras su estreno en 1730 debido a su libreto italiano algo banal, que describe las dudas amorosas de los protagonistas con cierta frivolidad, y al hecho de estar ajustada con recitativos extensos, y contener menos arias de lo habitual, para una mayor fluidez dramática.
Junto con Agripina, fue la única ópera de carácter jovial del compositor de Halle. Pero no por ello, ni por lo anterior, hay que dejar de reconocer el extraordinario interés de su partitura, de gran riqueza musical, de corte absolutamente händeliano, con torrencial aparición de melodías de inspiración y belleza indiscutibles, y estructura clásica de recitativos y arias da capo, capaces de despertar íntimas emociones. Händel aúna en Partenope la sensualidad italiana, la tragedia alemana, y el orden y espíritu británico, trayendo una música de carácter expresivo, imaginativa, y rica en colores.
El magnífico director William Christie, fundador de la idea de crear la agrupación Les Arts Florissants, de reconocido prestigio en todo el mundo, demostró aquí ser el verdadero impulsor del motor de una maquinaria perfectamente ensamblada. Consigue una magnífica relación de unión entre orquesta, y cantantes, lo que transmite paz, y la sensación de estar contemplando algo maestro, hecho con conocimiento, buen gusto, y … mucho trabajo previo.
Christie irradia energía sin necesidad de gesticular. Concierta más dirige, para indicar los pasos por dónde avanzar, y dejando hacer a los músicos, mirando por igual a los cantantes que a los miembros de la orquesta, y disfrutando con ellos del equilibrio permanentemente conseguido. Con todo ello, el sabio William Christie, alma mater del conjunto, consiguió una orquesta de sonido bello, y empastado, ritmo de brío contenido -quizá demasiado contenido en la primera parte-, preciso, compacto, ajustado, y de sensibilidad propia de una orquesta de cámara.
Controla tranquilo, marca el ritmo y gestiona los matices, los acentos, las preguntas y las respuestas, para una musicalidad casi pizpireta. Así Christie hizo florecer Partenope, ahora ya ópera no tal olvidada, llena de melodías de suaves contornos, y de lirismo sereno y robusto.
Los muy jóvenes cantantes solistas demostraron el domingo tener unas cualidades extraordinarias, una profesionalidad ya consagrada, y un futuro envidiable. Todos ellos pertenecientes a la escuela de canto Le jardin des Voix, -vinculada a Les Arts Florissants-, no es de extrañar que además, estén impregnados del más puro y genuino estilo barroco. Cantaron libres, a pecho descubierto, y sin necesidad de mirar al director, -situado en la parte trasera del escenario-, ofreciendo su valorado arte canoro, y su preciso control de los movimientos en las tablas.
La soprano Ana Vieira Leite encarnó a la reina de Nápoles Partenope, en busca de amante. Posee brillantes emisión y timbre, mostrándose virtuosa en los momentos de coloratura. Y en esa colocación, y con más intención en los matices, mejorará la expresión y la emoción. Su voz, -no tan frágil como puede parecer por la claridad en la emisión-, es bella, equilibrada, compacta, y sólida, lo que le permite transitar por la partitura para el lucimiento. Cuánta línea, color, y sutileza en su “Qual farfalletta”.
También de gran musicalidad, el contratenor Hugh Cutting expuso su canto radiante, poderoso, libre, y expresivo, de depurada técnica y grandes recursos para el papel del indeciso Arsace. Su desempeño escénico está a la altura de su voz de timbre incisivo, squillante, buen cuerpo, y desarrollados armónicos. De bellísima factura, gracias al control del fiato, fue su “dimmi pietoso ciel”, con canto legato y aflautado; y enorme su enérgico y conmovedor “furibondo spira il vento”. Es el de Arsace un rol que requiere ligereza y agilidad, al tiempo que volumen y mordiente, para una sonoridad de especial penetración. Y eso es lo que tiene el joven británico Cutting. Ahí es nada.
No tanta penetración tiene la voz del gallego Alberto Miguélez Rouco, ni falta que hace, pues su papel fue el del paciente y doliente Armindo. Y lo hizo con extremado gusto, gran sensibilidad, acertada línea de canto, y haciendo gala de una técnica y control de la respiración que le permiten homogeneizar con éxito su discurso canoro. Tiempo tendrá el joven contratenor para ganar en cuerpo, volumen, brío, y ajuste escénico. También deberá alcanzar mejor nivel, sobre todo en lo canoro, la mezzo Helen Charlston, quien en el papel de Rosmina, tapando a Eurimene, expuso un canto expresivo y generoso, pero metálico, golpeado, y abierto, exento de línea, graves, y armónicos, lo que le impide redondear lo que la partitura le ofrece.
Matthieu Walendzik encarnó a un serio y vitalista Ormonte con una voz baritonal bien emitida y bien proyectada, que deberá redondear para acompañar sus interesantes timbre y volumen. También Jacob Laurence fue más que correcto en su cometido, mostrándose como un Emilio con oficio, buena técnica, y notable gracejo escénico. Su voz de tenor destaca más por su brillo que por sus resonadores.
Realmente la juventud y la calidad de estos cantantes impresionó al público. Todos llegarán muy alto. Seguro. Quizá tanto como la reina de la coloratura universal, Edita Gruberova. Descúbrase, lector, que he nombrado a una grande. Una grande que también cantó Händel como nadie.
Y llegarán alto también gracias a William Christie, quien hizo el domingo en Les Arts un Händel lleno de sensibilidad. Los amantes de la estética barroca, y los que no lo son tanto, disfrutaron de lo lindo. Y allí estaba, claro, Antonio Reyes, advirtiendo que esa es la prueba de que el barroco no tiene por qué ser aburrido si se interpreta con la justa viveza, y en adecuado equilibrio para llegar a emocionar, y dar placer a los oídos.
FICHA TÉCNICA
Palau de Les Arts Reina Sofía, 24 octubre 2021
Ópera versión semi escenificada, PARTENOPE
Música, Georg Friedrich Händel
Libreto, Anónimo
Dirección musical, William Christie
Dirección escénica, Sophie Daneman
Orquesta, Les Arts Florissants
Partenope, Ana Vieira Leite. Arsace, Hugh Cutting
Rosmina/Eurimene, Helen Charlston. Armindo, Alberto Miguélez Rouco
Emilio, Jacob Laurence. Ormonte, Matthieu Walendzik